jueves, 6 de enero de 2011

La obra de Mauricio Magdaleno

La obra de Mauricio Magdaleno es una crítica hacia los resultados de la Revolución mexicana. El ambiente rural predomina en ella y también la marginación de las clases bajas. Mapimí 37, denuncia la manera como operaban los grandes latifundios, en especial cuando la tierra ejidal es rica, en este caso el petróleo es el objeto del deseo de los inversionistas estadounidenses. Esa postura crítica es la misma que lo llevó a fundar Teatro de Ahora y a buscar nuevos aires, alejados de la política, a España.

Existe un elemento que Magdaleno trata al menos en dos de sus obras: el deseo de la propiedad de la tierra. En Campo Celis, y en “El ardiente verano” las fincas de los hacendados son sueños de los campesinos que labran la tierra, que sirven a los dueños. En ambos casos, el esfuerzo de unos y el derroche de otros, por un lado y un golpe de suerte del otro, llevan a feliz término la consecución de los objetivos.

También encontramos en su obra hombres y mujeres que físicamente no son agraciados. En “Llamarada”, el
Rey del fuego tiene una esposa que además de tener la cara manchada de paño es tuerta, y en Concha Bretón, la protagonista, una fea que logra el amor y reconocimiento de su pareja después de múltiples rechazos.

También se puede observar en la obra del zacatecano que desde su primera novela realiza juegos con la temporalidad, como haciendo una premonición de su futuro como guionista.Un capítulo narra la acción pero el siguiente regresa el tiempo y el espacio para darnos más datos de la trama. Hombre ecuánime, vislumbró a Porfirio Díaz de carne y hueso, terrenal, más como un Ulises moderno y mexicano, en una época en que la historia de bronce lo catalogaba simplemente de tirano; años después, el neoliberalismo lo sacaría del infierno histórico.

Heredero de la tradición costumbrista, Magdaleno es reconocido como un escritor de los problemas sociales y del conflicto revolucionario. Su obra refleja mucho de lo que vivió. Así, El resplandor devela una realidad
que seguramente conoció cuando fue maestro rural del Mexe, en Hidalgo. Sus cuentos “Cuarto año”, “Las carretelas” y “El caimán”, muestran una irónica nostalgia por su infancia en Aguascalientes. Por ello no es de extrañarse que personajes como El cojo Eloy aparezcan repetidamente en estos relatos.

En Las palabras perdidas, encontramos una crónica vibrante de su época en el vasconcelismo. Ahí también podemos ver quiénes fueron los maestros que leía y de los que abrevó para realizar su literatura y los referentes que iban creando, de acuerdo al momento que vivían:

Esa noche, en nuestra desmantelada recámara de una vivienda de vecindad
de Mina, a unos pasos del mercado Dos deAbril,Vicente [su hermano] trajo
a colación otros torcedores de patria y releímos interrumpiéndonos a cada
párrafo para identificar con la nuestra la pasión de los torturados de
Dostoievski, dos capítulos de Los hermanos Karamazov. (Mauricio Magadaleno, Las palabras perdidas,
México, 1985, FCE, p. 56.)

Pero no sólo degustaba de Dostoieveski en sus lecturas, también encontramos a Gorki, Papini, Nietzsche, D’Annunzio, Ibsen y Andreief. Todos ellos sembraron algo en la vida de Magdaleno, que cosecharía años después en sus escritos. Reconocido, principalmente, en su faceta de guionista, son pocas las antologías de la literatura mexicana del siglo XX, que no sean especializadas en la época revolucionaria, que lo incluyen (mismo mal que padece otro zacatecano: Roberto Cabral del Hoyo). Este año, es una buena oportunidad para que pretextando su primer centenario, leamos la obra de Mauricio Magdaleno. (Eduardo Campech Miranda)

http://dgb.conaculta.gob.mx/Documentos/PublicacionesDGB/RevistaBibliotecario/2006/Bibliotecario59.pdf

No hay comentarios:

Publicar un comentario