Organizar implica una serie de
procesos mentales y operativos que van desde la clasificación, la agrupación,
el buscar elementos comunes, ya sea en la letra inicial del título, de la portada,
del grosor y tamaño de la obra, es decir, de todos aquellos paratextos que
acompañan al libro. Organizar algo que no se conoce resulta difícil, es por
ello que planteamos primero echar un vistazo al acervo de biblioteca de aula.
Exploración libre
Una actividad
fundamental en la organización de la biblioteca de aula será la Exploración
Libre. Piense usted en su actuar cuando acude al mercado. La posibilidad de manipular,
palpar y seleccionar el producto (fruta, verdura, legumbres, etc.), brinda la
seguridad de realizar una buena elección. Siguiendo con la analogía, recuerde
su estancia en un puesto de revistas y periódicos: toma la publicación que más
llame la atención, la hojea (y ojea), si no hay algo que le interese coge otra,
hasta que salta una palabra, una imagen que atrape su atención.
Eso mismo
sucede durante la Exploración Libre. Hay una conexión fuera de
condicionamientos donde el lector está en posibilidades de elegir, y ante la
oportunidad de descubrir ventanas y puentes hacia los libros. Hay que
considerar que esta actividad tiene como propósito familiarizar a los chicos
con el acervo.
Modalidad “Feria del Libro”
Divida al grupo en cuatro
equipos. Dos se dedicarán a ser “libreros”, y dos a ser “lectores”. Si los
chicos no conocen, ni tienen noción de lo que es una feria del libro, este
ejercicio les brindará la experiencia.
Los lectores
buscarán libros en general (¿tiene libros de animales?, ¿algún libro para
aprender los colores?, etc.); títulos en específico (¿tiene el libro Rafa el niño invisible?), o por autor.
A través de
esta simulación, los alumnos explorarán el acervo, intentarán vender, convencer
al lector, el cuál intentará que su necesidad y curiosidad queden satisfechas.
Modalidad “Libre”
Exponga los libros en una mesa.
Deje que los chicos, por turnos o al mismo tiempo, acudan a ellos, los
manipulen, los exploren, los (h)ojen. La consigna final será que elijan el
libro que más les llamó la atención. Al final, en una plenaria, expresaran los
motivos de su elección.
Bajo esta
modalidad, se incentiva la expresión oral frente al grupo, se comparten los
argumentos y permite identificar intereses de los niños. Esto último será
importante toda vez que permitirá al docente contar con una “radiografía” de
temas afines a su grupo, lo cual redundará en una mejor selección de títulos al
momento de hacer actividades de promoción y mediación de la lectura.
Criterios de clasificación y organización de la biblioteca escolar
Por cuestiones de
convencionalismos y espacio, las bibliotecas exhiben, primordialmente, el lomo
de sus libros. Elemento sin duda importante, pero que aporta poca información
al lector. Si pensamos en acercar a los alumnos a la palabra escrita, lo ideal
será que ellos sean quienes definan cuál será el criterio que imperará.
De manera
somera, podemos decir que hay dos tipos de clasificaciones: las convencionales
y las no convencionales. Entenderemos las primeras como aquellas donde saltan a
la vista características de los integrantes de un grupo. Por ejemplo: en su
salón de clases no es necesario clasificar a los alumnos en hombres y mujeres
para determinar a cuál género pertenece tal o cual estudiante.
En cambio, las
clasificaciones no convencionales permiten identificar características no
visibles en primera instancia. Si a su mismo grupo de alumnos les solicita que
se agrupen entre quienes les guste la cebolla y a quienes no, tendremos un
ejemplo de ello.
Las
bibliotecas públicas, las bibliotecas universitarias tienen su propio sistema
de clasificación. Las bibliotecas escolares también. En la página legal
encontramos una reproducción de una ficha bibliográfica que integra, entre
otros datos, la signatura topográfica (clasificación) del Sistema Decimal
Dewey.
Dicho sistema,
que es el mismo que utilizan las bibliotecas públicas de la Red Nacional de
Bibliotecas del CONACULTA, divide el conocimiento humano en diez grandes áreas.
De tal manera, que el criterio de clasificación es temático, la misma
naturaleza y lógica de esta clasificación la hace muy operativa para la
administración bibliográfica, pero no para la formación de lectores.
Por ello, dar
la oportunidad que cada quince días, cada mes como máximo, un grupo de alumnos
ordenen los libros como mejor les parezca, será una actividad fundamental en el
descubrimiento del libro y la lectura.
Se recomienda
que los criterios sean no convencionales. Tal vez en los primeros ejercicios se
organice por grosor, color, tamaño, temática (derivada a partir de la portada o
título), tamaño de letra, sin embargo, lo recomendable es que los chicos se
arriesguen y se animen a inventar otras clasificaciones: libros que quiero leer
con mi madre (o padre); libros que me gustaría tener en casa; libros que no me
gustan; libros que me parecen feos, etc. Al final del acomodo, el grupo
intentará identificar cuál fue el criterio de organización, por último, los
participantes explicarán cómo y por qué se decidieron por ese criterio.
Si esta
actividad se realiza periódicamente, los niños podrán ponderar la importancia
de mantener organizada su biblioteca, de conocer los títulos que la componen y
descubrir lo que los libros tienen para ellos.
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