miércoles, 8 de mayo de 2013

Cuando la lectura es un placer superficial



Eduardo Campech Miranda

La lectura es un reto intelectual. El lector consolidado asume que así es y está dispuesto a sumergirse en las aguas del libro, a veces claras, a veces turbias y otras más, pantanosas. Esta idea debe estar presente en todo acto de lectura. El mediador, en función de su rol de lector, también debe saber esto y no quedarse estancando en una zona de confort.

Está claro, y es válido, que se tengan textos constituyentes de un canon personal. Sin embargo, el lector autónomo, debe saber preguntarle al escrito, preguntarle al autor, preguntarse a sí mismo, y por consiguiente, exigirse más en cada lectura. Para ello puede utilizar diversas estrategias, entendiendo como tales los procesos mentales que realiza, las acciones de consulta a fuentes diversas (que van desde el preguntar a alguien cercano hasta el googlear, pasando por las referencias impresas) y no sólo una o varias actividades vistosas, propias de la animación a la lectura.

La formación de lectores es un trabajo que va más allá del mero acercamiento de la palabra escrita al individuo. Se debe, en el mismo proceso, de educar para gozar, sufrir, desentrañar la lectura. Es el mismo mediador quien debe hacer consciencia de su propio desarrollo lector: de sus alcances y límites, de identificar plenamente por qué prefiere un tipo de textos a otros, de cómo funciona la lectura en sí. En otras palabras, lo que los teóricos llaman metacognición.

Volvamos al ejemplo del cuento “En la madrugada” de Rulfo. El lector incipiente sabrá que la historia narra un asesinato. Es más, ante la pregunta “¿quién mató a don Justo?”, invariablemente la respuesta sería, el viejo Esteban. Ello nos devela que no se puso la suficiente atención a detalles concretos que da el autor, y a la incapacidad de usar las inferencias.

Hagamos una descripción de los personajes. Don Justo, el hacendado, es un hombre maduro. Esteban, un anciano peón desdentado; Margarita, la joven sobrina de Justo y dos mujeres sin nombre: la madre de Margarita, postrada en cama por inmovilidad y la esposa de Esteban. Justo muere por unos golpes en la cabeza mientras golpea a Esteban. ¿Tendría este último las fuerzas necesarias para matar a un hombre más joven? La esposa del viejo también queda descartada, toda vez que –por lógica es una mujer mayor, como él-. La madre de Margarita no se puede mover. La única que queda es Margarita.

La descripción de la muerte de Justo, leía con detenimiento, permite ubicar un tercero en el enfrentamiento entre el hacendado y su peón. Esa misma lectura nos brinda claves para determinar que la agresión de Justo a Esteban no es porque éste pateaba a la vaca, eso es un pretexto. Este cuento rulfiano nos enfrenta a los retos de los que he hablado al inicio.

El mediador debe, primero, identificarlos, para resolverlos y llevar a sus lectores hasta esas alturas o a niveles superiores de comprensión lectora, y no en el mero nivel literal. El mediador que no entienda esto, hace del placer de la lectura, un placer superficial.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 25 de marzo de 2013.

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