viernes, 19 de septiembre de 2014

¡Feliz Día del Bibliotecario!

Eduardo Campech Miranda

Ayer 20 de julio se celebró el Día del Bibliotecario en nuestro país. Es altamente probable que haya pasado desapercibido para el grueso de la población. No hubo pronunciamientos gubernamentales. No, al menos en el territorio estatal. Tampoco hay felicitaciones en racimo. Ayer fue el Día del Bibliotecario, y peor aún, no todos los bibliotecarios se enteraron.

Lo anterior responde, entre otras causas, a la invisibilidad de la profesión. Me refiero, primordialmente, a los bibliotecarios públicos. Ignoro por completo el ámbito de aquellos colegas que se formaron en una universidad.

La mayoría de las veces el personal bibliotecario llega de manera azarosa a su cargo: es premio y castigo de las campañas electorales, compromiso de familia o amistad, sucursal de Siberia en México. Ciudadanos que, como lo he dicho en otras ocasiones, la primera vez que pisaron una biblioteca fue para solicitar trabajo o asumir un cargo.

Dentro de ese universo se destacan aquellos que se identifican con su labor. Esos que descubrieron que su materia prima son los libros y la lectura, y su razón de ser, la sociedad. Esos que ante la carencia de material, le brindan opciones al usuario. Porque justo es decir que también hay de esos.

¿Cómo puede el bibliotecario despojarse de esa invisibilidad? En primer lugar, asumirse como bibliotecario y no como cuidador de libros. No basta con organizar, acomodar, alinear el material bibliográfico. No es suficiente con dar, en mano, el libro a quien lo solicita. Y es lamentable un “no sé” o “no lo tenemos”. Hay que brindar opciones, hay que sumergirse en los libros. Bibliotecario que se aburre en su trabajo, no sirve.

En segundo lugar debe proyectar su trabajo más allá de los muros de la biblioteca. Estos espacios son concebidos como una extensión de la escuela. Debe ser capaz de mostrar por qué es importante su trabajo para el ama de casa, el mecánico, la cocinera, el taxista. Al realizar lo anterior, está diciendo a la sociedad: “cualquiera puede cuidar los libros, pero no cualquiera puede acercarte a la información.”

Es así, por lo descrito en el párrafo anterior, que el bibliotecario no puede ser inmune a las transformaciones que sacuden a nuestra sociedad. Es decir, debe aprender a manejar las nuevas tecnologías, informarse a través de ellas, desarrollar el criterio de selección de fuentes electrónicas, vincular éstas con los libros, complementarlos.

Existen bibliotecarios que se precian de contar con diez o más años de experiencia, sin embargo, su práctica es la misma desde que iniciaron. Otros, en cambio, se preparan, se forman, indagan, para su crecimiento personal y profesional. Leen, lee tan bien, que su sentido crítico se agudiza y cuestionan. Mal asunto, a los señoritingos del poder no les gusta que los sometan a juicios. Todo lo que hacen están bien y es por nuestro bienestar. Entonces el bibliotecario se expresa, propone, y firma su próxima salida de la biblioteca.


Felicidades, pues, a todos aquellos bibliotecarios que se enorgullecen de serlo, y que día a día, lo demuestran con su trabajo.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, julio 21 de 2014.

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