lunes, 12 de diciembre de 2011

De las botas de León a los mocasines de San Mateo Atenco

Eduardo Campech Miranda[1]

El problema del libro no está en los millones de pobres que apenas saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir.
GABRIEL ZAID

La presentación de Enrique Peña Nieto en la fil 2011 inevitablemente nos hizo recordar a Vicente Fox. Las redes sociales de inmediato daban cuenta del suceso. Uno de los primeros portales en difundirlo fue el del diario español El País, bajo el título:”El candidato presidencial que no es capaz de citar tres libros que le han marcado”.

La burla, el escarnio, el ingenio y hasta la frustración hicieron su aparición en Facebook y Twitter. Siguiendo las publicaciones sobre el tema se pueden encontrar aspectos positivos y negativos. Por el lado de los primeros, pocas veces la lectura es un tema sobre el que hablen, escriban, opinen y lean un gran número de personas casi en un mismo tiempo. Es, asimismo, una muy buena oportunidad para que la clase gobernante que no lee (y que supongo que es una mayoría), lo haga. Ahora le tocó el turno a Peña Nieto, pero los demás candidatos, si no son lectores, no están exentos: cuando veas las lecturas de tu vecino postear, pon las tuyas a deletrear.

Durante la pasada campaña proselitista en la entidad zacatecana, fui testigo (y lector) de una discusión vía Facebook de dos políticos de partidos distintos (hoy ambos son diputados locales). Dejando de lado el nivel de debate, que además era paupérrimo (“pero tú votaste por….”, “y tu apoyaste a…”), la ortografía dejaba mucho qué desear. Metiche, como soy, se los hice saber y uno de ellos, el propietario del muro, ni tardo ni perezoso, me bloqueó, impidiéndome con ello seguir atormentándome la vista y el cerebro.

Si el mexiquense no fuera parte de la clase que gobierna esta nación (la cual, dicho sea de paso, pareciera que vive en otro país, si no lo cree, pregúntele a Pau), además de su deseo por ocupar la silla presidencial, tal vez el acto hubiera quedado como simple anécdota que engrasa el nada envidiable currículo de personalidades de la farándula. Sin embargo, las condiciones que vive el país exigen un estadista como tal. Y un estadista no es un analfabeto funcional.

Si leer, como se ha demostrado, ejercita y mejora la memoria, incrementa el lenguaje, agudiza la postura crítica, entonces las defensas que se puedan hacer del candidato tricolor son insustentables por naturaleza. Ahora bien, ¿cómo convencer a la infancia y a la juventud para que lean si los hechos muestran que la lectura no te lleva al éxito? Es decir, la imagen del éxito no es compatible con la lectura, situación que no se limita al ámbito político, pero es el que más nos afecta. ¿Cómo convencer de la importancia de la lectura en el desarrollo humano cuando se pueden publicar libros sin ser lector, y aspirar a conducir un país? En las respuestas a estas preguntas radica parte de la trascendencia del hierro de Peña Nieto.

Por otro lado, y tal como escribió un amigo: “Ahora resulta que todo mundo lee!! Y las bibliotecas y las librerías vacías!!” ¿Cuántos de los títulos parodiados fueron leídos en realidad? La gran mayoría de ellos corresponden a best sellers. De todas las publicaciones que leí (hasta el miércoles 7 de diciembre al mediodía), ninguna refirió La Gaviota de Fernán Caballero, mucho menos conocida que Juan Salvador Gaviota, el cual sirvió para jugar con el título y el incidente. Se reproduce así una práctica común en la promoción de la lectura: invitar a la lectura desde la condición de no lector.

Sirva pues este episodio para incentivar a la clase política a leer, a prepararse, a hacer de la alternancia democrática algo más que un simple tránsito, en ignorancia de primera clase, de León a San Mateo Atenco.


Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, diciembre 12 de 2011.

El lector

SCHLINK, Bernhard: El lector,  México, Anagrama, 2009, 203 p. (Colección Compactos 235).
El lector (Der Vorleser en alemán, literalmente "el que lee en voz alta") es una novela escrita por el profesor de leyes y juez alemán Bernhard Schlink. Fue publicada en Alemania en 1995 y en los Estados Unidos (traducida al inglés por Carol Brown Janeway) en 1997. El libro fue traducido a treinta y nueve idiomas. El tema es el Holocausto, y la forma en la que han de ser juzgados los culpables, y plantea por ello un dilema moral. Al mismo tiempo, trata del conflicto generacional de posguerra, sobre todo en la descripción de la relación del personaje principal, un adolescente, con su padre. El libro de Schlink fue muy bien recibido en su país natal, tal y como lo fue en los Estados Unidos, donde recibió numerosos premios. Se convirtió en la primera novela alemana en llegar al primer lugar de la lista de mejor vendidos del New York Times. A su vez, fue incluido en la currícula universitaria de los cursos de la literatura sobre el Holocausto, de alemán y de literatura alemanaEn 2008 el director Stephen Daldry dirigió la versión cinematográfica del libro, que fue nominada a cinco premios de la Academia, y Kate Winslet ganó por su interpretación de Hanna Schmitz.

De El Lector, me atrajo mucho, la forma de combinar el despertar sexual en la adolescencia, con el crecimiento personal, sumado al romanticismo de una relación afectiva, más el holocausto y el analfabetismo. Me gusto la seriedad al abordar temas dolorosos e incluso díficiles, es un texto bastante digerible, preciso e interesante, pues te conduce a seguir avanzando en la lectura... Otro aspecto, en lo personal importante, es que el escritor mostró la parte humana de cada uno de sus personajes, dejando ver la dualidad. Vanessa Rojo.

Clubes Rivales

MALPICA, Javier: Clubes Rivales, 3ª ed., México, Ediciones SM, 2006, 120 p. (El barco de vapor, serie naranja)

Clubes rivales es la historia de lo que acontece entre niños y niñas que dedican mucho tiempo y esfuerzo a buscar cosas entretenidas que hacer, en molestarse mutuamente, en sorprenderse por sus sentimientos y en descubrir cada día que eso de juntarse con el otro bando tiene sus ventajas.Los personajes son niños y niñas que, conforme avanza la historia, encuentran formas de convivir y crecer juntos, debido a la llegada al barrio y a la escuela de una niña extraordinaria que padece una difícil situación familiar. El caso de Angie y la enfermedad de su mamá dan a Alfredo y a Susana la oportunidad de actuar como uno solo, de convocar a los miembros de sus respectivos
clubes a superar el mayor reto, cuya finalidad no es vencer al contrario, sino ayudar a una amiga. Juntos descubrirán lo que significa la amistad y la solidaridad entre hermanos y entre amigos; entre niños y niñas.

  • Se trata de dos mellizos que pelean mucho (Susana y Alfredo). Susana es muy lista con los quebrados, están en 4º, Alfredo es menos listo. Después de un tiempo llega una niña nueva, Angélica en el vecindario, muy bonita. Se hacen buenas amigas, pero su mamá está enferma y la encierra en el ático y se olvida de ella. Alfredo y Susana reúnen fuerzas para rescatar a su amiga. Me identifiqué con Susana porque ella es un poco lista y no se cree y no es presumida y reúne fuerzas con su hermano. ¡Me encantó! el libro porque hay aventura, acción, amor, amistad y comprensión. Ana Karen Esparza Cuevas, 11 años (12 de diciembre de 2011).
  • ¿De qué trata el libro? De 2 hermanos que son mellizos que eran para todo rivales. ¿Con qué personaje me identifiqué? ¿Por qué? Con Susana porque tenemos un poco de cosas en común. ¿Te gustó el libro? ¿Por qué? Sí, porque al último Alfredo y Susana ya no fueron rivales y se pasaban la tarea y que encontraron a Angélica (Angie). Joana Aidé Ortega Caldera, 11 años (12 de diciembre de 2011).
 

Imparten a jefes de familia taller para mejorar técnicas de lectura en niños


CESAR PEREZ
Con el objetivo de mejorar la comprensión de la lectura en los niños, así como abordar técnicas que permitan mejorar la lectura en voz alta, se realizó un taller sobre este rubro, el cual fue impartido por Eduardo Campech Miranda.
El responsable del Departamento de Fomento a la Lectura de la Coordinación Estatal de Bibliotecas Públicas, comentó en entrevista que la mejor estrategia para formar lectores es leer en voz alta.
“Pero ya lo decía Fernández de Lizardi en el siglo 19: no se trata de dar un sermón somnoliento, lo que se pretende es obtener la mejor lectura en voz alta”, puntualizó. Explicó que es necesario encontrar la oralidad en la lectura para que sea mejor comprendido el contenido de texto.
“Leer es otorgarle significado al texto, darle un sentido. Mientras un lector decodifique únicamente lo que dicen las palabras, pero no le asigne un sentido, pues no va a incidir en su comprensión. Por ello es importante crear el vínculo entre el texto y los niños”, opinó Eduardo Campech.
Agregó que la realización del taller obedece a que hay competencias escolares en las que se evalúa la lectura en voz alta, de tal manera que se le da importancia a leer un determinado número de palabras en un tiempo establecido; sin embargo, además de la práctica es necesario tener conciencia de cuál es la técnica para leer en voz alta, ya que la respiración es distinta a comparación de hacer una lectura de manera convencional, explicó.
El taller fue impartido para un grupo de 30 padres de familia de estudiantes de sexto grado de la escuela Roberto Cabral del Hoyo, principalmente. La clase fue dividida en dos horas de trabajo; en la primera parte se dieron algunas técnicas sobre cómo generar que sus hijos adquieran una mayor comprensión de lectura.
Para esto se les debe preguntar a los niños para que identifiquen información concreta, otros cuestionamientos son para relacionar el contenido con experiencias que los infantes hayan vivido, y otras más son para reflexionar.  En la segunda hora se abordaron técnicas para mejorar la lectura en voz alta.
Anteriormente ya se había trabajado sobre el mismo asunto con docentes, aunque opinó Campech Miranda que hacía falta que se incluyeran este tipo de actividades en la capacitación de profesores de educación básica y de los padres de familia, para observar en toda su dimensión cuáles son las técnicas y metodologías aplicadas, porque esto es un proceso mecánico, sostuvo.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Léperas contra mocosos

HINOJOSA, Francisco: Léperas contra mocosos, México, Fondo de Cultura Económica, 2007, 78 p. (A la orilla del viento).

Las Distinguidas Damas Torres son respetadas y admiradas por todos los adultos de la Ciudad Torrealta. Sin embargo, los niños las odian, porque son un manantial de leperadas contra ellos. Tres Mocosos hábiles e inteligentes deciden darles una sopa de su propio chocolate y comienzan así una guerra feroz.


  • Es un libro muy padre y lo recomiendo a toda clase de personas, está muy divertido, pero lo que más me gustó fue sus peleas y sus palabras, y me identifico con el personaje La Chica Reygadas. Rubí Alejandra Salazar Martínez, 12 años (9 de diciembre de 2011).
  • Se trata de 3 señoras: Dulcilanda Colorada, la Señorita Chucha y Reina Cristina de los Cielos. Y tres niños mocosos: la Chica Reygadas, Dadito Procuna y Pacorro el Guapo, estos chicos se llaman los Príncipes Mocosos y las Distinguidas Damas Torres (las léperas). Me identifiqué con la Chica Reygadas porque juega con su perro. Me gustó porque me dio risa. Ana Karen Esparza Cuevas, 11 años (12 de diciembre de 2011).

Un pacto con el diablo

LENAIN, Thierry: Un pacto con el diablo, México, Fondo de Cultura Económica, 2003, 67 p. (A la orilla del viento).


Roxana ha vuelto a pelear con el esposo de su madre así que decide irse a vivir con su padre. Cuando todos duermen huye de casa y desde un café le llama, pero sólo le contesta la fría voz de la grabadora: "... estaré fuera de la ciudad, deje su mensaje..."
En el café conoce a David, un muchacho mayor que le ofrece alojamiento. Entre Roxana y David crece la amistad. Él la llama hermanita y la protege. Ella confpia en él. Pero al pasar los días Roxana descubre dolorosamente que su nuevo amigo está atrapado en el infierno de las drogas. David ha hecho un pacto con el diablo. ¿Cómo puede ayudarlo?




  • ¿De qué trata el libro? De un muchacho involucrado en las drogas. ¿Con qué personaje me identifiqué? ¿Por qué? Con una niña, porque ayuda a un hombre. ¿Te gustó el libro? ¿Por qué? Sí, porque habla de lo malo de las drogas. Jorge Emmanuel Lumbreras Sánchez, 11 años (9 de diciembre de 2011).
  • ¿De qué trata el libro? De un muchacho que se drogaba y de una niña que se fue de su casa porque su padrastro no la quería. ¿Con qué personaje me identifiqué? ¿Por qué? Con el diablo que sale con un cigarro. ¿Te gustó el libro? ¿Por qué? Me gustó porque dice muchas cosas sobre las cosas que causan las drogas. Yair Missael Escobedo Márquez, 12 años (12 de diciembre de 2011). 

Asesinato en el "Canadian Express"

WILSON, Eric: Asesinato en el Canadian Express, Madrid, Ediciones SM, 1982, 160 p. (Serie Naranja, a partir de 9 años).


Tom es un muchacho canadiense que viaja para visitar a sus abuelos durante las vacaciones. Se toma el Canadian Express, un tren sale de Montreal y, después de tres días de viaje cruzando el continente, llega a Vancúver. En el tren,Tom coincide con un compañero de colegio y ambos conocen, durante el trayecto, a varios de los viajeros. En la segunda noche, una mujer bellísima es asesinada y todo hace pensar que el marido es el culpable.Tom, que es un amante de las novelas policiales, decide investigar el caso. Hay varios sospechosos y Tom se inclina por una pista falsa: el señor Faith, que lleva un misterioso maletín esposado a su muñeca. Finalmente, descubre al asesino por pura casualidad. Cuando decide contarle sus sospechas a una amable anciana que viaja con él, se da cuenta de que esta es en realidad la asesina.No es una anciana, sino una joven que, disfrazada, quiso vengarse de la víctima y su marido, y ahora matará a Tom porque la descubrió. Durante un forcejeo entre Tom y la mujer, ambos caen del tren y continúan su lucha en el túnel. Por fin, aparecen unos operarios del ferrocarril y ayudan a Tom a apresarla. Se trata de la clásica novela policial. Tiene todas las características propias del género: el ambiente perfecto (el viaje en tren); la existencia de varios sospechosos, que se van presentando en las primeras páginas del libro; y un investigador al margen de la policía. La intriga va aumentando a medida que se avanza en la lectura, hasta llegar al clímax en las últimas páginas del libro.Hay momentos de verdadera tensión, que culminan en el descubrimiento del culpable.

¿De qué trata el libro? De un hombre que se vuelve espía y empieza a seguir a un maleante.

¿Con qué personaje te identificas? ¿Por qué? De Tom, porque se vuelve espía y es muy divertido y no tiene miedo.

¿Te gustó el libro? ¿Por qué? Me gustó porque es muy interesante y divertido porque es de espías.

Francisco Alejandro Jacobo Robles, 11 años (9 de diciembre de 2011)

Aunque parezca mentira

MACHADO, Ana María: Aunque parezca mentira, Madrid, Anaya, 2000, 59 p. (Sopa de libros, 51).

Pedro tiene un compañero muy especial: vuela, es negro, con cuernos, flores de colores bordadas... Su familia cree que se trata de una broma o de algo que se ha inventado. Hasta su abuela pone mala cara cuando le oye contar ciertas cosas...


¿De qué trata el libro? De un niño que dice que tiene un compañero que es un buey volador y nadie le creía. Un día que todos estaban en la cena aparece el buey volador.

¿Con qué personaje me identifiqué? ¿Por qué? Con nadie porque todos son muy raros y con mucha imaginación.

¿Te gustó el libro? ¿Por qué? Sí, porque está muy interesante el texto y las fotos.

Daniel Alberto Esparza Medina , 11 años (9 de diciembre de 2011).

lunes, 5 de diciembre de 2011

Las bibliotecas públicas y los estándares de lectura


Eduardo Campech Miranda[1]

En colaboraciones anteriores he mencionado lo ambigua que resulta la campaña del Consejo Coordinador Empresarial para promocionar la lectura. El decir “lee”, se pierde en el laberinto de las posibilidades, propósitos, soportes de lectura. Sin embargo, el laberinto puede tener su hilo de Ariadna: la biblioteca pública y el bibliotecario.

Se aconseja que los niños lean veinte minutos diarios. Pero ¿qué leer? Si el objetivo o el propósito es leer por leer, entonces lo mismo da coger un directorio telefónico que un informe de gobierno (finalmente la lectura no dejará de ser aburrida). Pero si buscamos matar dos pájaros de un tiro (ejercitar la lectura en voz alta y propiciar el gusto por la lectura), podemos acudir a las bibliotecas públicas (primordialmente a aquellas que tengan mínimo quince años de servicio) y localizar la colección “Los cuentos de Polidoro”.

Escritas para ser leídas en voz alta, a diferencia de la gran mayoría de los textos que circulan por nuestra sociedad, los títulos que conforman la colección (Los sueños de José, El viaje de Jonás, El arca de Noé, Daid y Goliat, Jehová y la creación del mundo, Simbad del marino, Aladino y la lámpara maravillosa, Alí Babá y los 40 ladrones, La bolsa encantada, El caballo volador, David y Goliat, Teseo y el Minotauro, Aventuras de Don Quijote, etc.) son adaptaciones de relatos bíblicos, de Las Mil y Una Noches, de la mitología griega y de El Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha. El tamaño de la fuente, su diagramación, las ilustraciones, todo confluye para hacer posible una lectura en voz alta más fluida, entendible y, sobre todo, disfrutable (amén de desarrollar la técnica adecuada para lograr una lectura oralizada profesional).

No se trata de ninguna manera de una sesión de doctrina bíblica extracurricular, ni mucho menos. La intención es acercar lecturas accesibles (en lenguaje, elementos paratextuales, referentes culturales) tanto a las niñas y niños, como a sus familiares.
Ahora bien, si lo que se pretende es que estos pequeños adquieran el gusto por la lectura, pues incluya a la biblioteca como un lugar de esparcimiento y convivencia familiar. No vayan en familia sólo a tramitar la credencia de préstamo a domicilio, porque fue una tarea y hay que ganarse el punto extra. Exploren juntos, libremente, comenten gustos y disgustos de los libros, sus portadas, sus sinopsis, su contenido. Consulte al personal bibliotecario o a algún promotor de lectura, sobre temas, títulos, tendencias, recomendaciones. Y otra vez, una vez más, mil veces más: predique con el ejemplo. No le impida fumar con la cajetilla de cigarros en la mano, y no le obligue a leer mientras usted mira la televisión.

El personal bibliotecario debe estar atento a las demandas tácitas de la sociedad. Aprovechar esos “nichos de mercado” donde pueda incidir a favor de la lectura, y por ende, de la biblioteca. Con ello engrandece el aporte de las bibliotecas públicas en la promoción de la lectura.


[1] http:fomentocebpz.blogspot.com y http:lecturascompletas.blogspot.com

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, noviembre 5 de 2011.

Querido hijo, estás despedido

SIERRA i Fabra, Jordi: Querido hijo: estás despedido, México, Alfaguara Infantil, 2009, 111 p.

¿Puede una madre despedir a su hijo? Pues eso es lo que le ha ocurrido a Miguel por desordenado, por desobediente, por travieso, por su falta de interés por los estudios... Transcurrido el plazo de 30 días que le han dado, e incapaz de enmendar su comportamiento, ha de abandonar su casa. Sí, su madre lo ha despedido.

Me gustó Querido hijo: estás despedido porque al último, el niño Miguel aprendió a no desobedecer y hacer ordenado para no volver a ser despedido, e irse a un centro de huérfanos y porque volvieron a contratar a Miguel.

Joana Aidé Ortega Caldera, 11 años. (5 de diciembre de 2011)

sábado, 3 de diciembre de 2011

Los contextos y el conocimiento previo

Eduardo Campech Miranda[1]

Sin lugar a dudas uno de los factores que inciden dentro del proceso de la comprensión lectora, son los conocimientos previos y los contextos. Paulo Freire lo resumía así: “La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra.” Si tuvo oportunidad de ver la cinta Quisiera ser millonario, pudo observar cómo las experiencias cotidianas permiten la adquisición de conocimientos (sí, es una perogrullada, lo sé). En la película referida, éstos permiten al chico avanzar durante el concurso televisivo.

Otro ejemplo es un texto adjudicado a Marshall McLuhan, titulado “W.C.”, en el cual se presenta una confusión epistolar entre un comprador de un predio cercano a una iglesia, por lo que era conocido por las iniciales del títulos (White Chapel) y el servicio sanitario. Cada uno, el destinatario y el remitente, se referían a cuestiones distintas. O como aquella otra anécdota del novio que le compró unos guantes a su novia, pero la empleada se confundió y envío unas pantaletas. El escrito que acompañaba al obsequio, permite una buena dosis de hilaridad.

De ahí la importancia de tener más experiencias, más conocimiento del mundo, más cosmovisiones compartidas. Sin embargo, no sólo para el acto lector es necesario el contexto y los referentes. En la vida cotidiana, durante la más mínima conversación son de suma utilidad para asignarle un significado y un sentido a las palabras.

Claudio Suárez, fue un futbolista mexiquense. Su longeva carrera propició que batiera varios récords en el balompié nacional. No obstante su fama y exposición de los medios masivos de comunicación, no llegó a tener la presencia de algunos otros futbolistas a los que los vemos anunciando tarjetas bancarias o refrescos. Suárez, debutó profesionalmente con los Pumas de la unam, de ahí pasó a ser campeón con el Guadalajara, siendo los Tigres de la uanl, su tercer equipo.

En cierta ocasión, realizando una pretemporada en los Estados Unidos, con mayor precisión, en Los Ángeles, dos damas (una aficionada y conocedora del futbol, amén de su amor por las Chivas Rayadas; y la otra con poco o nulo conocimiento del tema), se encontraron con Suárez. De inmediato la rojiblanca lo identificó y emocionada le decía a la otra: -¡Mira!, ¡Es Claudio Suárez!, ¡Claudio Suárez!. El nombre de Suárez en sí le decía nada o casi nada a la otra mujer, quien preguntó quién es Claudio Suárez. La primera, exaltada, sólo dijo: -Pues el de los Tigres.
Con la emoción a flor de piel ambas acudieron a solicitar el autógrafo. Mientras el originario de Texcoco firmaba, la mujer no aficionada al futbol, quiso entablar una breve conversación con el deportista, pero su intervención fue tan desafortunada que no sólo consiguió la ansiada rúbrica, sino una sonrisa, quizá de compasión, quizá de humor: -Entonces, ¿usted es el de los Tigres del Norte?

PD. La anécdota de este texto es real. Se evitó utilizar los nombres propios de las mujeres para evitar su identificación y con ello cumplir una promesa: no delatar a mis cuñadas.



[1] ecampech@yahoo.com.mx


Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, noviembre 28 de 2011.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Los hijos de Marx... mi consuelo

A Emiliano se le leyó desde el vientre materno. No ha habido un año en que no se le obsequie al menos un libro. Se le cantaron rondas infantiles, juegos de palabras, pusimos a su alcance muchos juegos y juguetes que inciden positivamente en el desarrollo cognitivo y motriz de un niño. Se le leyó en voz alta. Emiliano nos fue enseñando muchas cosas, consolidando unas y desmintiendo otras.

En el vientre materno, él escuchaba y opinaba cuando había lectura en voz alta. Daba patadas a su madre en cuanto ésta se callaba. Dejaba de hacerlo si continuaba escuchando su voz. Cuando tenía cuatro años me pidió que le leyera un libro, pero “de esos de aprender”. A su edad, insípidamente, ya lograba diferenciar la ficción de la divulgación. Ya en la primaria, en primer o segundo grado para precisar, un día llegó platicando que habían llevado a su grupo a la biblioteca, y que les habían preguntado algo que nadie supo, sólo él. La incógnita resuelta que lo llenaba de orgullo era el nombre “del hoyito por donde respiran las ballenas”. Ufano, se respondía a sí mismo: “Espiráculo”. Hasta entonces jamás había escuchado tal palabra. Confieso que si hubiera salido de la boca de un adulto, pensaría que me albureaba.

Desconfiado, indagué cómo había obtenido aquel conocimiento. Me respondió que los fines de semana, no le atraía la programación televisiva y leía una enciclopedia infantil. Ahí estaba el dato. Por esos mismos días, buscando ingenuamente algo diferente en la televisión, di con Discovery Kids. En la pantalla aparecía una animación de un niño y una ballena. El pequeño explicaba lo que es el espiráculo. Llamé a Emiliano y le dije que la palabra en cuestión la había aprendido de la televisión. Acudió a su librero y me llevó el libro donde había leído el dato. Una vez más me manifestaba una predilección por los textos de divulgación versus los literarios (los cuales insistía y sigo insistiendo en acercárselos).

Debo decir que pocas veces, muy pocas, me ha solicitado un libro por iniciativa propia.  En un principio eran libros de dinosaurios, de trenes, de barcos piratas, de autos. Hace casi un año, durante una Feria del Libro, me pidió un título: Diario de Greg. Un renacuajo de Jeff Kinney. Revisé el libro y no me convenció. Pero reflexioné un poco más y accedí. Eso fue en diciembre. Hacia abril o mayo de este año, ya había leído los cinco volúmenes de la saga. Y en el verano, adquiría el sexto título, pero ahora con la característica que él podría escribir su diario. No leía lo que a mi me gustaría, pero fue importante respetar su decisión.

A la par de los libros aparecieron los videojuegos. Primero por cortesía de sus tías, después por los padres. Emiliano tiene sus preferencias lectoras, sus preferencias de esparcimiento y entretenimiento, su tiempo de lectura y escritura; sin presionarlo. Tal vez no sea el lector que me gustaría que fuera, pero es feliz. Como padre promotor de la lectura, ante tal escenario me consuela pensar que los hijos de Marx, seguramente fueron capitalistas. Hasta la próxima.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, noviembre 7 de 2011.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Los estándares de lectura



Eduardo Campech Miranda[i]

Con preocupación y asombro, observo cómo cada día se consolida día a día el ejercicio de la lectura como un acto meramente mecánico. La inclusión de los estándares de lectura dentro de la boleta de calificaciones así lo deja entrever.

Hace un par de años tuve la oportunidad de impartir un taller en la capital mexicana, gracias a una invitación de Carola Diez, y en la última sesión tuvimos una larga charla en torno a un proyecto que estaba incursionando en la Secretaría de Educación del Distrito Federal: “el número de palabras por minuto”, así lo nombraron. Decían que lo habían traído unos maestros peruanos.

Quiero aclarar que de ninguna manera se trata de descalificar las aportaciones de otras naciones latinoamericanas, en este caso particular, peruanas. Pero habría que realizar una comparación, de esas que tanto gustan a los apologistas de la lectura obligatoria, entre las dos naciones: mientras México ocupó el lugar 48 de 65, nuestros hermanos andinos son el 43. Como se denotará fácilmente, no hay mucha diferencia. En otro indicador, el consumo per cápita de libros, tampoco muestra diferencias sustanciales: se dice que los mexicanos leemos 2.9 libros al año, en tanto que los peruanos leen 3.6.

En otras palabras, las diferencias no son significativas, y tal vez resulte obvio: hay más cuestiones en común entre peruanos y mexicanos de lo que podríamos pensar. Sin embargo, la realidad es otra. Los famosos estándares de lectura son dictados por el Banco Mundial (institución que se ha caracterizado por su compromiso desinteresado por el desarrollo humano, económico y social), así como ha dictado la política económica desde los años ochenta del siglo pasado.

Por ello no resulta extraño que los mencionados estándares se circunscriban al puro acto mecánico de decodificar, dejando de lado aspectos tan fundamentales en la lectura como lo son el emocional, el económico, el social, el cultural, el psicológico. La política educativa apuesta por un “saber hacer” y poco abona por el “saber inventar”. Es conveniente, en esta época globalización que la mano de obra sea más efectiva, más adoctrinada, más “estandarizada” (cosa curiosa, uno de los argumentos en contra del fallido socialismo ruso fue esa uniformidad y homogeneidad en el ser humano, y ahora, el capitalismo salvaje, en su máxima expresión, intenta exactamente lo mismo, aunque con otros fines).

Lo que sí llama la atención es el silencio sepulcral de las autoridades estatales ante las descabelladas indicaciones, en torno a la lectura, emanado desde la centralidad de la administración pública federal. En otros ámbitos, llámense presupuestales, de seguridad pública, de política en general, no siempre se encuentran las posturas del gobierno federal con los estatales, y así se externa. Pero en lo que respecta a la lectura, hay una fe ciega, casi dogmática a lo que indica la Secretaría de Educación Pública. Un silencio que llena de sospechas: ¿Habrá miedo a las represalias del centro? ¿Serán no lectores y no tienen ni la mínima idea de lo que se trata la lectura? O sencillamente, no es asunto de su interés.


[i] ecampech@yahoo.com.mx

¿Todos los caminos llevan a la biblioteca pública?



Eduardo Campech Miranda

Cada año la Dirección General de Bibliotecas (dgb) del conaculta oferta un catálogo de cursos y talleres de capacitación, dirigidos al personal bibliotecario. El abanico está compuesto por una variada temática que va desde la capacitación básica enfocada, principalmente, al personal de nuevo ingreso, hasta áreas más especializadas como son promoción y mercadotecnia de la biblioteca pública o la dirigida a coordinadores estatales.

La dinámica financiera es la siguiente: se determina un lugar sede y a él se dirigen las personas que se capacitarán. El gobierno federal se hace cargo de la alimentación y hospedaje, el gobierno estatal de café y galletas (cuando hay para eso) y el gobierno municipal del traslado. Anteriormente los cursos y talleres tenían una duración de cuatro o cinco días. Ahora, algunos apenas alcanzan los tres días.

No obstante que la menor parte porcentual del financiamiento de la capacitación corresponde al municipio, existen casos donde el personal bibliotecario no acude a la invitación por no contar con el apoyo correspondiente, argumentando carencias de recursos económicos.

En ese sentido, algunos municipios (por no decir que la mayoría) enarbolan un doble discurso: por un lado se quejan del escaso presupuesto que federación y estado le asignan, pero por otro, cambian de personal bibliotecario por múltiples razones, menos por su desempeño, actitud, aptitud, etc. Cada tres años los bibliotecarios públicos municipales ven, con angustia unos y con beneplácito otros, la posibilidad real de salir de la biblioteca.

Y es que a la par de no contar con una seguridad labora (a reserva de ser sindicalizado), se adolece de un perfil bien definido y especificado para ocupar el cargo de bibliotecario público. Así, lo mismo se llega a la biblioteca por azares del destino, por factura políticas, por castigo, por un extenso e impresionante currículum consanguíneo o promiscuo, además, claro está, en la suerte de ser una persona que le interesan los libros y la lectura. La capacitación y la inversión se van a la basura, porque cual Sísifo la rueda cae y hay que volver a empujar.

En algunas conversaciones con amistades de la dgb del conaculta, he expresado la necesidad de fortalecer la capacitación bibliotecaria, pero no sólo de una manera técnica (como hasta ahora), sino que se prepare también un perfil humanístico. Sin embargo, también estoy convencido de que es urgente diseñar un mecanismo de evaluación de los conocimientos técnico-administrativos, de las habilidades y aptitudes con las que debe contar un servidor público, de la competencia (palabreja putilla y tramposa dijo alguien que citó Argüelles) lectora, con la finalidad de determinar si quien ostenta el cargo de bibliotecario público está en condiciones de hacerlo. De lo contrario, seguiremos teniendo bibliotecarios (y bibliotecarias) anquilosados entre anaqueles y excelentes bibliotecarias (y bibliotecarios) desempleados, o en el mejor de los casos realizando otras tareas burocráticas, menos en lo que se les capacitó.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, octubre 24 de 2011.

lunes, 17 de octubre de 2011

Propuesta para nueva campaña de promoción de la lectura



Eduardo Campech Miranda

Durante los últimos meses hemos sido testigos de una campaña de invitación a la lectura, llevada a cabo por el Consejo Coordinador Empresarial, y en la cual aparecen figuras públicas, del deporte y el espectáculo, hablando de las virtudes de la lectura. Como he mencionado en una colaboración anterior, el mensaje es muy general, de tal manera que una propuesta más personalizada quizá pudiera funcionar mejor (porque se promueve un libro en específico). He aquí la mía:

El ex presidente Vicente Fox podría recomendar El lector de Bernhard Schlink; el actual mandatario de la nación nos podría hablar de tres títulos: País de mentiras de Sara Sefcovich, Vivir y beber de Hugo Hiriart y Los mil y un velorios de Carlos Monsiváis; la sempiterna lideresa del SNTE, La peor señora del mundo de Francisco Hinojosa; Andrés Manuel López Obrador, Vida de un agitador de César Godoy; el todopoderoso asesor José Córdoba Montoya, El extranjero de Albert Camus; el gobernado veracruzano Javier Duarte, Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam; Enrique Peña Nieto dariá doblete y recomendaría Los disfraces del diablo de Félix Báez-Jorge y Que se mueran los feos de Boris Vian; el ex secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, Un mundo feliz de Aldous Huxley; el llamado “Jefe Diego” Fernández de Cevallos, Vivir para contarla de Gabriel García Márquez.

Pero, para hacer recomendaciones más personalizadas aún, daremos una vuelta por los prospectos estatales: el contralor Guillermo Huiizar anunciaría no un libro, sino un cuento de García Márquez: “En este pueblo no hay ladrones”, el director del Instituto Zacatecano de Cultura, Gustavo Salinas, El hombre ilustrado de Ray Bradbury; Arturo Nahle, Crónicas marcianas de Ray Bradbury; el ejecutivo estatal, Miguel Alonso, dos títulos: El tragasueños de Michael Ende y La Divina Comedia de Dante Alighieri; por vox populi el secretario de gobierno Esaú Hernández, De ausencia de María Luisa Mendoza; Jesús Pinto, desde la Secretaría de Seguridad Pública, comentaría Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe; Víctor Infante, después de acudir a un famoso noticiero radiofónico matutino, Confesiones de Paul Berlain; Claudia Corichi, El pozo de los ratones de Pascuala Corona; la ex titular de la Secretaría de Educación y Cultura, Lucero Medina, La excluida de Luigi Pirandello; el ex vocero oficial Mario Caballero, Pinocho de Carlo Collodi, y finalmente, la ex gobernadora y ciudadana a pie, Amalia García, también se haría presente en dos ocasiones, una con La muchacha que tenía la culpa de todo de Gustavo Sáinz y después con No me agarran viva de Claribel Alegría.

Ahora bien si lo que se quiere es ampliar la oferta y pensar en lectores colectivos, también hay sugerencias. Los priístas recomendarían La historia interminable de Michael Ende; los perredistas Puros cuentos de Juan Manuel Aurrecoechea; los panistas El libro de los desastres de Fernando Benítez; los petistas El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Federico Engels; los verdecologístas Una sarta de mentiras de Geraldine McCaughrean; los del panal, Un pacto con el diablo de Thierry Lenain y los convergentes, Guía de los perplejos de Maimónides y todos los aspirantes (y suspirantes) al 2012: ¡Ahí viene la plaga! de José Agustín.

Por último, para aquellos que están hartos de que los personajes aludidos aparezcan todos los días en su vida y busquen otros espacios de esparcimiento, también hay una lista: aprovechando la alta popularidad de sus tweets, Ninel Conde aparecería con El idiota de Fedor Dostoievski; a aquellos adolescentes que gustan de hacerse justicia a sí mismos, La mano derecha de Pablo Soler Frost; para los cosmopolitas, Silvio Berlusconi y Memoria de mis putas tristes de Gabriel García Márquez; y la más lamentable, la infancia mexicana: Hijos de la violencia de Doris Leesing.

Publicado en "La Gualdra", suplemento de La Jornada Zacatecas, octubre 17 de 2011.

lunes, 10 de octubre de 2011

Dejad que los libros se acerquen a mí.



Eduardo Campech Miranda

Cien años de soledad es sin duda mi libro paradigmático. Como la inmensa mayoría de los adolescentes el acto lector (autónomo, placentero, independiente) era algo que no estaba en mi presupuesto de vida. Sería la extraña combinación de circunstancias la que me llevaría a su contacto: la extinta estación de radio, en amplitud módulada, de la Ciudad de México, "Espacio 59"; las horas que pasaba acomodando (y desacomodando) la biblioteca familiar en casa de mi abuela paterna y la suerte de que en tal acervo existiera un ejemplar de la novela en cuestión.

En la radiodifusora mencionada a menudo hablaban de libros. Mi condición ajena al mundo de las letras, los libros y la literatura, propiciaban que confundiera El laberinto de la soledad con Cien años de soledad. Hasta ese entonces, en mis pletóricos 17 años, sólo había leído completo el libro Canasta de cuentos mexicanos de B. Traven. Además de identificar, y saber de memoria, algunos versos de Neruda, principalmente de los poemas XV y XX. No se piense con ello que la poesía era mi fuerte. No. Porque así como confundía los títulos de las obras de Paz y García Márquez, de pronto me encontraba cantando "Nocturno a Rosario" a ritmo de "Ella", que recitando la canción de José Alfredo Jiménez como si fuera obra de Acuña, y sospecho que más de una vez intercambié versos.

Durante las visitas a casa de mi abuela aprovechaba y pasaba horas en uno de mis espacios predilectos: la sala, puesto que allí se encontraban dos libreros abarrotados de libros y discos de acetato. Del material bibliográfico sólo me interesaban los Atlas, sabía de memoria las banderas del mundo y la gran mayoría de las capitales. En los discos supe de la existencia de Óscar Chávez, con él aprendí lo que es una parodia; tarareaba, como hoy, las canciones de The Beatles; me autoflagelaba (no concibo que sea distinto) con Manuel Bernal y su interpretación del "Credo" o con una pieza larguísima de The Ono Plastic Band (que contaba entre sus integrantes a John Lennon y Yoko Ono) la cual tenía una duración de cuarenta y cinco minutos de gritos.

Sería una de esas ocasiones de acomodo y desacomodo (ahora sé que se llama exploración libre del acervo), cuando dí con Cien años de soledad. El encuentro fue una explosión en mi interior. Era maravilloso imaginarme  a un gitano y a Aureliano Buendía con la lupa, el imán, el hielo. Ese primer capítulo me atraparía no sólo en el libro, no sólo en su historia, sino en la lectura en general. Realmente entendí muy poco, pero lo que sucedía en mi  interior, era motivo suficiente para seguir leyendo. Dios daba prueba de su existencia porque nadie me iba a preguntar de la lectura. Si en eso consitía el leer, entonces podría decir sin empacho: "Dejad que los libros se acerquen a mi".
 
Han pasado más de veinte años de aquel encuentro. He vuelto a tomar el mismo título en mis manos. Y han saltado sobre mi, salvajes, seductoras, explosivas, las palabras y frases que había pasado por alto en la primera lectura. Los encuentros amorosos entre José Arcadio y Rebeca; entre José Arcadio y Pilar Ternera; la hsitoria de amor de Mauricio Babilonia y Meme, enriquecen ese recuerdo del primer capítulo. Sin lugar a dudas, mucho contribuyeron las letras de Álvaro Mutis, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Víctor García de la Concha, Claudio Guillén, Pedro Luis Barcia, Juan Gustavo Cobo Borda, Gonzalo Celorio y Sergio Ramírez. Sin dejar fuera, desde luego, al propio autor y su obra Vivir para contarla, para darle una nueva dimensión a aquella primer lectura.

GARCÍA Márquez, Gabriel: Cien años de soledad, España, Diana, 2007, 666 p.

Publicado en "La Guadra", suplemento de La Jornada Zacatecas, octubre 3 de 2011.

domingo, 2 de octubre de 2011

Cuando regalar libros se vuelve peligroso


Enrique Vila-Matas


En mi caso, lo más peligroso de regalar siempre han sido los libros, tengo una amplia experiencia en ello. Aunque sepa que puedo comprar dos libros y
se acaba el problema, acabo comprando el libro sólo para mí, pues me parece inmoral comprar dos y regalar uno, porque entiendo que eso no es pensar en el otro, entiendo que eso no es regalar, pues sé que regalar es cesar súbitamente de vivir para nosotros mismos y pensar en la persona a la que vamos a obsequiar, pensar y concentrase mucho en ella y quererla de verdad, quererla muchísimo. Amarla de verdad exige que le regalemos el libro y nosotros tengamos paciencia y nos fastidiemos unas horas o unos días, hasta haberle entregado el regalo. Y entonces, ya con el regalo hecho, comprar tranquilamente nuestro ejemplar, con cara de idiotas, eso sí, con cara de ser los típicos manirrotos, esos que regalan siempre lo que más necesitan.



He pasado por situaciones como ésa en muchas ocasiones y siempre he acabado regalando el libro y esperando unas horas o días para comprármelo yo. Pero, como en todo, hubo un día que fue la excepción a la regla, fue un día en el que entré en una librería y descubrí que mi autor preferido, sin previo aviso, acababa de publicar su nuevo libro. Lo compré para regalarlo, porque había entrado allí con la idea de buscar algo para regalar a una amiga. Salí de la librería. Volví a entrar. Compré un segundo ejemplar, éste para mí. Entonces pensé que era inmoral comprar dos y regalar uno y me dije que debería haber comprado sólo el ejemplar de regalo, tal como estaba acostumbrado a hacerlo cuando se me presentaba ese dilema ético. Después, todo se complicó aún más cuando de pronto pensé en la amiga a la que iba a regalarle el libro y me di cuenta de que, a pesar de ser una de las personas que más quería en el mundo, en el fondo apenas sabía nada de ella –creo que en realidad no sé nada de nadie–, apenas sabía qué necesitaba o le gustaba. En realidad, me dije, es una completa desconocida para mí. Acabé ampliando mi biblioteca con los dos libros idénticos, diciéndome que era muy improbable que a alguien a quien en el fondo no conocía pudiera interesarle, gustarle exactamente el mismo libro que a mí. Al final, le regalé una lámpara, una que estaba de rebajas en la tienda de la esquina. Y ella, como si hubiera intuido lo que había sucedido, por poco me la tira por la cabeza. Es peligroso regalar.


(...) Es complicado regalar un libro porque muchas personas se fijan sólo en el título de la novela que les ofreces y creen que contiene un mensaje velado para ellos, y algunos acaban incluso sintiéndose aludidos. Me ha ocurrido varias veces. El día, por ejemplo, en que regalé En busca del tiempo perdido a un amigo que creyó que trataba de indicarle que había hecho siempre el imbécil, que toda su vida había estado perdiendo el tiempo. El día en que regalé El arte de callar, del abate Dinouart, a alguien tan susceptible que pensó que trataba de indicarle que fuera menos charlatán, que hablara menos, sobre todo en mi presencia. El día en que regalé El laberinto de la soledad y el amigo tímido que lo recibió y que llevaba años sufriendo en silencio su condición de solitario casi rompió a llorar porque había creído leer El laberinto de tu soledad. Me acuerdo del día en que regalé Rumbo a peor de Samuel Beckett a una amiga deprimida. Y también el más que inolvidable día en que por equivocación regalé una novela al autor de la misma, que precisamente acababa de mandármela a mi domicilio y entendió, con razón, que me burlaba de él y de su libro.

Publicado en 
http://archivo.lavoz.com.ar/09/01/31/secciones/cultura/nota.asp?nota_id=485740

jueves, 22 de septiembre de 2011

Las manipuladas comparaciones

Eduardo Campech Miranda

Para Alfredo Valadez, con mi reconocimiento.

Desde hace algunos meses vengo escuchando propuestas para legislar la lectura, desde hacerla obligatoria hasta leyes estatales, a imagen y semejanza de la federal. Y entre las argumentaciones llama mi atención un dato que manejan contundentemente: el porcentaje de población lectora de naciones como Japón, principalmente, y algunos países nórdicos.

A mi juicio es una analogía tramposa y amañada (a pesar de respaldar una iniciativa a favor de la lectura). Y lo es, sencillamente, porque el indicador de lectura se presenta como un dato aislado, sin relación alguna con las condiciones socioeconómicas, políticas, culturales, educativas, y hasta de seguridad pública de los países citados. Como si la formación de lectores dependiera sólo de una ley, de un buen propósito de políticas públicas; dejando de lado otros aspectos igualmente trascendentes.

También la considero así porque casualmente esos personajes que hablan a favor de la lectura (como dice Juan Domingo Argüelles: “queriendo que leamos como finlandeses, pero viviendo y comiendo como mexicanos), no apelan a la comparación de prácticas primermundistas, como la renuncia por ineptitud, la cárcel por corrupción, entre otras situaciones.

El lamentable suceso del casino regiomontano es sólo el botón de muestra (también está la Guardería ABC, y muchos casos más). Los responsables administrativa, gubernamental o institucionalmente se aferran al cargo que ostentan de forma desesperada y cínica. Y ahí no valen las comparaciones con otros lares, ahí impera la política a la mexicana.

No estoy en contra de propuestas a favor de la lectura. Siempre (o casi siempre) serán bienvenidas las propuestas que mejoren la calidad de vida de la ciudadanía (y lamento decir que la lectura por sí misma y como práctica aislada quizá no pueda hacerlo), que abran espacios de desarrollo personal, social y humano. Lo que molesta, lo que irrita, lo que ofende, como promotor de lectura, como bibliotecario público y, primordialmente, como ciudadano mexicano es que se enarbole la bandera de la lectura con fines que poco tienen que ver con ella.

Si en su carácter de legisladores, de servidores públicos piensan que con argumentos y propuestas, como las mencionadas, han cumplido con el país y con su responsabilidad cívica y social, deben reconsiderar su postura y sentir vergüenza a flor de piel por ocupar cargos que están muy lejos de sus posibilidades y límites personales, profesionales, éticos (cuando sea el caso). De respaldar a individuos cuya filosofía se resume en la frase “Vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”.

La ausencia de compromiso queda latente en un anteproyecto de ley estatal de alguna entidad federativa mexicana. Dicho documento plantea unas especies de brigadas de promotores de lectura. ¿Quiénes las conformarían? Palabras más, palabras menos, la respuesta es: quien quiera hacerlo, pero principalmente, estudiantes, amas de casa, desempleados. Además de promotores de lectura, bibliotecarios públicos, mediadores de Salas de Lectura. Lamentablemente, en ninguna línea hace alusión a la profesionalización del promotor de lectura (o mediador, como se quiera llamar). Eso no importa, lo primordial es que quieran hacerlo. Lo demás, es lo de menos…

Publicado en La Gualdra, suplemento de La Jornada Zacatecas, lunes 19 de septiembre de 2011.