Eduardo Campech Miranda
Aquella
presentación en el café fue la primera de muchas: en Acción Cultural del issste, en la Biblioteca Pública
“Mauricio Magdaleno”, en el Festival Cultural de 1994. Todas bajo el abrigo de
Escritores y Artistas Unidos e Independientes. Mi siguiente objetivo era la de
publicar en un libro y en un medio de circulación nacional. Hasta ahora, e
insisto con ello, mis textos no pasaban por ningún proceso de revisión, mucho
menos el del buen juicio que da el tiempo.
Ese mismo año llegó
la oportunidad del libro. Además de la ocasión de colaborar en la antología Por las anchas venas de la noche, otra
vez, bajo el auspicio de Escritores y Artistas etcétera, etcétera y etcétera.
La publicación nacional fue en la revista Tierra
Adentro, con más precisión en el número dedicado a los 450 años de la
fundación de la ciudad de Zacatecas. Mi vida seguía siendo la misma. Entonces
pensaba que o el poeta estaba sobrevalorado y se gestaban muchos estereotipos
en torno suyo o que yo era un poeta mediocre. Años después tuve más certeza que
lo correcto era la segunda opción.
Estudiaba Economía
y a la par de Marx, Althusser, los monetaristas, leía a Sabines, Neruda,
Benedetti, los estridentistas. Pero sólo a ellos. Escritores y Artistas
preparaba una tercera antología. Una de las características de estas obras, es
que cada autor invitaba a quien le elaborara el prólogo. Creyéndome de grandes
ligas, sin haber jugado al menos en reservas, acudí con Alain Derbez quien
vivía en Zacatecas.
Derbez escribió un
texto sencillo pero contundente. Me hizo pensar en la responsabilidad y
objetivo de publicar. Llevaba por título una frase fundamental en las
publicaciones: “Del acto de escribir para que otros te lean”. El día que me dio
el prólogo, en las instalaciones de la Librería Andréa, me invitó a leer más,
más poesía, más literatura y si fuera posible en otro idioma. A que mis textos
pasaran por un ejercicio de revisión, a acudir a talleres de creación
literaria.
Coincidentemente
leía por aquel tiempo Cómo acercarse a la
poesía de Ethel Krauze. En una de las tantas anécdotas que cuenta en torno
a su formación como poetisa, menciona cómo en su juventud le apostaba todo a la
inspiración y cómo Alfonso Reyes, creo que fue Reyes, le dijo “Hasta los perros
le ladran a la luna”.
Por situaciones que
no recuerdo, el libro nunca se publicó –para mi fortuna- porque eso me permitió
revisar con un poco más de rigor. Algunos de eso textos, a la postre, fueron
publicados por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, en su revista Tierra Baldía. Después dejé de publicar
poesía. Salvo esporádicas ocasiones comparto lo inspirado. Pero debe pasar por
un proceso fuerte de transpiración.
Esa fue la historia
que referí a aquel chico, poeta en ciernes y que sólo había leído a Nervo. Lo
invité a seguir escribiendo, que lo hiciera, pero que estuviera consiente de la
responsabilidad que implica publicar. De lo exigente de la poesía, y de la
necesidad de leer para escribir.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 29 de abril de 2013.
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