lunes, 15 de septiembre de 2014

Carta a un joven promotor de lectura


Eduardo Campech Miranda


Estimado joven:

A pesar de que no tener el gusto de conocerte, sé de tu entusiasmo por la formación de lectores y la promoción de la lectura. No te llamo mediador porque es una acción (al margen de lo que algunos teóricos argumentan), que a mi juicio, tiene en la misma práctica la capacidad de vincular de manera significativa al individuo y al libro. El promotor también tiene ese propósito, pero no siempre lo consigue. Ejemplos de lo anterior los encontramos en aquellos bibliotecarios, maestros y padres de familia que consiguen, con sus prácticas y buenos deseos, vacunar contra la lectura.

Primero, te sugiero (todas mis apreciaciones son sugerencias), que la energía, el empeño y el panorama optimista que te planteas al iniciar esta labor, continúe constantemente. Pero también, que mantengas los pies sobre la tierra. No, de ninguna manera vas a tener ochenta asistentes a cada uno de tus actos de lectura que planees. Recuerda: los estás invitando a leer, no les estás regalando cerveza u otro objeto. Ni mucho menos eres una personalidad que convoca con sólo su nombre (o figura).

Y he aquí donde la necedad (bien encaminada) te redituará frutos. Piensa, primero, para qué quieres que la gente lea. Una vez que respondas a esta pregunta, pero no una respuesta fácil, inmediata, de esas que todos conocemos y que tanto enarbolan las personas que no leen. ¿Por qué es importante esto? Porque así tendrás oportunidad de ofrecer algo concreto, y no sólo una abstracción.

Utiliza lo anterior como pretexto, como campaña de mercadotecnia. No te desanimes si en las primeras ocasiones va una o ninguna persona. Sin que mi intención sea emular a Og Mandino, Alfonso Lara Castilla, José Cruz o cualquier otro autor de superación personal, te aconsejo: analiza la situación, modifica si es necesario y persevera. La lectura no es de multitudes. La atención personalizada le brindará a tu prospecto de lector la confianza para dialogar y revalorar sus apreciaciones. De ello dependerá algo fundamental: el reconocimiento del otro.

Lee, pero lee con gusto, con curiosidad, con una actitud de diálogo y reto ante el libro. Exígete como lector. Busca apoyo en lectores más avanzados (no estamos obligados a saberlo todo). Nutre tus lecturas con conversaciones significativas, con otras manifestaciones culturales, con la experiencia de vida (tuya y de otros). Haz de la lectura un reto, y de ese reto, un placer.

Y, principalmente, muestra lo que la lectura ha hecho en ti: mejorado tu lenguaje (ya no digas “íbanos”, “estábanos”); mejora tu ortografía y tu redacción, escribe, escribe también mucho, pero mantén un ojo crítico. Las grandes obras no se hicieron sin borrador.


Finalmente, mantén siempre una buena disposición al aprendizaje. Si piensas que lo sabes todo, o que sólo la gente con gran fama te va a dejar algún conocimiento, Si piensas que lo sabes todo, deja a la lectura en paz, y prepara tu funeral.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, junio 9 de 2014.

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