Eduardo Campech Miranda
Cada año la Dirección General de Bibliotecas (dgb) del conaculta oferta un catálogo de cursos y talleres de capacitación, dirigidos al personal bibliotecario. El abanico está compuesto por una variada temática que va desde la capacitación básica enfocada, principalmente, al personal de nuevo ingreso, hasta áreas más especializadas como son promoción y mercadotecnia de la biblioteca pública o la dirigida a coordinadores estatales.
La dinámica financiera es la siguiente: se determina un lugar sede y a él se dirigen las personas que se capacitarán. El gobierno federal se hace cargo de la alimentación y hospedaje, el gobierno estatal de café y galletas (cuando hay para eso) y el gobierno municipal del traslado. Anteriormente los cursos y talleres tenían una duración de cuatro o cinco días. Ahora, algunos apenas alcanzan los tres días.
No obstante que la menor parte porcentual del financiamiento de la capacitación corresponde al municipio, existen casos donde el personal bibliotecario no acude a la invitación por no contar con el apoyo correspondiente, argumentando carencias de recursos económicos.
En ese sentido, algunos municipios (por no decir que la mayoría) enarbolan un doble discurso: por un lado se quejan del escaso presupuesto que federación y estado le asignan, pero por otro, cambian de personal bibliotecario por múltiples razones, menos por su desempeño, actitud, aptitud, etc. Cada tres años los bibliotecarios públicos municipales ven, con angustia unos y con beneplácito otros, la posibilidad real de salir de la biblioteca.
Y es que a la par de no contar con una seguridad labora (a reserva de ser sindicalizado), se adolece de un perfil bien definido y especificado para ocupar el cargo de bibliotecario público. Así, lo mismo se llega a la biblioteca por azares del destino, por factura políticas, por castigo, por un extenso e impresionante currículum consanguíneo o promiscuo, además, claro está, en la suerte de ser una persona que le interesan los libros y la lectura. La capacitación y la inversión se van a la basura, porque cual Sísifo la rueda cae y hay que volver a empujar.
En algunas conversaciones con amistades de la dgb del conaculta, he expresado la necesidad de fortalecer la capacitación bibliotecaria, pero no sólo de una manera técnica (como hasta ahora), sino que se prepare también un perfil humanístico. Sin embargo, también estoy convencido de que es urgente diseñar un mecanismo de evaluación de los conocimientos técnico-administrativos, de las habilidades y aptitudes con las que debe contar un servidor público, de la competencia (palabreja putilla y tramposa dijo alguien que citó Argüelles) lectora, con la finalidad de determinar si quien ostenta el cargo de bibliotecario público está en condiciones de hacerlo. De lo contrario, seguiremos teniendo bibliotecarios (y bibliotecarias) anquilosados entre anaqueles y excelentes bibliotecarias (y bibliotecarios) desempleados, o en el mejor de los casos realizando otras tareas burocráticas, menos en lo que se les capacitó.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, octubre 24 de 2011.
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