Eduardo
Campech Miranda
Hace trece años, la
editorial Plaza & Janes publicó una maravilloso libro: Sol de mi antojo: Antología poética del erotismo gay. La selección
y el prólogo estuvieron a cargo de Víctor Manuel Mendiola. El título de la obra
surge de un maravilloso, y divertido, soneto de Salvador Novo:
Pienso mi amor, en ti todas las horas
del insomnio tenaz en que me abrazo;
quiero tus ojos, busco tu regazo
y escucho tus palabras seductoras.
Digo tu nombre en sílabas sonoras,
oigo el marcial acento de tu paso,
te abro mi pecho –y el falaz abrazo
humedece en mis ojos las auroras.
Está mi lecho lánguido y sombrío
Porque me faltas tú, sol de mi antojo,
ángel por cuyo beso desvarío.
Miro la vida con mortal enojo;
y todo esto me pasa, dueño mío,
porque hace una semana que no cojo.
Sol de mi antojo devela, por un
lado, la vertiente humorosa de Novo que poco o nada se explota en la formación
de lectores, y mucho menos en la escuela. El lector experimentado, el
aficionado de la poesía seguro no se sentirá sorprendido, e incluso podría
considerar que hacen falta más nombres, o que hay autores de más. Pero así son
las antologías.
Las distintas
maneras de abordar el erotismo gay, las voces diversas, enriquecen y dan
colorido al cuerpo del libro: figuras audaces, para su época, de la intimidad
lésbica: “y en medio de los muslos enlazados,/dos rosas de capullos
inviolados/destilan y confunden sus esencias” (“El beso de Safo”, de Efrén
Rebolledo); admiración, anhelo y deseo de la mujer hacia la mujer: “Su monte de
Venus…/un inmenso clavel negro./Yo quisiera leer los pechos de Magaly/y
encontrar a Dios entre sus piernas.” (“Los pechos de Magaly”, de Silvia Tomasa
Rivera); “Estamos juntas./Sé que estamos fundidas en la misma/imagen, voz y
caricia.” (“La mirada”, de Reyna Barrera).
También encontramos
la urgente necesidad de estar lejos de las miradas indiscretas (nuestra
sociedad, tan partidaria de la doble moral, se escandaliza): “Que se cierre esa
puerta/que no me deja estar a solas con tus besos.” (“Recinto”, de Carlos
Pellicer); la urgencia del otro: “Si cada uno dijera en un momento dado,/en
sólo una palabra, lo que piensa/las cinco letras del deseo formarían una enorme cicatriz luminosa,/una
constelación más antigua, más viva aún que las otras.” (“Nocturno de Los
Ángeles”, de Xavier Villaurrutia); la entrega incondicional: “Cuando sientas
que estás en el límite/de los ribetes y orillas de esta vida;/cuando la
coreografía de las cortinas/haga saber que se te escapa el aliento;/cuando
escriba yo el último cuando…/Ahí estaré, perro feroz y callado felino/-de
perfil-,/atento a tu llamado.” (“Cuando el mundo invisible rodee…”, de Uriel
Martínez).
Junto con el citado
texto de Novo, encontramos otros del mismo autor, y con el mismo sentido del humor:
Nos volvemos a ver. Año tras año
soñé con encontrarte en mi camino,
¡Sol de mis ojos, luz de mi camino!
¿No quisieras, mi bien, tomar un baño?
Nos encontramos uno al otro extraño:
Gordo tú, flaco yo -¡mundo mezquino!-
Y me complace ver -¡oh, desatino!-
que hay cosas que no cambian de tamaño.
Te quiero como antaño te quería:
con pasión, con dolor, con amargura,
cual si este siglo hubiese sido un día.
Quiero corresponder a tu ternura:
Levanta tu barriga, vida mía,
que me voy a quitar la dentadura.
Sol de mi antojo es un texto
para iniciar a los jóvenes en la poesía, pero más importante aún, para formar
seres humanos incluyentes y tolerantes.
Mendiola, Víctor Manuel (sel. y prol.): Sol de mi antojo. Antología poética de
erotismo gay, México, Plaza & Janés, 2001, 257 p.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, mayo 19 de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario