Octavio Paz
Al Dr. Veremundo
Carrillo Trujillo, maestro al que admiro desde que lo conocí.
Hay figuras que
determinaron el horizonte literario del Estado y su cultura, de la escuela que
me ha formado, que dieron el cimiento para lograr por medio del logos y la
elocuencia lo que muchos, de lo cual estoy segura, se jactan y enorgullecen de
ser parte. La facultad de Letras para mi fue como un hogar, con sus altibajos
porque venía de un lugar más chico, pero que me deslumbró, me llenó de ideas la
cabeza, quizá no careciese de ellas, pero sí, del empuje exacto, necesario y
transformador para llevarlas a proyectos, y realidades concretas.
El primer semestre
transcurrió sin muchos cambios, como que iba y venía cada fin de semana de mi
lugar de origen, llevaba nuevas historias, sucesos y anécdotas a mi familia;
sin miedo al futuro, todo lo contrario, con más ambición de conocimiento. El tercer
y cuarto semestre fueron -según mi familia- emblemáticos, ya no iba cada fin a
casa, ya iba cada mes, porque mi visión había cambiado, se trastocaron los
hilos de mi ambición; llevaba el segundo semestre de latín, materia que más que
eso se convirtió en un ideal de vida, una ligera y determinante decisión, un
proyecto para continuar, con un rumbo fijo, con maestros que me enamoraron de
lo que eran las lenguas clásicas; Es ahí donde comienza mi terca y puntual idea
de hacer mi tesis de traducción de latín o algo referente al latín, porque era
un gusto que quería darme, porque no había obstáculos, ni barreras que pudiesen
conmigo. Y en ese terco ideal sigo, hasta que llegue a la culminación de esa
hambre de conocimiento, que espero no sea pronto.
Hablemos de lo importante,
¿por qué les cuento esto? Es fácil, delimitemos, no conocía mucho de cultura y
talleres, los encontré, me quedé prendada de las mil actividades que se podían
realizar en Zacatecas, tan pequeño geográficamente (hablando de la capital) y tan
grande en diversidad cultural.
Visité uno, dos, tres,
no sé cuántos diplomados de Lenguas
clásicas, impartidos por el Dr. Alberto Pérez Pereida en latín, y el Dr.
José García en griego, realizados por la AZECME; visité los talleres sobre “Literatura latinoamericana del Siglo XX,
primera y segunda parte: novela y poesía respectivamente” impartidos por el
Dr. Veremundo, en los cuales conocí a gente impresionante, que van desde el
maestro Juan Bernardo Flores Gaeta, hasta la inolvidable Rosita Caloca, y
tantos y tantos que podría mencionar y nunca termianría, tanto a aquéllos que
pertenecían al área de humanidades como a los que no tenían nada que ver con
ésta, únicamente el deseo de adentrase en ese mundo, que solían ser contadores,
médicos, abogados, profesores, la mayoría –personas con mucha experiencia sobre
sus hombros- hubo quien me dijo, eres joven, y creo que es la primera vez que
veo gente como tú en los talleres del Dr. Veremundo, así era, fue mi primer
contacto con su mundo, el estar tan cerca de personas como ellos, y ver la
admiración y respeto, hasta el punto en que ves el por qué y dices, “más vale
tarde que nunca” también es cierto que ya había visitado la unidad; sin embargo
para conocer a una persona, no basta con un seminario, el verdadero contacto se
da, al menos en mi persona, cuando logras llegar tocar fibras tan sensibles: el
llanto que transmite llanto, el aprecio que transmite confianza y sobre todo el
sentimiento de humanidad que el Dr. Veremundo lograba dejar en los asistentes
al diplomado.
Veremundo Carrillo
Trujillo, ser de naturaleza en continuo contraste, dice –Juan Antonio caldera
Rodríguez- en el prólogo a su Obra
poética 1953-2003- “poeta de tiernas finezas y de entrañables imágenes […]
poeta de un mundo que por cercano al nuestro nos pertenece en lo medular y en
lo discreto […] Seductor poeta, y poeta de claridades, su obra atrae por su
acuidad y su diafanidad.”[1]
El poeta humanista
nunca desmaya y sigue su lucha, después de la fundación de la facultad de
humanidades, junto con la Dra. Diana Margarita Arauz Mercado, el Dr. Luis
Felipe Jiménez Jiménez, el Dr. Alberto Pérez Pereida, y la Dra. María José
Sánchez Usón da vida a un nuevo proyecto, la Asociación Zacatecana de Estudios
Clásicos y Medievales (AZECME, 2007 quien “pretende
ser un punto de encuentro, reunión y reflexión sobre las diferentes facetas de
la cultura antigua en general”[2])
presentado un entusiasmado apoyo y renovación a los estudios clásicos,
abandonados y arrinconados; sin muchas miras y ambiciones con anterioridad.
Esta asociación a permitido incursionar en nuevos talleres, nuevas visiones,
adentrando e interesando a la juventud, especialmente a aquellos que
pertenecemos a las humanidades.
Veremundo, un ser
humanista por naturaleza:
Al leer su obra poética
me encontré con un poema que plasma algunas imágenes interesantes, al ya haber
conocido un poco de su vida, de su mundo, y sobre todo del cómo fue su
construcción personal, desde teólogo hasta humanista (mundano)- entiéndase
esto- desde el punto de vista de los dos amores en los cuales incursionó y han
estado presentes sobre todo en su obra poética: el amor divino y el terrenal.
Escuchad: soy un
hombre.
¿Rubio? ¿Negro?
¿Moreno?
¿De oblicua mirada?
¿De color de la Carne
de Verbo?
Soy un hombre: sabed.
Os tendrá que punzar mi
secreto:
Hay un hondo alarido de
siglos
En mi herido silencio.
Soy un hombre de plaza
y de teatro,
De prisa y bostezo.
Soy un hombre de puño
cerrado y danzar epiléptico.
Reconcentro, cronómetro en mano,
mi poder, mi fastidio, mi ensueño,
y lo lanzo a girar por el cosmos
y en la luna lo estrello.
Solivianto y aplaudo,
Amenazo y miento…
Y entorpecen mi sabia campaña
El amor y el miedo.
A Dios va mi grito
De ansia o de desprecio.
Y en mi grito va Dios, complaciente:
Estallido y Eco.
Soy un hombre ridículo y sabio,
Poderoso y enfermo.
Por mis venas discurre mi siglo
Frívolo, trágico, espléndido.
Soy un taumaturgo,
soy un paralítico y ciego.
Me tiro a la charca,
Repto, corro, vuelo.
¿Qué os importa el color
de mi epidermis o mi pensamiento?
Mi conflicto es de amor:
¡Soy un hombre! ¡Sabedlo!
Os exijo amor
Para mi espíritu y para mi cuerpo…
Porque habéis de saber que mi carne que mi carne es
hermana
De la Carne del Verbo.[3]
Cada palabra dibujada,
matizada y sobre todo reflejada en su poesía, cada verso, cada estrofa, cada
poema es una parte de la esencia de Veremundo como poeta y como hombre.
Sería redundante decir,
y expresar todos y cada uno de los logros y acciones que han llevado al
maestro, amigo y señor Veremundo a ser lo que es, creo que eso ya todos lo
sabemos, y por ello estamos aquí, por lo que sólo me resta decir, ¡Gracias
Maestro!
Sara Margarita Esparza Ramírez
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