Eduardo Campech Miranda
Ayer 20 de julio se celebró el
Día del Bibliotecario en nuestro país. Es altamente probable que haya pasado
desapercibido para el grueso de la población. No hubo pronunciamientos
gubernamentales. No, al menos en el territorio estatal. Tampoco hay
felicitaciones en racimo. Ayer fue el Día del Bibliotecario, y peor aún, no
todos los bibliotecarios se enteraron.
Lo anterior responde, entre otras
causas, a la invisibilidad de la profesión. Me refiero, primordialmente, a los
bibliotecarios públicos. Ignoro por completo el ámbito de aquellos colegas que
se formaron en una universidad.
La mayoría de las veces el
personal bibliotecario llega de manera azarosa a su cargo: es premio y castigo
de las campañas electorales, compromiso de familia o amistad, sucursal de
Siberia en México. Ciudadanos que, como lo he dicho en otras ocasiones, la
primera vez que pisaron una biblioteca fue para solicitar trabajo o asumir un
cargo.
Dentro de ese universo se
destacan aquellos que se identifican con su labor. Esos que descubrieron que su
materia prima son los libros y la lectura, y su razón de ser, la sociedad. Esos
que ante la carencia de material, le brindan opciones al usuario. Porque justo
es decir que también hay de esos.
¿Cómo puede el bibliotecario
despojarse de esa invisibilidad? En primer lugar, asumirse como bibliotecario y
no como cuidador de libros. No basta con organizar, acomodar, alinear el
material bibliográfico. No es suficiente con dar, en mano, el libro a quien lo
solicita. Y es lamentable un “no sé” o “no lo tenemos”. Hay que brindar
opciones, hay que sumergirse en los libros. Bibliotecario que se aburre en su
trabajo, no sirve.
En segundo lugar debe proyectar
su trabajo más allá de los muros de la biblioteca. Estos espacios son
concebidos como una extensión de la escuela. Debe ser capaz de mostrar por qué
es importante su trabajo para el ama de casa, el mecánico, la cocinera, el
taxista. Al realizar lo anterior, está diciendo a la sociedad: “cualquiera puede
cuidar los libros, pero no cualquiera puede acercarte a la información.”
Es así, por lo descrito en el
párrafo anterior, que el bibliotecario no puede ser inmune a las
transformaciones que sacuden a nuestra sociedad. Es decir, debe aprender a
manejar las nuevas tecnologías, informarse a través de ellas, desarrollar el
criterio de selección de fuentes electrónicas, vincular éstas con los libros,
complementarlos.
Existen bibliotecarios que se
precian de contar con diez o más años de experiencia, sin embargo, su práctica
es la misma desde que iniciaron. Otros, en cambio, se preparan, se forman,
indagan, para su crecimiento personal y profesional. Leen, lee tan bien, que su
sentido crítico se agudiza y cuestionan. Mal asunto, a los señoritingos del
poder no les gusta que los sometan a juicios. Todo lo que hacen están bien y es
por nuestro bienestar. Entonces el bibliotecario se expresa, propone, y firma
su próxima salida de la biblioteca.
Felicidades, pues, a todos
aquellos bibliotecarios que se enorgullecen de serlo, y que día a día, lo
demuestran con su trabajo.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, julio 21 de 2014.
Excelente artículo querido Lalo !!
ResponderEliminarMuchas gracias Licenciado, reciba un cordial y afectuoso abrazo.
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