Entonces yo quería ser poeta.
Había visto algún compañero escribir versos en el cecyt 7 del ipn.
Me parecía que era sencillo. Finalmente, sus versos tenían elementos de alguna
canción que le escuché a Enrique Guzmán. Esperé un par de años a que llegara la
inspiración. Supongo que vendría en ferrocarril (aún había tren de pasajeros
hacia Zacatecas) porque veinticuatro meses fueron mucho tiempo.
Un buen día apareció divagando
por mis entrañas una musa. Traía consigo un montón de verbos, práctica un tanto
tramposa para rimar. La métrica era una señora a la que no tenía el gusto, ni
el interés, de conocer. Después de armarme de valor (sin despojarlo de cierto
orgullo), acudí con la musa y le mostré el texto. Quedó encantada. Claro, nunca
antes nadie le había escrito nada. Una vez aprobada las dos primeras fronteras,
seguí escribiendo. Cada texto (según mi escaso juicio, poemas) era una obra
maestra merecedora del Nobel. Quien los llegaba a leer los alababa: “¡Qué
bonito!”.
Mi sueño se había realizado: ¡ya
era un poeta! (ajá). Así que ni tardo ni perezoso acudí a espaldas de catedral.
Alguien me dijo que ahí podrían publicarme mis textos. En ese lugar se ubicaban
las oficinas de un periódico local. No recuerdo por qué motivo no me fueron
recibidos mis textos, y me canalizaron a un taller de literatura.
Dijo un poeta: “y la vida pasó
como pasan las cosas que no tienen mucho sentido”, y seguí escribiendo. Un
amigo al que le compartí mis “obras”, me hizo la observación que mis versos
rimaban sólo con verbos. Y entonces, descubrí a Sabines. El señor decía lo que
yo sentía, de una manera clara, concisa. Sabía con certeza que no moría de
amor, que moría de ella, de ausencia de amor de ella, de ausencia mía en su
piel de ella.
Hasta entonces solamente había
leído algún “Nocturno a Rosario” de Manuel Acuña, “Poema 20” de Pablo Neruda,
“Para entonces” de Gutiérrez Nájera, “El seminarista de los ojos negros”, no sé
de quién y “Nocturno” de José Asunción Silva. Así que el encuentro con el
chiapaneco fue impactante. Leía a Sabines con Sabina de fondo. Me sabinicé.
Mi estilo de escribir, por lo
tanto, se sabinizó. Pero seguía
apelando a la inspiración. Soñaba con publicar en algún medio local. Que mis
palabras trascendieran los espacios de convivencia de los amigos. Así que un
buen día me encontré con un anuncio que promocionaba un encuentro de
escritores. Creí que se trataba de un evento con escritores con reconocimiento
nacional. Pero no, se trataba de la presentación de una antología bajo el sello
de Escritores y Artistas Unidos e Independientes de Zacatecas: Con el tiempo y la espera.
Participaban en ella amigos y conocidos,
además de gente que recién coincidíamos. A través de este colectivo tuve la
oportunidad de compartir mis “poemas”. Primero en un café cerca de la plazuela
Genaro Codina, donde acudió un reportero y me entrevistó. Iniciaba mi deseada
aventura.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 22 de abril de 2013.
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