viernes, 23 de marzo de 2012

El bullying desde la poesía.

Eduardo Campech Miranda

Sin duda, una de las deficiencias del sistema educativo mexicano, primordialmente en el nivel básico, es la incapacidad de generar apreciaciones estéticas. Para el caso de la literatura la poesía es “hija de vecino” y sólo se le aborda en el sentido de ubicar y ejemplificar figuras retóricas, conocer corrientes literarias y declamar algunos poemas.

Alma Velasco, reconocida escritora, cantante, promotora de lectura, especialista en lectura en voz alta, entre muchas otras, identifica al Porfiriato como la época en que se comenzó a cultivar la declamación. Para ello se tomaron elementos del teatro clásico que le imprimirían ese matiz histriónico a la declamación que encontramos aún en nuestros días.

También es cierto que no todas las personas disfrutamos la poesía ni la declamación. Uno de los eventos recurrentes dentro de las escuelas son los concursos de declamación. Esta actividad sigue estando presente en las aulas pese a las reformas educativas. Si bien, considero que no hay concordancia entre una y otra, también me resulta lamentable que se obligue a los alumnos a participar en certámenes o prácticas como la mencionada.

Ejemplificaré lo anterior como padre y como promotor de lectura. Tengo un hijo que cursa el sexto grado de primaria. Hace un par de semanas me dijo que el maestro les había dicho que tenían que aprenderse un poema, de mínimo treinta versos, para decirlo en Día del Niño. No había opción de decisión, era una orden. Le hice a mi hijo dos preguntas: ¿quieres participar?, de ser así, te sabes varias canciones de Serrat que son poemas y tienes esa ventaja para memorizarlos. Respondió que no, que le daba vergüenza y que no se sentía cómodo.

La segunda pregunta fue: ¿tu maestro les lee poesías? La respuesta fue una contundente negación. Entonces le dije que no se preocupara, que si no quería no participara. Días después me enteré que, a manera de presión, existía la consigna de “bajar un punto en matemáticas” a quien no participara. Cuando me enteré de ello, mi postura se reafirmó: no vas a participar si no quieres.

Asumo que toda esta situación se presenta no por iniciativa del maestro, sino porque debe cumplir con una serie de requerimientos y objetivos, para mí, inútiles. Entonces cuestiono, creo que con autoridad. ¿Por qué se les obliga a decir un poema cuando no se les lee en clase poesía? ¿Por qué deben realizar tal o cual actividad que resulta incómoda, bajo el justificante de “desarrollar competencias”, cuando (si el mentor es competente) se pueden usar distintas estrategias? ¿Por qué reducir calificación en un área del conocimiento distinta (matemáticas) al español?

Apelo al sentido común del docente y por tal motivo, en su momento, expondré mi punto de vista en esta situación. Sin embargo, ¿Cuántas ocasiones no sucede lo mismo en los muros escolares? Si el bullying se entiende como una forma de hostigamiento, maltrato y violencia (tanto física, como psicológica), este tipo de consignas, ¿serían bullying? ¿El maestro también lo padece desde la dirección, la supervisión, las regiones, las indicaciones de autoridades? He aquí un lamentable ejemplo de planear y dirigir desde los escritorios.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 28 de marzo de 2012.

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