martes, 25 de enero de 2011

El libro triste o el trabajo del duelo

El trabajo del duelo: el reverso del morir
  
De Maurice Blanchot
  
María de los Ángeles, una muy buena amiga, me regaló El libro tristede Michel Rosen y Quentin Blake (Ediciones Serres, 2004). Me lo leyó enseguida. En la primera página me encontré de inmediato, ahí estaba yo en la imagen (hecha en acuarela con colores pastel y tinta china, muy sonriente) y en el texto que la acompañaba: Este soy yo cuando estoy triste./Quizá pueda parecer que estoy contento en esta foto./En realidad estoy triste pero finjo que estoy contento./ Lo hago porque creo que no les gusto a los demás/ cuando tengo aspecto triste. Lloré.
  
Mi amiga no sabía si continuar leyendo y yo le pedí que lo hiciera. Lo leyó completó. Decir que el texto trata de la tristeza es una obviedad. El libro es un texto sobre el duelo mal vivido y sobre la imposibilidad de llorar. El texto no es un cuento es una reflexión sobre la tristeza, el personaje da respuesta a preguntas como ¿qué se hace cuando se está triste? ¿quiénes se sienten tristes? ¿cuándo se siente uno triste? escribe un poema donde trata de explicar qué es la tristeza. Recuerda lo que hacía su hijo fallecido.
  
A pesar de la tristeza, en ninguna imagen se encuentra al personaje que cuenta llorando ni se mencionan palabras relacionadas con el llanto o las lágrimas. Explica lo que hace cuando se siente así, pero nunca da, como una opción, el llanto. Está pasmado. Está pasmado cuando grita en la regadera y cuando frente a una vela ve una fotografía que imagino es la del hijo muerto, el hombre tiene un papel y una pluma en la mano. Quiere escribir algo, pero está pasmado. Tiene el duelo atorado porque teme al llanto. Yo estoy allí ahora, también, en el pasmo (Hasta este momento, tendría que reescribir). Al personaje se le había muerto su hijo, a mi se me había muerto mi padre.
  
A partir de los talleres de lectura y escritura que he impartido sé que los libros acompañan a nuestro dolor, a nuestra experiencia y ayudan a enfrentar las experiencias nuevas. Ahora no sé qué tan cierto sea esto. Muchas veces he leído el poema de La muerte del mayor Sabines, de Jaime Sabines; muchas veces en mis talleres, he leído una prosa del poeta Francisco Hernández sobre la muerte de su padre y la de Eliseo Diego, La eternidad por fin comienza un martes, (y con la cual ponía una actividad de escritura automática); leí de un tirón La invención de la soledad de Paul Auster, que comienza con la muerte de su padre y desarrolla este tema, a través de todo el libro con la manera peculiar de contar del norteamericano. Y conozco las Coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manrique. Además, algunos otros libros infantiles que tratan el tema. Nada de esto me hizo inmune al dolor de la noticia de la muerte de mi padre (26 de septiembre 2005), aunque estuviera preparado para ello de tiempo atrás (Mi padre tenía 81 años y una angina de pecho). Yo nunca comprendí, hasta ahora, que todos estos textos no tratan sobre la muerte sino sobre el duelo, la pérdida del padre, sí, pero sobre todo, sus consecuencias. Y éstas hay que vivirlas.
  
La muerte es inasible. Llorar es una acción concreta y difícil. Ahora recuerdo otros dos textos de escritores argentinos, el de Cortázar, "Instrucciones para llorar" y el de Oliverio Girondo de Extravagario, "llorarlo todo pero llorarlo bien" (cito de memoria). La muerte de mi papá es tan trágica para los que no morimos que su duelo es peor que su muerte. Y no. El llanto, como el agua, limpia. Tengo tantas cosas que recordar, pensar, platicar de él. Y ahora es tan doloroso hacerlo. Ahora recuerdo un poema de Carla García, una amiga poeta de Veracruz, que dice La muerte/ atrapada por un lápiz /no puede morirse más. La muerte se atrapa con un lápiz, la muerte se escribe y como dice la cita de Germán Dehesa en este mismo boletín: Hay cosas que sólo se alivian contándolas. El libro triste propone a partir de la lectura escribir algo para aliviar el dolor, la tristeza, escribir para poder soltar el llanto. ¿Qué lugar es el recuerdo si uno no puede estar allí? Y eso me duele y me da coraje, mucho coraje, no entiendo bien porqué como el personaje de El libro triste. Ahora que lloro y estoy triste espero que le siga gustando a ustedes, mis amigos que, definitivamente, no son los demás.
  
Los libros no son los amigos de carne y hueso. Esos objetos cuyos contenidos acompañan y compartimos con seres queridos y la familia. Para llorar y reconfortarse no hay nada como el abrazo de un cariño. El libro triste da la posibilidad de recargarnos sobre un amigo, un familiar, un cuaderno, escribir y llorar a gusto.
  
Joaquín Pereztejada 

Publicado en: libroandamio e n R e d. L e c t u r a , e s c r i t u r a y a r t e,  año II,  vol. 5, febrero de 2006.

No hay comentarios:

Publicar un comentario