jueves, 6 de enero de 2011

Cambia, todo cambia

Por Marena Briones Velasteguí


Ya lo dijo Julio Numhauser en el estribillo de esa hermosísima canción que la “Negra” Sosa inmortalizó con su poderosa voz, y cuya primera estrofa reza así: “Cambia lo superficial. Cambia también lo profundo. Cambia el modo de pensar. Cambia todo en este mundo”. Ya lo han dicho otros y otras, y ya lo sabemos perfectamente como humanidad. Tanto como sabemos que ni todo cambia igual, ni con el mismo ritmo, ni necesariamente para ser mejor. Tanto como sabemos también que, aunque en cierta forma todo cambie, seguimos cargando sobre nuestras espaldas los mismos viejos problemas y las mismas inquietantes incertidumbres de siempre. La diferencia es que ahora problemas e incertidumbres se han diversificado, muestran facetas insospechadas y han adquirido mayor complejidad; entre otras causas, por las transformaciones sociales que han ido empujando los acelerados avances científicos y tecnológicos que han tenido lugar desde la segunda mitad del siglo pasado.

En ese contexto, numerosos y variados son los temas que podrían guarecerse bajo estas líneas. Todos cruciales para el mundo y, por supuesto, para el Ecuador.

Hoy, a mí me ha tentado uno en particular, que tiene nada más y nada menos que alrededor de 2 millones de entradas en Internet: el futuro del libro de papel. Gran debate el que está suscitando. Entre los apocalípticos que lo han condenado a una muerte segura y los soñadores que le auguran una vida casi eterna, corren ríos diversos de opiniones.

Claro, con proyectos como el de Google, que aspira a colgar en la red 50 millones de libros digitalizados; o con iniciativas como la de crear una biblioteca virtual europea, a la que se han sumado las bibliotecas nacionales de Francia, España, Alemania, Grecia, Austria, Bélgica, Hungría, Dinamarca, Irlanda, Estonia, Finlandia, Italia, Luxemburgo, Lituania, República Checa, Polonia, Holanda, Eslovaquia, Suecia y Eslovenia; o con la existencia de los denominados “intelectuales digitales”, que abogan por un escaneo libresco universal; entre todo lo demás que está en plena marcha y todo lo demás que se está planificando, razón de sobra hay para que la Era Gutenberg se sienta irremediablemente amenazada.

Lo cierto, en todo caso, es que aún es demasiado temprano para intentar predecir qué quedará -si queda algo- del libro de papel, incluso con el aligerado paso tecnológico que vamos llevando. Todavía -para muchísimo rato más, tal como están las cosas- hay suficientes razones para anticiparle al libro de papel una larga supervivencia.

La escritora y periodista Irene Lozano ha dado así en un clavo sustancial: “¿Alguien cree que los analfabetos existentes hasta ahora lo eran porque no se habían inventado los buscadores electrónicos o el escáner? ¿O será más bien por problemas políticos y sociales que Google no va a solucionar?”. ¿Qué obtendríamos en el Ecuador, por ejemplo, con que todos los libros del mundo estén colgados en la Internet, si aún no hemos podido ni siquiera lograr que todos nuestros niños y nuestras niñas accedan a la educación básica con la calidad y las condiciones necesarias? 


http://www.hoy.com.ec/NoticiaNue.asp?row_id=268453

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