sábado, 26 de marzo de 2011

Hacer lectores a los mediadores, acto medular de los programas de promoción a la lectura

La convicción: parte fundamental de los programas de lectura.

Se ha dicho hasta el cansancio que las cuestiones inherentes en torno a la promoción del libro y la lectura, y la consiguiente formación de lectores es algo que nos preocupa a todos los aquí presentes, ¿pero a quién ocupa? En distintos sectores, en diversos espacios se escucha que el problema tiene su origen en la frase que se convierte en axioma: “como los maestros no leen, los niños tampoco”; luego, los maestros tienen la culpa. Verdad a medias o media mentira. Debo confesar que también fui partidario de esa postura. Ahora, al paso de los años, y con la experiencia de haber trabajado, aunque sea en una ocasión, en varios sectores, tanto escolares como civiles y penales, han cambiado mi paradigma. El problema de la lectura es un problema social que compete a todos: maestros, familia, medios de comunicación, funcionarios, políticos, figuras públicas, bibliotecarios, promotores culturales y de lectura, animadores de la lectura, escritores, libreros... todos.

Todos vamos en el mismo barco y cada uno es importante desde su trinchera, por decirlo de alguna manera. De poco o nada sirven que existan maestros que entreguen alma, corazón y vida en contagiar su gusto por la lectura, si el alumno o la alumna llegan a casa y se encuentran con que en los ratos de ocio se dedican a ver televisión. De poco sirven los esfuerzos por dotar de bibliografía y equipar bibliotecas públicas, escolares y de aula si en la casa el libro es un objeto ajeno tanto en el manejo (¿y cómo leo un libro?) como el poder adquirirlo (compro libros o como). De poco o nada sirve que existan familias interesadas en formar a sus hijos lectores e incorporarlos a otras posibilidades de recreación más cercanas al arte, la cultura y la esencia humana, si al llegar a la escuela la lectura sólo sirve para cumplir con los programas de la currícula académica.

Zacatecas cuenta con al menos tres programas de promoción de la lectura de índole gubernamental: Red Estatal de Bibliotecas Públicas, Programa Nacional Salas de Lectura y Programa Nacional de Lectura; además de otras instancias civiles tales como la Asociación Leyendo Juntos, la Asociación de Libreros de Zacatecas y los múltiples lectores que comparten sin empacho su pasión desinteresadamente. Entonces, ¿por qué estamos donde estamos en la prueba PISA? Dicha evaluación ubica muy mal al país en general y a la entidad en particular dentro de las competencias lectoras. Los adolescentes no tienen buena comprensión, no entienden. Pero ¿acaso lo hacen los maestros, bibliotecarios, promotores de lectura, padres de familia? Parte medular es sin duda el papel que desempeñe el mediador, entendiendo éste como aquel que facilita el acceso de los libros con el incipiente lector. Si se realizara una prueba similar a los mediadores, ¿qué resultados se obtendrían? ¿mejoraríamos? ¿empeoraríamos?

Y es que el asunto es fácil y sencillo: si no estamos convencidos de los privilegios y las posibilidades intelectuales que otorgan el leer, otra vez, de nada o poco sirven los esfuerzos, vengan de donde vengan. ¿Por qué fumamos si sabemos las fatales consecuencias que acarrea? Porque estamos convencidos de que es un placer. Sirvan, pues, de muestra varios botones.

Ahí los dejo, a mí no me gusta leer
Durante el ciclo escolar 2002-2003 fuimos invitados por varias escuela primarias para realizar actividades de animación de la lectura, la gran mayoría en la capital zacatecana. El primer día que llegamos a una escuela más bien marginal, por las condiciones de infraestructura y las características socioeconómicas que el alumnado traía a flor de piel, el maestro de sexto año, nos presenta como “aquí están unas gentes que vienen de la biblioteca. Ahí los dejo, a mí no me gusta leer” y se sale del salón. Al poco tiempo regresa sólo para dispersar la atención de los niños y estar jugando con uno de ellos. Si en este grupo escolar el acto lector no se efectúa porque al maestro le es desagradable, entonces no habrá lectores, ni aún con un millón de excelentes libros.

Socialmente se culpa al magisterio o al sistema educativo en la formación de lectores, porque es ahí donde se trata de acercarlos a la palabra escrita. Bueno, no hay que olvidar que la lectura y la escritura más que prácticas sociales, tienen el estigma de ser prácticas escolares. No obstante, dicha formación es más por obligación que por la convicción mencionada, tanto de los alumnos como de los maestros, de tal forma que leer se convierte en un mecanismo disciplinario y domesticador: “de castigo vas a leer de tal página a tal página”. Durante un Festival de la Palabra, en la Ciudad de México, Carmen Armendáriz sugería que se incluyera la materia de Promoción de la Lectura dentro del programa académico normalista. En lo particular considero que es un acierto que no está exento de engrosar lo que se quiere combatir. Si se va a diseñar una currícula académica de promoción de la lectura, en efecto, hay técnicas susceptibles de ser evaluadas, pero son técnicas de promoción como lo son la lectura en voz alta, narración oral, ingenio para diseñar estrategias de animación a la lectura y ejercicios de escritura, capacidad de la lectura escuchar y expresarse, entre otras, pero la característica primordial es que sea lector convencido del acto mismo. De lo contrario se estaría ante un esquema similar a los talleres de lectura y redacción que se cursan en la educación media superior y superior, donde encontramos una mínima cantidad de lectores y muy pésimas redacciones, males que se acarrean aún a nivel de posgrado.

El catálogo de sensaciones
Dentro del sistema escolar están las bibliotecas públicas, aunque no es propiamente una educación formal. Éstas fueron concebidas para ofertar libros y actividades de lectura a la población en forma gratuita. El problema de las bibliotecas es más profundo que en el magisterio. A pesar de ser una institución, como la escuela, con una gran nobleza, es considerada un área de castigo en muchos municipios, ahí van a parar los trabajadores que apoyaron al candidato perdedor. Gente improvisada que ha llegado incluso a altos niveles directivos (¿te acuerdas de Pedro, Mauricio?), ciudadanos y ciudadanas que la primera vez que entraron a una biblioteca fue como bibliotecario, que desconocen, muchas veces cómo tratar un libro, pero tienen la fortuna de conocer a algún funcionario del ayuntamiento.

En este tenor, recuerdo alguna ocasión ya hace varios años que una señorita de un municipio cercano a la capital zacatecana acudió a la Coordinación Estatal de Bibliotecas a capacitarse. Regularmente estas capacitaciones son de una semana, durante esa semana adquieren los elementos básicos para manejar una biblioteca. Pues bien, esta señorita, durante toda la semana demostró una indiferencia aterradora a la capacitación. El último día, al momento de la evaluación no encontraba el libro Cien años de soledad de García Márquez, “no estaba e el catálogo”, decía ella. Y claro, buscaba Sien años de soledad (sic). Al momento de hablar con ella y comunicarle que en vista de su lento progreso era menester estar una semana más en capacitación, ella respondió que no era forzoso, pues ya tenía asegurado el trabajo toda vez que un regidor era su novio. Hubo necesidad de llamarle la atención enérgicamente para que la chica cambiara su actitud. Sin embargo, esta anécdota es sólo técnica.

Si un usuario de la biblioteca pública pide Cien años de soledad, un libro de Jaime Sabines, u otro que hable de la literatura germana, se tiene el precioso auxilio del catálogo (de hecho son tres catálogos: autor, título y materia).


¿Qué pasa cuando un usuario pide al bibliotecario o bibliotecaria que le recomiende un libro de amor, un libro que lo hizo llorar, otro que lo hizo reír, uno que no quiso terminar, uno para leer después de hacer el amor, otro para cuando se va al baño, un libro para odiar, otro para viajar, un libro-espejo, un libro-ventana? Tenemos un gran problema si el bibliotecario no es lector, porque sencillamente no hay un catálogo de sensaciones, de sentimientos y evocaciones que experimentamos cuando leemos.

Dos horas que todos podemos dar
El Programa Nacional Salas de Lectura, es un programa donde participa la sociedad civil, donde no se recibe ninguna remuneración, ya que el trabajo de promoción de la lectura se hace voluntario y se exige como mínimo trabajar dos horas continuas a la semana. La proporción entre salas existentes tanto en el país, como fuera de él y en los estados, y la de salas que funcionan adecuadamente es muy desventajosa para las segundas. Lo anterior tiene que ver con el perfil de los coordinadores de la sala de lectura. Muchos de ellos son docentes o bibliotecarios. Esto parecería ser una ventaja, sin embargo no lo es ya que bastantes de ellos acarrean vicios como los mencionados arriba.


De hecho el trabajo no es tanto realizar actividades como convocar y conservar asistentes. Esto último es el talón de Aquiles de la promoción de la lectura en general. ("-Vamos a echarnos unas cheves. -Vamos" vs "-Vamos a leer. -Tengo cosas que hacer.") Mucho del compromiso de coordinador es realizar trabajo con la comunidad, pero nos hemos encontrado con quienes piensan que el acervo facilitado es para enriquecer la biblioteca familiar y ahí se queda.


De hecho iniciar por la familia es algo esperanzador. No podemos difundir o predicar lo que no hacemos. Si el mediador comienza por su familia, por su persona, tenemos algo empezado. Pero hay que seguir, hay que buscar nuevos lectores potenciales, otros espacios donde el libro es de difícil acceso. Un libro no se acaba con una lectura (ni de la misma, ni de diferente persona). Cada lectura revitaliza al libro y al lector.


En la medida que solventemos nuestras carencias lectoras, que si tenemos dificultades para entender un texto y compartamos con otros lectores los múltiples caminos para llegar a la comprensión, estaremos en condiciones de realizar una promoción más efectiva de la lectura. De lo contrario, seguiremos creando proyectos plagados de simulación.


EDUARDO CAMPECH MIRANDA

Texto publicado en "La Soldadera. Suplemento para todos", Suplemento Cultural de El Sol de Zacatecas, núm. 16, Año 1, domingo 25 de septiembre de 2005, pp. 4 y 5.

viernes, 25 de marzo de 2011

Biblioteca de Las Pilas recibe donación

NTRzacatecas.com
Staff/ntrzacatecas.com
Jueves 24 de marzo de 2011




Morelos.- El Colectivo Cultural San José Viejo, de la capital del estado, donó un lote de libros a la biblioteca Consuelo Román Díaz, de la comunidad de Las Pilas, con el objetivo de incrementar su acervo cultural.
“Con el objetivo de rescatar, revalorar y conservar el patrimonio material e inmaterial de nuestro entorno, nace en 2003 el Colectivo San José Viejo, en el barrio antiguo de la ciudad de Zacatecas.
En este contexto y a fin de reconocer la trayectoria de Consuelo Román Díaz, la Maestra Chelito, quien vivió en el barrio “San José Viejo”, los integrantes de este Colectivo Cultural decidieron donar libros de cultura general, así como revistas periodísticas que narran la historia contemporánea de México.
Miguel Darío Román, miembro del Colectivo y familiar de Román Díaz, sostuvo que la labor que su tía abuela realizó en Las Pilas durante 16 años no fue en vano, porque en este tiempo enseñó y motivó a sus alumnos a seguirse preparando, dando  como resultado los primeros profesionistas originarios de esta comunidad.
“Veo que su recuerdo perdura en este lugar y que en agradecimiento a su trabajo dedicaron esta biblioteca a su memoria e inmortalizar su nombre, para que las futuras generaciones se enteren que en Las Pilas, Morelos, Zacatecas, estuvo como profesora, amiga y enfermera, haciendo una gran labor entre los habitantes”, asevero.
Además, se entregó una serie de objetos personales de la homenajeada, entre los que destacan unos lentes, un libro de aritmética del año de 1912 con la rúbrica de la maestra, una carta escrita por el alumno Enrique Medina García el 15 de mayo de 1952 y una copia de la tesis de titulación de 1953.
El síndico municipal, Rodolfo Gómez, recibió el material y aseguró que éste será de gran ayuda para los visitantes asiduos a esta biblioteca.
La agrupación cultural está integrada por Raúl Santillán Medina, Rafael Novella Guerrero, Pamela Ramos Serna, Miguel Ángel Hernández Muños, Miguel Darío Román y Laura Marlén Santoyo.

Presupuestan únicamente $124 mil para 233 bibliotecas

NTRzacatecas.com
KUTZI HERNÁNDEZ | NTR
Martes 1 de marzo de 2011




La Coordinación Estatal de Bibliotecas, integrada por 233 recintos en toda la entidad, este año recibió un presupuesto de 124 mil pesos, el cual se destinará para el mantenimiento de Biblioteca Central Mauricio Magdaleno, informó de la instancia, Eduardo Mendoza Villalpando.
Lo anterior significa que para el mantenimiento de dicho centro, ubicado en el complejo Quebradilla, se dispondrá de aproximadamente 10 mil pesos mensuales.
El funcionario admitió que si el presupuesto se repartiera equitativamente entre todas las bibliotecas, “no les tocarían ni 500 pesos” a cada una. Explicó que cada municipio se hace cargo del mantenimiento de estos recintos y del pago al personal que ellos labora.
Además, no se invierte un solo peso en compra de libros, pues reciben donaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes; Mendoza Villalpando especificó que cada año reciben de esta institución federal de mil a 2 mil ejemplares, los cuales son distribuidos entre unas 50 bibliotecas, de acuerdo con sus necesidades.
El coordinador, quien está en ese puesto desde agosto pasado, afirmó que se requieren por lo menos 500 mil pesos para poner en funcionamiento los proyectos elaborados por esta instancia, la cual depende de la Secretaría de Educación y Cultura (SEC).
Señaló que hace unos cinco o seis años, la Coordinación Estatal de Bibliotecas recibía un presupuesto cercano a los 480 mil pesos, pero no se ejercía en su totalidad, por lo que cada año fue disminuyendo el monto de recursos para este rubro. En 2010, apenas se recibieron 110 mil pesos.
Eduardo Mendoza detalló que dentro de este presupuesto se contemplan gastos de gasolina, de aseo, entre otros. Para hacer una supervisión de todas las bibliotecas se requiere de aproximadamente 32 mil pesos, lo que significaría que cuatro supervisiones al año agotarían el presupuesto del que se dispone.
Entre sus proyectos, Mendoza Villalpando contempla una ludoteca y una cafetería en la Biblioteca Central Mauricio Magdaleno, así como Internet inalámbrico en el edificio. También planea adquirir una biblio-bicicleta, es decir, un anaquel rodante que sería instalado en el Parque La Encantada o en otra área verde, con el fin de acercar los libros a la ciudadanía.
Biblioteca Mauricio Magdaleno
Fundada el 16 de junio de 1986, la Biblioteca Mauricio Magdaleno está por cumplir 25 años.
Actualmente, este recinto cuenta con más de 80 mil libros en su sala general y 20 mil volúmenes en la infantil; tiene una filmoteca con 2 mil películas en formato VHS y 200 en disco compacto, una sala de cómputo e Internet gratuito, área de libros Braille, hemeroteca con 22 mil periódicos de la Colección Zacatecas y 310 mil 771 periódicos de la Colección Nacional, así como ocho laptops al servicio de investigadores que requieran de estos equipos durante varias horas al día.
Este inmueble permanece abierto de lunes a viernes de nueve de la mañana a nueve de la noche, y los sábados, de 10 a 15 horas.
Todos los días se ofrecen proyecciones de películas y de manera constante se realizan talleres de lectura en voz alta, lectura y redacción, taller de baile para jubilados, así como cursos dirigidos a profesores, entre otras actividades.

El catálogo de marcas de fuego está en línea


Bibliotecas con grandes fondos conventuales novohispanos divulgan en internet un registro colectivo para identificar libros que fueron marcados por diversas órdenes religiosas

Yanet Aguilar Sosa | El Universal

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Entre los riquísimos fondos bibliográficos antiguos que resguardan las bibliotecas mexicanas, hay un acervo único en el mundo: el de las marcas de fuego. En torno a esas colecciones que tienen la característica de haber sido “marcados” con una señal carbonizada colocada en los cantos (bordes) de los libros, se teje una atractiva historia con algunos temas sin resolver.
Se saben varias cosas: que fue en la Colonia cuando los libros, principalmente de los conventos, fueron marcados con fuego, que aunque hay algunos ejemplares en España y uno que otro en países que estuvieron bajo la influencia española como Perú, las grandes colecciones están en México y que provienen de las órdenes franciscana, agustina, carmelita, mercedarios, betlemitas y jesuitas, entre muchas más.
Sin embargo, hay muchas interrogantes. No se sabe a ciencia cierta en qué año comenzó y cuándo dejó de realizarse esa práctica, con qué tipo de instrumento se hacía la marca, pues no ha quedado ningún vestigio como prueba, tampoco se sabe bien a bien cuál era la finalidad de “marcarlos”, aunque la principal hipótesis era determinar “propiedad” y desconocen, porque no hay pruebas, si Nueva España fue donde primero se hizo o si fue una práctica que se importó desde España.
Por todas esas preguntas sin respuesta y para tratar de hacer un registro completo de los miles de libros con marcas de fuego que hay en las bibliotecas públicas mexicanas, en su mayoría adscritas a universidades, se ha creado en línea el Catálogo Colectivo de Marcas de Fuego, impulsado por la Biblioteca José María Lafragua de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la Biblioteca Franciscana de la Universidad de Las Américas, también en Puebla.
Esa herramienta tecnológica que coordinan los bibliotecarios de las dos instituciones, permitirá saber cuántas marcas de fuego existen y cuáles son las características de cada una de ellas, cuántos libros fueron marcados, cuántos se conservan y en qué biblioteca están, cómo se realizó la dispersión de las bibliotecas conventuales, y sobre todo ubicar dónde están esos libros que alguna vez estuvieron juntos en el librero de un convento.
Los resultados no se han hecho esperar. A una semana de que se puso en marcha el proyecto, que es de acceso libre y consulta gratuita, ya cuentan con el registro de cerca de 200 marcas de fuego agrupadas, hasta el momento, en nueve colecciones: Agustinas, Betlemitas, Carmelitas, Clero Secular, Franciscanas, Mercedarios, Monjas, No identificadas y Particulares.
Y es que aunque los libros con marcas de fuego provienen principalmente de los fondos conventuales de las órdenes religiosas que se establecieron en México durante la Colonia, hay una importante cantidad de libros “marcados” por instituciones del clero secular y de particulares, algunos de reconocidos bibliófilos como Melchor Ocampo y Manuel Omaña y Sotomayor.
Hermanos de sangre
Antes de este catálogo que se puede consultar en la página www.marcasdefuego.buap.mx, se habían publicado volúmenes que tenían el mismo objetivo: ser una herramienta básica para catalogar y conocer la procedencia de los fondos bibliográficos antiguos; entre ellos destacan Marcas de fuego, Catálogo publicado por la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia en 1989, Marcas de fuego de las librerías conventuales en la Biblioteca Elías Amador de Zacatecas de Manuel Villagran (1992) y Ex libris y marcas de fuego de Ernesto de la Torre Villar, publicado en 1994.
Con base en esos libros y en investigaciones recientes realizadas por las propias bibliotecas, se sabe que los libros que tienen esa señal carbonizada hecha con un instrumento candente, fueron publicados entre el siglo XVI y las primeras décadas del siglo XIX, que muchos eran propiedad de los conventos pero con las Leyes de Reforma los acervos se dispersaron o fueron entregados a bibliotecas públicas.
Manuel de Santiago, director de la Biblioteca José María Lafragua, impulsora del proyecto al que se unió la Biblioteca Franciscana, asegura que este catálogo colectivo permitirá saber dónde están “los hermanos” de un libro marcado con fuego de determinada orden, pues lo cierto es que esos libros estuvieron muchos años juntos en una librería y fueron separados en el siglo XIX.
“A la fecha, la marca a fuego, se valora como un testimonio histórico distintivo que permite identificar a las instituciones y particulares que se valieron de ellas como evidencia de haber sido los poseedores de ciertas colecciones bibliográficas. Aunque no se descarta que las marcas se aplicaran como una forma de selección”, dice el director de la biblioteca que hace años ya había puesto en línea un primer catálogo que contenía 130 marcas de fuego de los miles de libros que están en su poder.
Francisco Mejía, director de la Biblioteca Franciscana, dice que esa institución ha recogido colecciones franciscanas de diversos conventos, pero eso no implica que sólo haya marcas franciscanas pues es bien sabida la circulación que tuvieron los libros en el periodo novohispano. “Hay un buen número de marcas dominicas, carmelitas, del Seminario Conciliar, marcas de fuego particulares e incluso dentro de las franciscanas, hay por lo menos detectado un fraile que hizo su propia marca para su colección”.
Hugo Núñez, director de la Biblioteca de Colecciones Especiales Elías Amador de Zacatecas, por su parte afirma que el catálogo “nos va a permitir conocer la movilidad del libro a nivel regional y nacional. Además permitirá que estos libros se preserven, se conozcan y puedan ser más útiles para los investigadores del periodo novohispano”.
Vicente Espino, presidente de la Asociación Mexicana de Bibliotecas e Instituciones con Fondos Antiguos. A.C., asegura que con este catálogo colectivo nacional “vamos a saber qué conventos religiosos tienes tú en tus marcas de fuego y cuáles tengo yo, porque alguna vez ese colectivo estuvo junto, alguna vez todos los libros de los Carmelitas estuvieron en un solo librero cuando estaban en el convento. Hoy están dispersos y va a ser muy difícil que las bibliotecas renuncien a tenerlos, pero al menos se podrán tener juntos de nuevo digitalmente. Es un proyecto a largo plazo que está caminando”.
Va a paso tan seguro que a la Biblioteca José María Lafragua, donde comenzó el proyecto y donde la maestra Mercedes Salomón ha desarrollado la metodología de catalogación, y a la Biblioteca Franciscana, cuya universidad creó el software xmlibris que ha servido para poner en línea el catálogo, se han comenzado a sumar otras bibliotecas.
La Biblioteca Palafoxiana, igual que la Biblioteca del Colegio de Tlaxcala, la Biblioteca Eusebio Francisco Kino de la Compañía de Jesús en la Ciudad de México, la Biblioteca del Seminario Guadalupano Josefino de San Luis Potosí, la Biblioteca Elías Amador de Zacatecas y la Biblioteca del Centro Regional INAH-Puebla, entre otras, han enviado su carta para incorporarse al proyecto; ya recibieron la metodología y están a unos días de reunirse en Puebla para tener toda la información y recibir la capacitación.
Ampliando el registro
Una de las más ricas bibliotecas especializada en fondos antiguos es la Biblioteca de Colecciones Especiales Elías Amador de Zacatecas, que resguarda las colecciones de los conventos de las órdenes religiosas que se establecieron en el estado. Luis Hugo Núñez, director del recinto dice que ellos tienen más de 14 mil libros con alrededor de 40 marcas de fuego distintas. “Nuestro acervo es muy rico”, señala.
Cada biblioteca en su acervo tiene marcas identificadas que seguro se repetirán en el Catálogo Colectivo. Al ir sumando bibliotecas, se podrán ir encontrando nuevas marcas o se irán agrupando a las ya existentes.
Por ello es fundamental la capacitación sobre la metodología que ha desarrollado la Biblioteca Lafragua, ya que todos los registros de libros y de marcas de fuego deben contar con información específica, según el procedimiento.
Manuel de Santiago y Francisco Mejía dicen que entre los datos que debe contener cada registro que toda biblioteca realizará en línea desde su lugar de origen tras recibir una clave de acceso que les darán al darse de alta, es una ficha catalográfica del libro donde está la marca de fuego.
A la ficha se incluye la descripción de la marca, su medida, su forma, el sitio del canto del libro donde la tiene la marca, si procede de tal convento, cuál es su tipografía. Además hay mucho cuidado en incluir tres fotografía digitales: de la portada, de la marca de fuego y de la anotación manuscrita donde se da cuenta de la propiedad.
Y es que hay muchas variedades de marcas de fuego. Las hay que son monogramas o figurativas, ovales o cuadradas, muy primitivas o de acabados finos, con un emblema, una imagen o las siglas del convento; algunas combinan varios elementos.
Francisco Mejía dice que cada marca es medida a detalle para poder determinar cuándo es una marca original y cuándo se trata de una variación de la marca del mismo convento. “Hay variaciones importantes en el tamaño, ni siquiera el mismo convento lo tiene estandarizado; pueden hacer incluso monogramas, siglas que contengan el nombre del convento, pero también pueden ser emblemas, imágenes o una combinación de ambas, hay otras que son completamente ovales o cuadradas. La tipología es variada y todo se debe detallar”.
Gran parte de los libros con marcas de fuego están escritos en latín y en español antiguo, pero hay otros tantos en francés, italiano y hasta en alemán.
Con fuego se acredita la propiedad
Estas marcas se hicieron a partir de un instrumento metálico que no se conoce ni se sabe cómo ni de qué material era aunque todos coinciden en creer que era de hierro.
Miguel de Santiago asegura que la razón para marcar los libros era para señalar la propiedad y pertenencia, aunque existe también la hipótesis de que se marcaban aquellos libros que querían separarse del resto y hacer una lectura selectiva. “Pensamos que mayoritariamente está costumbre se hizo en la Nueva España, aunque no lo sabemos bien a bien, porque hay afirmaciones de que fue una práctica iniciada en España; sin embargo los investigadores no ofrecen pruebas”.
Aunque el catálogo es un gran paso en la conservación de fondos conventual, y en la preservación de fondos antiguos, hay un gran pendiente: una legislación que preserve los libros antiguos, pues no hay una ley que los proteja como objetos culturales.

Con problemas la biblioteca municipal de García de la Cadena, Zacatecas

Ana María Vacio

García de la Cadena, Zacatecas.- Credenciales vencidas, falta de afluencia y libros sin actualizar, son algunos de los problemas que enfrenta la biblioteca municipal, informó, María de Lourdes vega, encargada del lugar.

Dijo que ya se le solicitó a la coordinación estatal de bibliotecas que se les dote de más libros, debido a que los que ya existen son muy anticuados y requieren actualizarse; aunque aclaró que dicha coordinación ya envió un paquete para renovar algunos estantes.

Del mismo modo, dijo que actualmente ya es poca la gente que acude para leer un libro, y que el servicio que más se usa es el del Internet, ya que a este lugar acuden niños y jóvenes a hacer sus tareas.

Invitó a todas las personas afiliadas a la biblioteca municipal, a que actualicen sus credenciales para que puedan llevarse libros a sus casas y de esa manera, conozcan cosas diferentes.

Mencionó que se recibirá un curso de parte de la Coordinación Estatal de Bibliotecas, para impartir talleres como el de Mis Vacaciones en la biblioteca y algunos otros, que se ofrecen durante el año.

Mientras tanto, dijo que ya está realizando algunas actividades con los niños que acuden a este lugar a quienes se les ofrece inmediatamente que se afilien a la biblioteca y que tengan su credencial para que lean sus libros en sus casas.

A pesar de eso, dijo que es poca la gente que va a hacer alguna lectura, dijo que son más los niños que acuden a este lugar para leer algún libro de cuentos ya que son los únicos que se interesan.

Dijo que el resto de los visitantes, solo van a realizar alguna consulta por tareas que se les encargan, "pero nunca vemos gente que no sea estudiante que venga para consultar algún libro.

Por ello, reiteró la invitación a todos los habitantes de este municipio para que acudan a la biblioteca municipal en sus ratos libros a consultar algún libro, o bien que se afilien para que se les pueda prestar un libro con su credencial.


http://www.oem.com.mx/elsoldezacatecas/notas/n1970292.htm

Hacen homenaje en vida a la profesora María Contreras Escobedo

En el comienzo de los festejos del Día Internacional de la Mujer, Lucía Alonso Reyes, presidenta del Sistema Estatal DIF (SEDIF), entregó un reconocimiento a la maestra María Contreras Escobedo, quien durante 52 años ininterrumpidos entregó su vida a la educación.

La biblioteca Mauricio Magdaleno, lugar donde la profesora laboró durante más de ocho años, fue el escenario donde se realizó este homenaje en vida a una mujer que, pese a numerosas dificultades, fundó en Zacatecas 35 jardines de niños.

Esto, para favorecer a la educación de la ciudadanía zacatecana y para que las educadoras egresadas de la Escuela Normal, tuvieran una fuente de empleo.

En presencia de Angélica Náñez Rodríguez, directora general del Instituto para las Mujeres Zacatecanas (Inmuza), así como de familiares de la maestra Contreras, entre ellos su hija María Inés Esquivel Contreras, la presidenta del SEDIF externó a la festejada un respetuoso saludo del Gobernador Miguel Alonso Reyes.

Externó también su admiración por haber alcanzado importantes metas, en tiempos tan difíciles para las mujeres. El reconocimiento es en el marco del Día Internacional de la Mujer

Lucía Alonso felicitó a la docente por contribuir a la formación de muchas generaciones de zacatecanos y por su aporte a la educación en el Estado.

A nombre de la maestra Mary Contreras, quien por razones de enfermedad no pudo hacer uso de la voz, su hija María Inés agradeció el homenaje en vida a su madre.

Señaló que ella, a pesar de no poder hablar, sí puede sentir el cariño, el respeto y el reconocimiento que a nombre de la sociedad zacatecana le fue entregado este día.

Asimismo, mencionó que la veterana profesora luchó incansablemente por la educación preescolar en Zacatecas, por la formación de muchos educadores, hombres y mujeres de bien.

Además de haber sido la cofundadora de la Escuela Secundaria Técnica número 1, donde fue maestra de educación artística.

Por su parte, Angélica Náñez, Eduardo Mendoza Villalpando, coordinador general de Bibliotecas; el padre Jesús López de Lara; y la profesora Olga Ruiz, ofrecieron mensajes de agradecimiento y reconocimiento a la maestra Mary Contreras.

Coincidieron en señalar que es un ejemplo de vida, de dedicación, de esfuerzo y de inteligencia, virtudes que sembró en las mujeres y hombres de Zacatecas que durante más de 50 años pasaron por sus aulas.

Asistieron además a este emotivo evento, estudiantes del Jardín de Niños Rosaura Zapata, así como de las primarias Valentín Gómez Farías y Roberto Cabral del Hoyo, quienes entregaron cientos de flores a la destacada maestra zacatecana.
FOTOS: CORTESÍA

domingo, 20 de marzo de 2011

La lectura en la escuela

por Mónica Zalazar, profesora para la Enseñanza Primaria
Jueves 10 de Agosto de 2006

Es importante que los niños y adultos tengan acceso a los libros ya que la lectura es una vía para tener acceso al saber, pero también a la ensoñación, a lo lejano y por lo tanto al pensamiento.

La enseñanza tendiente a la formación de lectores requiere del contacto con los libros, frecuentación de la biblioteca escolar, la consulta (de ser posible) en otras bibliotecas y la exploración de librerías.

Para lograr el desarrollo de hábitos de lectura y promover modelos de comportamiento lector, éstas propuestas deben ampliarse y potenciarse. En este sentido conviene recordar que la frecuencia y el modo conque se produzcan estos encuentros entre los libros y los chicos serán fundamentales para desarrollar el interés por la lectura.

Cuando el maestro va a leerles un libro a los chicos puede contarles porqué eligió ese texto; si se relaciona con otro o presentar al personaje de la historia.

Puede destinar un tiempo a que los educandos recorran sus tapas o que hojeen las ilustraciones; simplemente para familiarizarse con la escena. No siempre hay que pedirles que adelanten la historia, pues la reiteración de consignas suele convertirse en una propuesta tan rutinaria como la de dibujar después de leer.

Al leer hacerlo en voz pausada e intrigante para captar la atención y despertar entusiasmo y curiosidad por la historia; mostrar una imagen o varias y hacer preguntas sobre los personajes o las situaciones a las que hacen referencia.

No es enriquecedor que los chicos tengan que realizar siempre alguna tarea posterior a la lectura. Las operaciones del pensamiento del lector son constantes. Un cuento fecunda permanentemente la inteligencia y la
imaginación.

El texto se disfruta.

Luego, entre todos podrán ir comentando, evaluando, riéndose juntos de alguna escena o personaje. La lectura dispara, a veces, la producción de textos, si bien no siempre es necesario que a una actividad de lectura le siga una de escritura.

Una buena manera de generar lectura compartida es que cada chico tenga posibilidades de aportar su reflexión y replanteárselas al escuchar las otras interpretaciones de sus compañeros.

En la lectura de un libro-album casi siempre van aportando los sentidos, que brinda la imagen con más rigurosidad que el adulto.

Además, van descubriendo que los textos más atrapantes son los que proponen desafíos.



En Diario El Independiente, Jueves 10 de Agosto de 2006
Año XLIV - Edición Nº 17.733,