miércoles, 2 de noviembre de 2011

Los estándares de lectura



Eduardo Campech Miranda[i]

Con preocupación y asombro, observo cómo cada día se consolida día a día el ejercicio de la lectura como un acto meramente mecánico. La inclusión de los estándares de lectura dentro de la boleta de calificaciones así lo deja entrever.

Hace un par de años tuve la oportunidad de impartir un taller en la capital mexicana, gracias a una invitación de Carola Diez, y en la última sesión tuvimos una larga charla en torno a un proyecto que estaba incursionando en la Secretaría de Educación del Distrito Federal: “el número de palabras por minuto”, así lo nombraron. Decían que lo habían traído unos maestros peruanos.

Quiero aclarar que de ninguna manera se trata de descalificar las aportaciones de otras naciones latinoamericanas, en este caso particular, peruanas. Pero habría que realizar una comparación, de esas que tanto gustan a los apologistas de la lectura obligatoria, entre las dos naciones: mientras México ocupó el lugar 48 de 65, nuestros hermanos andinos son el 43. Como se denotará fácilmente, no hay mucha diferencia. En otro indicador, el consumo per cápita de libros, tampoco muestra diferencias sustanciales: se dice que los mexicanos leemos 2.9 libros al año, en tanto que los peruanos leen 3.6.

En otras palabras, las diferencias no son significativas, y tal vez resulte obvio: hay más cuestiones en común entre peruanos y mexicanos de lo que podríamos pensar. Sin embargo, la realidad es otra. Los famosos estándares de lectura son dictados por el Banco Mundial (institución que se ha caracterizado por su compromiso desinteresado por el desarrollo humano, económico y social), así como ha dictado la política económica desde los años ochenta del siglo pasado.

Por ello no resulta extraño que los mencionados estándares se circunscriban al puro acto mecánico de decodificar, dejando de lado aspectos tan fundamentales en la lectura como lo son el emocional, el económico, el social, el cultural, el psicológico. La política educativa apuesta por un “saber hacer” y poco abona por el “saber inventar”. Es conveniente, en esta época globalización que la mano de obra sea más efectiva, más adoctrinada, más “estandarizada” (cosa curiosa, uno de los argumentos en contra del fallido socialismo ruso fue esa uniformidad y homogeneidad en el ser humano, y ahora, el capitalismo salvaje, en su máxima expresión, intenta exactamente lo mismo, aunque con otros fines).

Lo que sí llama la atención es el silencio sepulcral de las autoridades estatales ante las descabelladas indicaciones, en torno a la lectura, emanado desde la centralidad de la administración pública federal. En otros ámbitos, llámense presupuestales, de seguridad pública, de política en general, no siempre se encuentran las posturas del gobierno federal con los estatales, y así se externa. Pero en lo que respecta a la lectura, hay una fe ciega, casi dogmática a lo que indica la Secretaría de Educación Pública. Un silencio que llena de sospechas: ¿Habrá miedo a las represalias del centro? ¿Serán no lectores y no tienen ni la mínima idea de lo que se trata la lectura? O sencillamente, no es asunto de su interés.


[i] ecampech@yahoo.com.mx

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