jueves, 16 de mayo de 2013

Del acto de escribir III



Eduardo Campech Miranda
Aquella presentación en el café fue la primera de muchas: en Acción Cultural del issste, en la Biblioteca Pública “Mauricio Magdaleno”, en el Festival Cultural de 1994. Todas bajo el abrigo de Escritores y Artistas Unidos e Independientes. Mi siguiente objetivo era la de publicar en un libro y en un medio de circulación nacional. Hasta ahora, e insisto con ello, mis textos no pasaban por ningún proceso de revisión, mucho menos el del buen juicio que da el tiempo.

Ese mismo año llegó la oportunidad del libro. Además de la ocasión de colaborar en la antología Por las anchas venas de la noche, otra vez, bajo el auspicio de Escritores y Artistas etcétera, etcétera y etcétera. La publicación nacional fue en la revista Tierra Adentro, con más precisión en el número dedicado a los 450 años de la fundación de la ciudad de Zacatecas. Mi vida seguía siendo la misma. Entonces pensaba que o el poeta estaba sobrevalorado y se gestaban muchos estereotipos en torno suyo o que yo era un poeta mediocre. Años después tuve más certeza que lo correcto era la segunda opción.

Estudiaba Economía y a la par de Marx, Althusser, los monetaristas, leía a Sabines, Neruda, Benedetti, los estridentistas. Pero sólo a ellos. Escritores y Artistas preparaba una tercera antología. Una de las características de estas obras, es que cada autor invitaba a quien le elaborara el prólogo. Creyéndome de grandes ligas, sin haber jugado al menos en reservas, acudí con Alain Derbez quien vivía en Zacatecas.

Derbez escribió un texto sencillo pero contundente. Me hizo pensar en la responsabilidad y objetivo de publicar. Llevaba por título una frase fundamental en las publicaciones: “Del acto de escribir para que otros te lean”. El día que me dio el prólogo, en las instalaciones de la Librería Andréa, me invitó a leer más, más poesía, más literatura y si fuera posible en otro idioma. A que mis textos pasaran por un ejercicio de revisión, a acudir a talleres de creación literaria.

Coincidentemente leía por aquel tiempo Cómo acercarse a la poesía de Ethel Krauze. En una de las tantas anécdotas que cuenta en torno a su formación como poetisa, menciona cómo en su juventud le apostaba todo a la inspiración y cómo Alfonso Reyes, creo que fue Reyes, le dijo “Hasta los perros le ladran a la luna”.

Por situaciones que no recuerdo, el libro nunca se publicó –para mi fortuna- porque eso me permitió revisar con un poco más de rigor. Algunos de eso textos, a la postre, fueron publicados por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, en su revista Tierra Baldía. Después dejé de publicar poesía. Salvo esporádicas ocasiones comparto lo inspirado. Pero debe pasar por un proceso fuerte de transpiración.

Esa fue la historia que referí a aquel chico, poeta en ciernes y que sólo había leído a Nervo. Lo invité a seguir escribiendo, que lo hiciera, pero que estuviera consiente de la responsabilidad que implica publicar. De lo exigente de la poesía, y de la necesidad de leer para escribir.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 29 de abril de 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario