Eduardo Campech Miranda
Estimado joven:
A pesar de que no tener el gusto
de conocerte, sé de tu entusiasmo por la formación de lectores y la promoción
de la lectura. No te llamo mediador porque es una acción (al margen de lo que
algunos teóricos argumentan), que a mi juicio, tiene en la misma práctica la
capacidad de vincular de manera significativa al individuo y al libro. El
promotor también tiene ese propósito, pero no siempre lo consigue. Ejemplos de
lo anterior los encontramos en aquellos bibliotecarios, maestros y padres de
familia que consiguen, con sus prácticas y buenos deseos, vacunar contra la
lectura.
Primero, te sugiero (todas mis
apreciaciones son sugerencias), que la energía, el empeño y el panorama
optimista que te planteas al iniciar esta labor, continúe constantemente. Pero
también, que mantengas los pies sobre la tierra. No, de ninguna manera vas a
tener ochenta asistentes a cada uno de tus actos de lectura que planees.
Recuerda: los estás invitando a leer, no les estás regalando cerveza u otro
objeto. Ni mucho menos eres una personalidad que convoca con sólo su nombre (o
figura).
Y he aquí donde la necedad (bien
encaminada) te redituará frutos. Piensa, primero, para qué quieres que la gente
lea. Una vez que respondas a esta pregunta, pero no una respuesta fácil,
inmediata, de esas que todos conocemos y que tanto enarbolan las personas que
no leen. ¿Por qué es importante esto? Porque así tendrás oportunidad de ofrecer
algo concreto, y no sólo una abstracción.
Utiliza lo anterior como
pretexto, como campaña de mercadotecnia. No te desanimes si en las primeras
ocasiones va una o ninguna persona. Sin que mi intención sea emular a Og
Mandino, Alfonso Lara Castilla, José Cruz o cualquier otro autor de superación
personal, te aconsejo: analiza la situación, modifica si es necesario y
persevera. La lectura no es de multitudes. La atención personalizada le
brindará a tu prospecto de lector la confianza para dialogar y revalorar sus
apreciaciones. De ello dependerá algo fundamental: el reconocimiento del otro.
Lee, pero lee con gusto, con
curiosidad, con una actitud de diálogo y reto ante el libro. Exígete como
lector. Busca apoyo en lectores más avanzados (no estamos obligados a saberlo
todo). Nutre tus lecturas con conversaciones significativas, con otras
manifestaciones culturales, con la experiencia de vida (tuya y de otros). Haz
de la lectura un reto, y de ese reto, un placer.
Y, principalmente, muestra lo que
la lectura ha hecho en ti: mejorado tu lenguaje (ya no digas “íbanos”,
“estábanos”); mejora tu ortografía y tu redacción, escribe, escribe también
mucho, pero mantén un ojo crítico. Las grandes obras no se hicieron sin
borrador.
Finalmente, mantén siempre una
buena disposición al aprendizaje. Si piensas que lo sabes todo, o que sólo la
gente con gran fama te va a dejar algún conocimiento, Si piensas que lo sabes
todo, deja a la lectura en paz, y prepara tu funeral.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, junio 9 de 2014.
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