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Los relatos fueron publicados por entregas, en el periódico oficial del estado de Aguascalientes: El Instructor. Los textos están en las páginas cuatro, cinco, seis y siete; en los números uno, tres, cuatro, seis y siete (entre mayo y agosto de 1884). Las extensiones diferentes de las entregas, permiten suponer que la inserción dependió del espacio que dispensaron los textos oficiales (decretos, oficios, informes) y los avisos gubernamentales y de particulares (pregones, edictos). Los primeros eran los dueños de las tres primeras páginas, y tenían los lectores cautivos (burócratas, políticos). Las otras son las que corresponden a los mirones de información ocasional.
Dos. Interesado en torno a los rasgos de la cultura escrita de las sociabilidades francmasónicas, tengo en la mira a José Herrán y Bolado por dos cuestiones. Una es porque ideó una máquina de escribir, y lo hizo cuando también se proyectaba el artefacto en Europa. En este tenor, por ahora imagino que sus lecturas ocurrieron más en la prensa foránea. Además lo hizo en Aguascalientes, es decir: fuera de los círculos dominantes de patentes tecnológicas.
La otra motivación es por su pertenencia a la masonería. Admito la acusación de que esto no es una novedad, pues estuvo integrado a la sociabilidad del estratega cultural por antonomasia de Aguascalientes: el doctor Jesús Díaz de León. Pero valoremos la trayectoria de Herrán, quien nació en Fresnillo en 1851 y su itinerario burocrático-político sucedió en una entidad que tenía sus propias redes familiares para ocupar las instancias de poder. Entonces, la inclusión de Herrán debe acreditarse a sus méritos y su capacidad para forjar nuevos vínculos adquiridos.
Tres. José Herrán y Bolado procreó un hijo (1887). Le llamó Saturnino. La madre del chico fue Josefa Guinchard Medina. El vástago, andando su jornada, fue un connotado pintor. La obra de Saturnino es de esa que llaman “nacionalista”, por que en ella representa escenas y figuras indígenas con ambiente prehispánico. Parte de su obra está en el Museo de Aguascalientes (el edificio porfiriano cerca del templo católico de san Antonio). Situemos algo más. Herrán hijo es el autor de la primigenia portada del libro La sangre devota, de Ramón López Velarde. Su nexo inicial sucedió en los estudios preparatorios de estos jóvenes.
La cultura letrada (referente a la lectura) de Saturnino da cuenta que no estuvo circunscrita a la de sus estudios, ni la emergente entre sus amistades. Otra posible realización fue lo que ojeó en los libreros del padre. Pero mirando su obra pictórica interrogo: ¿leería con intensidad lo que publicó su papá?
Como lector advenedizo, en las obras de Saturnino sitúo lazos comunicantes; pero advierto que corresponden más a la época que al reconocimiento de una influencia explícita. Admito, que en mi hojeo a Seliztli [“Una joven, casi una niña, recorre el estrecho espacio de su jardín flotante, cortando las flores más lozanas, entreteniéndose con pueril esmero en hacer con ellas un ramo… Algunas veces contempla ella con expresión melancólica el hermoso paisaje que se extiende a su vista, en el cual una Naturaleza exuberante, engalanada con todos los matices de la vegetación tropical…”] invoco a “Bugamilias” (1917).
Otras veces [por: “en la cabeza llevaba una corona de plumas verdes y amarillas, en las orejas pendientes de oro y piedras verdes, y el labio superior un colgante formado de una sola piedra azul… Hubo un momento de tregua para la víctima, durante el cual los sacerdotes practicaban ciertas ceremonias religiosas incensando al dios a quien la destinaban y entonando al mismo tiempo cánticos verdaderamente lúgubres…”] a “Nuestros dioses 1. Indígenas” (1914).
Pero no ocurre a la inversa. Al mirar primero “Nuestros dioses antiguos” (1916), no me remite el recuerdo a los relatos de don José, sino a las posibilidades que ocurren en una clase de anatomía. Por esta situación, es pertinente dejar la posibilidad de la lectura. Más porque la novela fue publicada tres años antes del nacimiento del unigénito. Pero interroguemos con insidia: ¿el padre lo hizo leer la aburrida prensa oficial? ¿le hablaba de sus textos?
Ni como juego tengo una respuesta, por eso, dejo el enunciado: quizá, Saturnino lo leyó…
M.(c)
EL SUEÑO DE LOS TESOROS
ResponderEliminarDe niño siempre soñaba
haber hallado un tesoro:
pingües monedas de oro
que en contarlas dilataba.
Y al despertar la amargura
acibaraba mi boca,
frustración de un alma loca
con ansias de la aventura.
Con las monedas del sueño
pensaba que era posible
desde volverme invisible
a ser de un imperio dueño.
Yo por entonces leía
libros de héroes a cientos
que poblaban Cenicientos
y en su biblioteca había.
Hernán Cortés y Pizarro
y Colón y los Pinzones
y los bravos marañones
del Eldorado bizarro.
Y me veía en Lepanto,
codo a codo con Cervantes,
entre españoles gigantes
venciendo en un mar de espanto.
Y con el Gran Capitán
en las campañas de Flandes,
y con Almagro en los Andes
y alférez en Aquisgrán.
Y con Cortés en Otumba,
y grumete de Orellana,
y en la nave capitana
del Austria cuando retumba.
Cuando el señor de dos mundos
donde el sol no se ponía,
al orbe lo dirigía
desde Escoriales profundos.
Pero los sueños son sueños:
y el despertar los deshace
al nuevo día que nace
con su lucha y sus empeños.
Después mi suerte dispuso
trabajar entre las gemas
que adornan cuantas diademas
mi disposición compuso.
Y por mis manos pasaron
los brillantes a millares,
y esmeraldas estelares
que en silencio se alejaron.
Los rubíes y zafiros
destellando fugitivos
entre mis dedos furtivos
emprendieron nuevos giros.
Y el vacío hecho en mis manos
por ausencia del tesoro
es aquel oro del moro
que buscan los hortelanos.
Y ahora pueblan mis sueños
mis versos volando etéreos,
y son frágiles y aéreos
tesoros de mis ensueños.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
A LA VIRGEN DEL ROBLE DE MONTERREY
ResponderEliminarGEMELA DE LA DE CENICIENTOS
En coincidencia asombrosa
que comparte Monterrey,
pueblo de Dios somos grey
que comparten Milagrosa.
De nuestra Virgen se cuenta
que ante un peligro inminente,
por invasión de repente,
la ocultan y los alienta.
Más el peligro pasado,
vuelta la normalidad,
la imagen de la deidad
en el lugar no es hallado.
La descubren sobre el roble
en un día de tormenta,
y allí el pueblo la frecuenta
a los sones de un redoble.
Al tiempo nuestros mayores
le levantan una ermita,
y allí la Virgen bendita
les recibe entre fervores.
El roble allí permanece
de la ermita en un costado,
y la sirve de entoldado
cuando la noche aparece.
Entre tanto en Monterrey,
misioneros franciscanos,
llevan por los altiplanos
nueva religión y ley.
Aborígenes la siguen
y otros se ven obligados
a seguirla doblegados
y otros la imagen persiguen.
Se produce una revuelta
y mexicas aguerridos
se hartan de ser sometidos
y al rencor dan rienda suelta.
Y a la Virgen los cristianos
temiendo verla perdida,
la ocultan bien escondida
del furor de los paganos.
En el tronco de un roble hueco
han hallado un escondrijo,
un refugio y un cobijo
expandido por el eco.
Y aquel hueco lo percibe
una humilde pastorcilla
de las de saya y toquilla
que en susurros lo recibe.
Y nueva Virgen del Roble
existe en la cristiandad,
con visos de eternidad
con retumbar de redoble.
Cenicientos, Monterrey,
y Monterrey y Cenicientos
van en alas de los vientos
y de igual Virgen son grey.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho