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Es el segundo martes de visita al mercado. La incertidumbre de la primera sesión había dejado su lugar al entusiasmo. Ahora sí llevábamos algunas actividades planificadas. El calor era más intenso que la ocasión anterior. Buscamos una sombra que nos permitiera trabajar. Descartamos hacerlo en esta época adentro del mercado porque por las puertas de acceso ingresan ráfagas de viento frío y helado. En lo que el señor Márquez les hablaba a los niños, otros iban llegado, Ángeles consiguió una escoba para tratar de limpiar un poco una escalera bajo un árbol. Sin embargo, no sólo eran las hojas caídas, había también un nauseabundo olor a orines. Una señora se acercó y cuando tuvo conocimiento de nuestra actividad, se comprometió a tener limpio todos los martes.
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José Luis inició con una dinámica de integración. Ángeles decide realizar una actividad de exploración libre. Para ello llevamos dos bolsas repletas de libros y decidimos que el mejor lugar para colocarlos era una barda que está al frente del acceso principal. José Luis también había preparado durante la semana unos dibujos en cartulina que le ayudarían como material didáctico para su actividad. La barda fue cubriéndose de portadas multicolores y los niños poco a poco (en un principio algo tímidos) se acercaban a los libros.
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Es gratificante observar que hay madres y padres que llevan a sus hijos a la actividad, que depositan su confianza en nosotros y en las personas del mercado. La exploración es con plena libertad, la única consigna es que si no les gusta el libro elegido lo puedan cambiar. De esta manera, los niños se dejan llevar por los elementos paratextuales del libro. Pero no nada más los infantes fueron atrapados por el colorido de los libros, también los adultos. El primero que se atrevió a coger uno de los libros fue el propio señor Raymundo Márquez, lo miraba detenidamente, absorto.
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Otro caso que nos llamó la atención fue el de un señor, suponíamos que carnicero después supimos que vende frutas y verduras. Se acercó a observar los libros, recorrió toda la barda y de pronto, se detuvo en uno en particular. Comenzó a leerlo, le tomamos fotografías y no se percataba de ello. Dejo el libro y se metió al mercado. Minutos después salió con una libreta y un bolígrafo, comenzó a copiar algo de lo que había leído. El libro se llama
¡Feliz cumpleaños! y ofrece distintos tipos de felicitación dependiendo de la personalidad del destinatario.
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Uno de los libros que más llamó la atención de los niños fue el de una nadadora que se lanza desde el trampolín, El libro tiene la característica que las imágenes al pasarlas rápido dan la sensación de movimiento. Los niños hacían turno para tenerlo, hubo alguno que se lo mostraron a su padre y éste también disfrutaba del libro. Fue tal el éxito que se extravió.
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También durante este periodo de exploración una señora buscaba "Cien Años de Soledad" porque lo había leído en su juventud y quería volver a hacerlo. Un pequeñito aún no alfabetizado, nos narró "La sopa de piedra". Fue muy rico escucharlo recrear y reinventar la historia original, así como la explicación de una de las últimas imágenes, en la cual aparecen unas casas de madera en medio de un paisaje invernal. El niño concluyó que los personajes de su historia esperaban a Santa Claus. Le preguntamos por qué decía eso y nos mencionó que "Santa Claus llega cuando todo está blanco". Aquí vemos cómo es importante el conversar y dialogar para descubrir los conocimientos previos o referentes del lector.
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Después de darles tiempo para la exploración, Ángeles realizó una actividad, un juego que consistía en que yo sacaba tarjetas al azar y leía un título, ellos tenían que buscarlo en el acervo. Se divirtieron bastante y también eso propició que revisaran libros que no les habían llamado la atención en un primer acercamiento.
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José Luis preparó la lectura de "El rey del desierto". Preparó a los niños para que participaran en la actividad, les presentó a los personajes del texto y repartió el material didáctico que utilizaría. La historia de una estructura lineal y sencilla, permitiría a los chicos estar atentos para participar e intervenir cuando la historia así lo requiera.
Cuando terminó José Luis, los niños pedían otro cuento. Entonces aproveché que en la actividad de Ángeles se había escrito el título de "El topito Birolo que quería saber quién se había hecho eso en su cabeza". Durante la lectura en voz alta los niños permanecieron quietos y no intentaban tomar el libro o acercarse, miraban las imágenes cuando yo se las mostraba.
Hubo algunos niños que no se integraron a ninguna actividad, sencillamente tomaron un libro y comenzaron a leerlo por cuenta propia. Esta segunda sesión nos llenó de satisfacción.
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