domingo, 31 de julio de 2011

Mi biblioteca, ese animal fantástico que sostiene mi vida

Alberto Manguel*.
ESCRITOR

Durante los últimos siete años he vivido en una vieja casa de piedra parroquial en Francia, al sur del valle del Loira, en un pueblo de no más de 10 casas. Elegí este lugar porque al lado de la casa del siglo XV había un granero suficientemente grande como para poner mi biblioteca de unos 30 mil volúmenes, una colección de más de seis décadas itinerantes. Sabía que cuando los libros encontraran su lugar, yo encontraría el mío. 



Mi biblioteca no es una bestia única, está compuesta por muchas otras; es un animal fantástico hecho de las diversas bibliotecas armadas y luego abandonadas una y otra vez en el transcurso de mi vida. Uno de mis primeros recuerdos -debo haber tenido dos o tres años- es de una repisa llena de libros que había en la pared, sobre mi cama con baranda, de la que mi niñera escogía una historia para dormirme. Esa fue mi primera biblioteca; cuando un año después o más aprendí a leer, el estante pasó a estar más seguro en el piso y se transformó en mi reino privado.

Esa primera biblioteca estaba en una casa en Tel Aviv, cuando mi padre era embajador de Argentina; la siguiente creció en Buenos Aires durante mi adolescencia.

Dejé mis libros cuando me fui a Europa en 1969, apenas antes de la dictadura militar. Tenía 21 años y quería ver el mundo que conocí a través de la lectura. Mis libros, pensé, me esperarán en la casa de mis padres hasta el día en que regrese. No podía imaginarme que, de haberme quedado, como muchos de mis amigos, habría tenido que destruir mi biblioteca por temor a la policía.

En cada lugar que me quedé nació una biblioteca naturalmente. En París y en Londres, en el calor húmedo de Tahití donde trabajé como editor durante cinco largos años (mi Melville todavía muestra las marcas de los hongos de la Polinesia), en Toronto y en Calgary, coleccioné libros; y cuando llegaba el momento de partir los embalaba en cajas para que pudieran esperar pacientemente en esos espacios, como verdaderas tumbas, que llegara el momento incierto de la resurrección. Y siempre me preguntaba cómo sucedió esta acumulación de tinta y papel que una vez más cubriría mis paredes como la hiedra.

La biblioteca como es hoy alberga los remanentes de todas las anteriores, inclusive los cuentos de hadas de los hermanos Grimm en dos tomos, impresos en letra gótica. Hay unos pocos libros que cualquier bibliófilo serio valoraría: una Biblia del siglo XIII, una media docena de libros de artistas contemporáneos, algunas primeras ediciones y ejemplares firmados. Pero no  tengo ni los fondos ni el conocimiento para transformarme en un coleccionista profesional.

A diferencia de una biblioteca pública, la mía no necesita códigos que otros lectores tengan que comprender, y la he ordenado de acuerdo con mis propios requerimientos y prejuicios. Su geografía está regida por una lógica estrafalaria.

No presto los libros. Si quiero que alguien lea, compro un ejemplar y se lo regalo. Prestar un libro es incitar al robo.

Ahora, después de que cumplí 60, tiendo a buscar el placer de leer los libros que ya leí en vez de descubrir otros. Vuelvo a visitar viejos conocidos que no me van a distraer con sorpresas superficiales. Nos conocemos, esos libros y yo, y podemos tomarnos todo el tiempo para la historia que se desarrolla.

Igual que todas las bibliotecas, la mía terminará por exceder el espacio asignado. Apenas a siete años de armarla, ya se ha expandido al cuerpo principal de la casa, que tenía la esperanza de que tuviera paredes sin estantes.

Hay un cuento de Julio Cortázar, "Casa tomada", en el que un hombre y su hermana se ven obligados a mudarse de habitación en habitación a medida que algo innombrable va ocupando centímetro a centímetro toda la casa, hasta que finalmente terminan en la calle.

Adivino el día en que mis libros, como invasores, terminen con su conquista gradual. Me confinarán al jardín, pero me temo que inclusive ese lugar no escape a la sedienta ambición de mi biblioteca.

* Alberto Manguel es jurado del Premio Clarín de Novela.

Copyright Clarín y The New York Times, 2008. Traducción de Cecilia Benítez.

lunes, 25 de julio de 2011

Mi escritura a sus pies.


Eduardo Campech Miranda[i]

Cada que escribo algo para publicarse (sea o no digno de ello) pasan por mi cabeza cientos de ideas, ¿quién leerá texto? ¿qué impresión le producirá? ¿será irrelevante, importante o estúpido mi planteamiento? Pocas veces obtengo una respuesta certera. Sin embargo, sigo escribiendo, con la finalidad de iniciar un diálogo, un debate, un enriquecimiento de ideas, y también, de encontrarme día a día.

Tengo consciencia, aunque no lo parezca, de la responsabilidad que conlleva el publicar. La botella al mar se lanza, no sin riesgo de golpear a alguien en la cabeza para bien o para mal. Hace aproximadamente tres o cuatro años, me sumergía en esos pensamientos. Lo hacía mientras esperaba que lavaran mi auto y fuera entregado.

Los jóvenes se apresuraban, sin detrimento del esmero, por concluir la faena. Uno a uno iban saliendo los automóviles relucientes, mucho muy distintos a como habían llegado. Un instante antes de la entrega, uno de los lavacoches ponía sobre los tapetes delanteros una página periodística extendida en toda su longitud.

En ese momento reflexioné sobre el trabajo que los reporteros invirtieron para redactar la noticia, el sesudo análisis de los columnistas, el empeño por un buen ángulo de los fotógrafos, la minuciosidad de los correctores, la revisión de los editores. Todo ese trabajo se iba, finalmente, a las suelas húmedas del conductor, y en caso de ir, su acompañante. Consideré este hecho una ingratitud.

Sin embargo, la sacudida vendría después. Me llamaron, acudí, cogí las llaves del auto, abrí la puerta y… ¡Ahí estaba un texto de mi autoría!, escrito a propósito de una entrevista del entonces Coordinador Estatal de Bibliotecas, Lic. Antonio Torres Torres, con el magnate Bill Gates. Toda la compasión, la indignación, y por qué no decirlo, la expresión no dicha pero sí pensada de “pobres güeyes”, se me regresaba y golpeaba en la cara como un boomerang. El llevar a lavar el carro, me daba respuesta a muchas de mis preguntas.

Tiempo después tuve otro encuentro con mis palabras. Pero esas, ya las hacia muertas. Caminaba por el Portal de Rosales de la capital zacatecana. La Feria Municipal del Libro ocupaba dicho espacio tradicional. Caminaba, les decía, viendo los libros de cada expositor, preguntando por precios, títulos, autores. El tránsito peatonal se hacía lento. Mucha gente se dedicaba a lo mismo que yo. Pocos compraban. En el extremo de la pared del portal en cuestión, se encontraba un individuo obsequiando publicaciones en bolsas de plástico transparentes.

Ante la imposibilidad de adquirir algún libro en la Feria (para variar, mi presupuesto era recortado), decidí mañosamente acercarme al generoso personaje. No dude un momento cuando me ofreció el paquete. Eran unas revistas. Los dos ejemplares de la misma publicación y del mismo número: El digno chipotlón y la mengambrea kakorrifofónica, número 1. En esas páginas había publicado un lustro atrás un poema, no malo, malísimo. La generosidad de mi amiga Sandra Toledo y su hermano Leonardo hicieron posible tal proeza. Hay, desde luego, publicaciones que han tenido una historia diametralmente opuesta, pero esa, esa es otra historia.


http://campech.blogspot.com/

Publicado en "La gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 25 de julio de 2011.

miércoles, 20 de julio de 2011

Biblioteca Pública Central de Zacatecas “Mauricio Magdaleno”: historias de vida, historias de la biblioteca

 La biblioteca, aparte de ser un lugar donde están los libros, un lugar donde se estudia, un lugar para reunirse, una segunda casa, es un lugar de reflexión, de comunicación.


…la biblioteca es un sustituto de Dios; si Dios existe, es una especie de biblioteca completa porque lo contiene todo: una suma del saber. De hecho, no es casual que muchas tiranías le teman. El califa destruye la biblioteca de Alejandría; los inquisidores nazis queman los libros; las dictaduras de Latinoamérica torturan y asesinan a muchos lectores de libros que movilizan el pensamiento. Hogueras de libros: destrucción de la verdad.
Silvia Adela Kohan


En 1986 México era sede del Campeonato Mundial de Futbol, morían Jorge Luis Borges, Juan Rulfo y Mauricio Magdaleno.También abría sus puertas al público la Biblioteca Central Estatal que llevaría el nombre de este último, en la capital zacatecana. Por esa época el señor José Antonio Carvajal Solís acudía al módulo de préstamo a domicilio y tramitaba la primera credencial que expedía la biblioteca. Dos décadas después, el Maestro en Desarrollo Regional, Carvajal Solís, comenta con ironía que aún conserva aquella credencial, pero que no cuenta actualmente con una que esté vigente. José Antonio Carvajal acude regularmente a la biblioteca desde su apertura. Ésta es importante dentro de su vida cotidiana porque es “una guía, el maestro más confiable es un libro, porque no tiene límites” y la biblioteca cuenta pues con alrededor de 47 mil maestros, casi 37 mil más que en sus inicios.

Heredera de la Biblioteca Pública del Estado de Zacatecas, fundada hacia 1832, la “Mauricio Magdaleno”, como se le conoce coloquialmente, abrió sus puertas en el verano de 1986 en un hermoso edificio que lo mismo albergó al mercado, que a la presidencia municipal o a la alhóndiga que fue en un inicio. Para el año 2004 estrena nuevas instalaciones albergadas en un moderno edificio construido ex profeso. En él se ofrecen los servicios básicos de una biblioteca pública y algunos servicios complementarios como lo son sala audiovisual, capacitación en promoción de la lectura y actividades de fomento a la lectura fuera de la biblioteca y asesoría institucional en procesos técnicos.

Mayoritariamente, la biblioteca pública y en general cualquier biblioteca, es concebida como un espacio exclusivo para el estudio, como el lugar sagrado de los libros y la pedante solemnidad que no rara vez acompaña a los consumidores de la República de las letras. Así lo manifiestan Sandra de la Cruz, Javier Gaytán, Gabriela Reza Esquivel, Fátima García Troncoso, Karina Rodarte Vázquez y Diana Muñoz Sánchez, todos ellos estudiantes de preparatoria y medicina humana. Las visitas frecuentes a la biblioteca tienen por objeto el estudio con su silencio, iluminación y conforto necesarios que no siempre se encuentran en los hogares.


Diana, de veinte años y estudiante de medicina, concibe como una segunda casa a la Biblioteca Central Estatal “Mauricio Magdaleno”.Y es que ella la visita de lunes a sábado, principalmente para estudiar, y utiliza la sala de Hemeroteca, que a su juicio es de las más adecuadas para realizar su labor.

En el segundo semestre del año 2002 la institución fue blanco de un atentado: el proyecto de “descentralizar” sus servicios y hacer de la Biblioteca Central Estatal cuatro bibliotecas municipales. No era la primera vez que la biblioteca pública de la ciudad de Zacatecas era embestida por acuerdos político-burocráticos, sin embargo, resultó gratamente confortante saber que la sociedad civil no estaba al margen en la defensa de su centro bibliotecario, identificándolo como el lugar donde se hicieron lectores.Valga de ejemplo un artículo que apareció en un diario local, escrito por un usuario frecuente:

Soy Tryno Maldonado.Tengo 25 años. Mi oficio: escritor. Mi herramienta básica, por lo tanto, son los libros. Me atrevo a confesar sin empacho que nunca me explico a ciencia cierta el origen de mi vocación: y es que en mi casa jamás hubo libros. Desde niño, a guisa del sucedáneo más inmediato, tuve siempre la costumbre de, apenas terminaba las clases, dirigirme sin variación al lugar donde, sabía, me aguardaba un tomo de Stevenson, Hsuekin,Verne, Poe, Lovecraft o Bradbury durante la primaria; de Dickens a Kipling, llegada la secundaria; y Joyce, Proust, Borges, Cortázar, Kafka y Schopenhauer durante mi preparatoria. Me refiero, claro, a la Biblioteca Mauricio Magdaleno, que ha valido lo mismo que un segundo hogar para mí desde 1986. (Tryno Maldonado: "Carta de un usuario frecuente", Imagen: el periódico de los zacatecanos, diciembre 9 de 2002).
Y es que la biblioteca, aparte de ser un lugar donde están los libros, un lugar donde se estudia, un lugar para reunirse, una segunda casa, es un lugar de reflexión, de comunicación, así lo manifiesta la señora Orayla Loera López. Ella es originaria del Distrito Federal, con 53 años actualmente trabaja en el Departamento de Limpieza del Municipio de Zacatecas, aquí se les conoce como “hormiguitas”, y como ellas trabaja de sol a sol dejando pulcras las calles de la capital zacatecana. Orayla estudió hasta la preparatoria. Tiene tres años acudiendo diariamente a la biblioteca. El área que más frecuenta es el Módulo de Servicios Digitales. Sabe sacarle provecho a las nuevas tecnologías.Vía Internet se comunica con amigos y familiares, se informa de la realidad mundial y aprovecha las ventas por ese medio. Su experiencia le hace ser contundente: “la biblioteca ofrece oportunidades de desarrollo personal. Es importante porque se pueden consultar libros y en un mundo globalizado viajar por el ciberespacio”.

Historias de vida que se han ido forjando en la biblioteca pública, historias de vida que se comparten con la “Mauricio Magdaleno”, historias, otras, donde es seguro que, aparte de formar lectores, la biblioteca haya formado amistades, romances, familias, historias todas de nuestra condición humana, historias de nuestra memoria colectiva.

Eduardo Campech Miranda

(Publicado en El bibliotecario, revista de la Dirección General de Bibliotecas del CONACULTA, año 5, número 59, mayo de 2006.)

Larga vida a la Mauricio (y mejor presupuesto)


 
Eduardo Campech Miranda[i]

Cuando en 1989 llegué a Zacatecas, uno de los primeros edificios que visité fue la Biblioteca Pública Central Estatal “Mauricio Magdaleno”. La impresión que me llevé no fue la mejor. Impregnado, no, impregnado no. Empapado con esa insoportable visión “chilangocéntrica”, el acervo, la Sala General, me parecieron raquíticos. Y es que en el Distrito Federal yo sólo conocía la Biblioteca de México, ubicada en la Ciudadela. La comparación, además de pedante, era sumamente desventajosa.

Decía que una tarde de invierno de 1989 acudí a dicha biblioteca. Un compañero del cobaez y amigo de toda la vida, José Luis del Río, me había hablado y leído un fragmento de Chin Chin el teporocho de Armando Ramírez. Por aquel tiempo iniciaba mi recorrido por la lectura, apenas tenía en mi haber dos libros concluidos por decisión propia: Cien años de soledad de Gabriel García Márquez y Canasta de Cuentos Mexicanos de B. Traven.

Mi ignorancia me impedía saber quién era ese tal Mauricio Magdaleno, merecedor de que la biblioteca pública más importante de la entidad llevara su nombre. El tiempo haría su trabajo y en un par de meses la perspectiva sobre la biblioteca había cambiado y ya tenía el referente de Magdaleno.

Además de ir a hacer las tareas escolares, la biblioteca ofrecía una actividad a la cual llegamos, un grupo de amigos y servidor, por accidente: la tertulia. Todas las tardes del martes y jueves se reunían un grupo de personas, leían algún capítulo de una novela, un cuento, algo que ellos mismos llevaban y lo comentaban. La charla era acompañada por café y galletas que ofrecía la biblioteca.

Sería tal vez un día de 1990 cuando en Sala General se me ocurrió que sería muy atractivo trabajar de bibliotecario. Un año después, el sueño se cumplía. Laboralmente, aún alcancé la época de bonanza de la institución. Después algo pasó. La biblioteca sufría recortes presupuestales dramáticos, y eso que sólo se perciben a pesos nominales y no pesos base.

La Biblioteca Pública Central Estatal “Mauricio Magdaleno” veía cómo su presupuesto se iba a pique, producto de una decisión equivocada. Años después, a alguien se le ocurrió que como era complicado atender las demandas de bibliotecas en las colonias de la capital zacatecana, una solución era dividir la Biblioteca Central en cuatro o más bibliotecas municipales. El resultado de esa propuesta fue el desalojo de la sede de la biblioteca y la construcción del nuevo edificio (obviamente con una partida presupuestal raquítica para mantenimiento del mismo).

Ahora, la “Mauricio Magdaleno” cumple un cuarto de siglo. Y sigue, a pesar de todo, en pie. Y aquellos quienes le redujeron los recursos también siguen en el gabinete. Y aquellos que quisieron dividirla, también siguen en el poder. Por ello no es extraño que bajo el argumento de la modernidad, el ahorro, la generación de empleos, la atracción de inversiones y la austerirdad, se cierren museos, se quieran abrir lugares de comida rápida en el centro histórico y se vea a las bibliotecas como una carga onerosa y no como una inversión.


[i] Personal bibliotecario de la B. P. C. E. “Mauricio Magdaleno”.

Publicado en "La gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 18 de julio de 2011.

domingo, 17 de julio de 2011

Leer en clase

29.04.2008 

AURORA GIL BOHÓRQUEZ

Cuenta Unamuno en Recuerdos de niñez y mocedad la emoción que sentían en clase cuando leían un pasaje del Juanito, aquel en el que moría la madre, y todos sus compañeros, el maestro, y él mismo, tenían que enjugarse las lágrimas, rejuntándose todos, conmovidos, en los sentimientos de pena. No parece que fuera una lectura primera; da a entender que todos la conocían de otras veces y que esperaban el trágico momento con ansiedad contenida.


Al lector se le apagaba la voz, y la claridad de la lectura se ahogaba en los sollozos. Nadie se reía de aquellas lágrimas tan colectivas que provocaba la ficción literaria, más abundantes aun en los revoltosos y peleones. Imagino que la clase entera esperaba la hora de la lectura con ganas, los más aplicados y los menos, a pesar de conocer en muchos casos el final de la historia. Entonces los libros eran escasos, ir al cine era todo un lujo y no existía la televisión para llorar a gusto en los reality show.

Han pasado los años; el péndulo se fue al otro extremo: hoy apenas se lee en clase; ni siquiera en las de Lengua y Literatura, y mucho menos, claro está, en las clases de otras materias. Leer un cuento en matemáticas, qué disparate, ni que estuviéramos locos. Y no crean que me estoy refiriendo sólo a los centros de Secundaria, donde el alumno ya viste pantalón largo -es un decir-; tampoco en los centros de Primaria se lee sistemáticamente en clase, ni es frecuente aquello de todos los alumnos atentos a la palabra, con la emoción y la intriga en sus caras, sin pestañear, sin moverse de las sillas, sin querer que pase el tiempo para dejar avanzar la historia. Hoy, en cuanto los niños aprenden el mecanismo de la m con la a ma, se acaba con la práctica de la lectura en voz alta y
desaparece la hora de leer del panorama lectivo habitual.


Y es que hay profesores -y alumnos- que consideran lo de leer en voz alta como pérdida de tiempo, como algo fuera de los contenidos curriculares. No hay tiempo que perder, piensan, con tanta gramática, y tanta sintaxis, y
tantos ejercicios de análisis de todo tipo; los contenidos gramaticales lo invaden todo, y hay que saber distinguir los morfemas de los lexemas desde la más tierna infancia, y no hay que confundir los determinantes con los pronombres, ni los atributos con los complementos directos.

Y frente a todo este galimatías en el que están enredados los niños desde los ocho años, la lectura colectiva en voz alta ha dejado de considerarse como una actividad prioritaria y esencial en la formación académica de los jóvenes. Sin embargo, está demostrado que la lectura en voz alta tiene no sólo considerables beneficios neuronales, ya que se ponen en acción numerosos y complejos circuitos cerebrales, mucho más ricos que los que se activan en la lectura silenciosa; también mejora las capacidades de atención y de expresión, se enriquece el vocabulario, se ejercita la imaginación, enaltece los sentimientos , sin olvidar que además incrementa la autoestima y la confianza. La lectura en voz alta puede detectar problemas graves, como las dislexias, y puede corregir otros, como la tartamudez. Y sin embargo, van pasando alumnos por las aulas que nunca han oído una lectura como Dios manda, que les sirva de modelo, que les conmueva. ¿Qué tristeza da oír leer de manera mecánica y neutra, sin entonaciones adecuadas, sin detenerse en las pausas, sin recalcar la intención, confundiendo palabras! ¿Y qué pena, lo mal qué mal leen en voz alta nuestros alumnos! Es para echarse a llorar.


No hay tiempo para explicarles las técnicas de lectura, y mucho menos, para ponerlas en práctica. ¿Cómo pasar una hora de clase a la semana leyendo, con tanto contenido gramatical y tanta teoría literaria que aprender? Pero lo peor es que tampoco se lee correctamente en silencio: trastocan palabras, se las saltan, tienen dificultades para captar la idea principal, no retienen datos Y si a todo esto unimos la pobreza de vocabulario tenemos los resultados tan poco gratificantes de los famosos informes Pisa.

Recuerdo ahora como algo mágico aquellas clases de la Universidad del profesor D. Mariano Baquero Goyanes, aquellas en las que se limitaba a leer en voz alta. Ni más ni menos. Eran las mejores. Se hacía un silencio expectante - como en las clases de Unamuno- y nos invadía toda la fuerza de la literatura a través de su palabra sosegada. Éramos ya alumnos universitarios, y nos seguía conmoviendo oír un cuento, un poema, un fragmento de cualquier libro. La magia estaba en su buena lectura, que lograba llenar el texto de emoción y sentimientos.

Leamos en voz alta en clase y cambiemos la idea equivocada que oí decir no hace mucho a un alumno mío: qué bien; hoy no hemos hecho nada: sólo hemos leído.

lunes, 4 de julio de 2011

Decálogo para no formar lectores (desde el hogar)


Eduardo Campech Miranda[i]
Los siguientes puntos son aplicables a aquellos individuos y hogares con el poder económico necesario para hacer de la lectura una posibilidad más de esparcimiento y recreación.

Uno: Mientras usted está al pendiente de la programación televisiva, en particular de los últimos acontecimientos de Triunfo del amor, La fuerza del destino, Entre el amor y el deseo, Cuando seas mía, por mencionar sólo algunas telenovelas. O de los actos protagónicos de la Selección Nacional de Futbol (primordialmente los acaecidos fuera de la cancha); haga valer su incuestionable autoridad y envíe a su hija o hijo a leer. No tome en cuenta ni sus gustos, ni sus opiniones, mucho menos sus intereses. Escoja, preferentemente, ese libro grueso, con letra pequeña a doble columna.

Dos: Una vez tomada la decisión de implementar el punto anterior, apele a su experiencia: recuerde el libro que le regalaron en su juventud. Sí, ese del que todo mundo le decía “esta lectura te servirá para toda tu vida”, el que es necesario para adquirir una sólida formación cultural, el imprescindible en las conversaciones (uno no puede quedar mal confesando no haber leído esa obra maestra y exponerse a la exclamación: “¿cómo?, ¿no lo has leídoooo?”). Sí, ese libro que usted nunca leyó, porque lo encontró aburrido, tedioso, sin nada que decirle. Ahora, al pasar de los años, con su vida (des)hecha, está en condiciones de heredar gustos, disgustos, anhelos, traumas… y ese libro o esas lecturas.

Tres: En caso de no contar en su vida con experiencias como la anterior. Y teniendo conocimiento de la existencia de una literatura infantil y juvenil. Acuda a una librería o una biblioteca pública o una biblioteca escolar o una biblioteca de aula. Tome el libro que más le llamó la atención a usted y déselo a leer a su vástago. ¡Qué importa que no lo atrape!, lo importante es leer los veinte minutos que recomiendan en la televisión y otros medios masivos de comunicación. Si lo anterior funciona, no deje pasar la inercia de la oportunidad. Aplique otros veinte minutos para que su hijo resuelva problemas de matemáticas (usted decidirá si es Aritmética, Álgebra, Cálculo, Trigonometría, Geometría, Estadística, etc.). Tal vez, con la siembra de este “hábito”, él sea “matemático autónomo”.

Cuatro: Las ocasiones que la escuela deje como tarea la lectura en voz alta de alguna lección en particular o cualquier texto, no preste atención. Es decir: pida que el chico o la chica realicen la lectura en el momento de más bullicio (a la hora de preparar los alimentos, cuando se transmite el partido de futbol) y si esto no es suficiente, interrumpa sin pudor alguno con la más estéril de las conversaciones. Su hijo notará que su voz no es importante, y lo mejor, que leer no sirve para mucho.

Cinco: Haga énfasis en esta última idea. Pida que se preparen y se esfuercen en bailar y cantar (no digamos bien, sino medianamente aceptable bajo determinados efectos). La farándula asegura el éxito, la fama y el dinero. Ponga a Ninel Conde como ejemplo de que no hace falta la lectura para tenerlo todo en la vida.

Seis: Privilegie los beneficios de la lectura contra los videojuegos o el internet, u otras actividades de distracción. Descalifique sus momentos de ocio, así irá cultivando una hermosa animadversión por la lectura. No se le ocurra insinuar que los pasatiempos de su hijo pueden ser complementados, e incluso, enriquecidos con los libros (y también viceversa). Más aún, cuando le pida que le compre un libro, evite complacerle a toda costa. Dígale que mejor le regala un videojuego. Éste pude utilizarse muchas veces, y el libro sólo se lee una vez (finalmente, su hijo irá por la vida con la misma experiencia y los mismos conocimientos).

Siete: En el hipotético caso que le ofrezca un libro lleno de sentido del humor y él realice la lectura delante de usted, no obstante las carcajadas que surgen naturales, elabore una batería de preguntas para evaluar la comprensión lectora. Pregúntele por los personajes principales, la idea y el mensaje del autor, la corriente literaria a la que pertenece la obra (utilice su ingenio para engrosar el cuestionario). Pero jamás, jamás, jamás tome en cuenta su opinión, ni deje que él le manifieste cuáles fueron los pasajes que más le agradaron (al fin y al cabo el goce estético no es evaluado por la SEP).

Ocho: Integre a la lista de correctivos la lectura. Ante una falta de conducta o de cualquier otra naturaleza, no dude en implementar la siguiente recomendación: coja un libro “interesante” (el interés estará en función del grosor, sugiero El Quijote, La guerra y la paz) y pídale que no sólo lo lea, y le entregue un resumen del mismo, sino que además, lo traiga consigo todo el tiempo. Es necesario aprovechar cualquier momento para leer.

Nueve: Censure todo soporte textual que no sea un libro impreso. Háblele de la pérdida de tiempo que es el internet y las redes sociales. De lo costosa que es la tarifa de celular; de lo frívolo que son las publicaciones rosas y deportivas; de lo morboso de las amarillistas. Imponga su criterio de selección, así asegurará la perpetuidad de la especie y de su noción estética y escala moral.

Diez: Y lo primordial: que nunca lo vea leyendo.


[i] Por algún extraño motivo sus padres no aplicaron este decálogo (o al menos no lo recuerda), pero tampoco hicieron lo contrario. Sería la radio quien le abrió las puertas a la lectura.

Publicado en "La gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 4 de julio de 2011.

viernes, 1 de julio de 2011

Mis Vacaciones en la Biblioteca 2011 en la B.P.C.E. "Mauricio Magdaleno"

El programa nacional Mis Vacaciones en la Biblioteca tiene como principal objetivo acercar a la población en general a la maravillosa aventura de sumergirse en el mundo de las palabras. Leer, escribir y crear a partir de los libros, son algunas de las actividades que se propone realizar con los usuarios durante los talles de verano, y sin duda el mejor lugar para ello es la biblioteca pública que cuenta con un acervo rico en contenidos temáticos y una extensa oferta de lecturas de diferentes autores, épocas y géneros.

Desde hace más de dos décadas este programa nacional ofrece durante el periodo vacacional de verano, una opción formativa y recreativa para que, principalmente, los niños y jóvenes se acerquen de una manera lúdica a los libros y la lectura en las bibliotecas públicas de todo el país, como un espacio alternativo para el uso de su tiempo libre en este periodo.

Para llevar a cabo los talleres y las actividades de animación de la lectura, la Dirección General de Bibliotecas del Conaculta diseñó, en esta ocasión, una serie de talleres dirigidos a usuarios de diferentes edades, con temáticas diversas, que van desde la novela detectivesca hasta el papel de las mujeres en la sociedad y el uso de la tecnología y las redes sociales en favor de la comunicación escrita, los cuales tienen como base primordial, la recuperación de la lectura por placer, así como la reflexión sobre los valores y la búsqueda de la integración comunitaria.

Mis Vacaciones en la Biblioteca es así la confirmación de que la biblioteca pública sigue cumpliendo un papel esencial como lugar de encuentro, como espacio propicio para que el bibliotecario, como mediador de la lectura, promueva el descubrimiento y disfrute de la literatura y a partir de ésta impulse el acercamiento a otras expresiones creativas.


En esta ocasión, la Biblioteca Pública Central Estatal "Mauricio Magdaleno" de la capital zacatecana, ofrecerá los siguientes talleres, del 11 al 29 de julio de 2009:



  • Mis Vacaciones en la Biblioteca (Fomento a la lectura)



Utilizando el juego como eje conductor, este taller acerca a los preescolares a las letras con cantos, rondas, manualidades, y múltiples actividades más.


Edades: 4 a 6 años.


Horarios: 10:00 a 11:30 horas y 12:00 a 13:30 horas.


Instructora: Silvia Cervantes Mascorro.


Lugar: Ludoteca.



  • Mis Vacaciones en la Biblioteca (Fomento a la lectura)



Talleres: 


"Puente de lecturas": En este taller los participantes y ejercitarán diversas habilidades como leer, escribir, hablar y escuchar.


"El tecolote azul y los cuentos de la sabiduría": Los niños compartirán y reflexionarán sobre valores y el ganar la integración entre padres e hijos.


"Taller de poesía para niños": El objetivo es que los niños, al final del curso, sepan y puedan utilizar, todos y cada unos, los recursos, estructuras, sistemas poéticos y trabajar con ellos.


Edades: 7 a 9 años.


Horarios: 10:00 a 11:30 horas y 16:00 a 17:30 horas.


Instructor: José Luis Martínez Rodríguez y José de Jesús Rodríguez Marín


Lugar: Sala de proyecciones y Sala Infantil.





  • Pintura





Siendo la pintura una de las manifestaciones artísticas, el taller tiene como objetivo brindar las técnicas básicas para la realización de un cuadro. La investigación y referencias hacia los libros son el vínculo con la lectura.



Edades: 8 a 12 años.

Horarios: 10:00 a 11:30 horas.

Instructor: Efrén Collazo de la O.

Lugar: Área del Club de Lectores de Sala Infantil.

  • Computación


Las habilidades informáticas son cada vez más demandadas en diversos ámbitos. Uno de los objetivos de las bibliotecas públicas es poner al alcance de la población las tecnologías de la información y la comunicación. Por ello este taller sienta las bases del manejo de la computadora, los principios básicos, escenciales.

Edades: 10 años en adelante y de 8 a 12 años.

Horarios: 10:00 a 11:30 horas y 16:00 a 17:30 horas.

Instructor: Óscar Murillo García y Luis Manuel Rodríguez Marín.

Lugar: Módulo de Servicios Digitales.



  • Macramé


Conocido con este nombre, el arte de hacer nudos con hilos de tejer, fibras naturales u otros materiales, brinda la posibilidad de elaborar diversos objetos como: cinturones, lámparas, maceteros, bolsas, etc.

Edades: 10 años en adelante.

Horarios: 10:00 a 13:00 horas y de 16:00 a 17:30 horas.

Instructor: Alfonso Muñoz Piedra y Elías Calderón Carrillo.

Lugar: Colección Braille.



  • Bordado y tejido

Dos de las actividades ancestrales que han ocupado a la mujer (principalmente), ahora sirven de vehículo para la lectura. Durante las sesiones, además de bordar y tejer, se compartirán lecturas, experiencias, conversaciones.

Edades: 18 años en adelante.

Horarios: 10:00 a 11:30 horas.

Instructora: Angélica Flores Torres.

Lugar: Sala General.


  • Para padres

Tomando a la Psicología como herramienta, durante este taller se brinda apoyo a las madres y padres de familia que así lo deseen.

Horarios: 10:00 a 11:30 horas.

Instructor: Ma. Guadalupe García Sandoval.

Lugar: Sala de juntas.


  • Mis Vacaciones en la Biblioteca (Fomento a la lectura)

Talleres:

"El tecolote azul y los cuentos de sabiduría": Los niños conocerán y reflexionarán sobre el tema de la sabiduría, a través de actividades de lectura, escritura y cuentos con sombras chinescas.

"El libro artesanal": Utilizando la lectura, la escritura y el dibujo, los asistentes elaborarán un libro artesanal.

Edades: 7 a 9 años.

Horarios: 10:00 a 11:30 horas y 16:00 a 17:30 horas.

Instructora: María de los Ángeles Valle López y Laura Soto Maltos.

Lugar: Departamento de Fomento a la Lectura y Sala Infantil.


  • Mis Vacaciones en la Biblioteca (Fomento a la lectura)


Talleres:

"Enigmas literarios": El presente taller es una invitación a gozar del intelecto individual que cada uno de nosotros esconde, mediante el ejercicio que implica desentrañar mientras se agudiza el sentido sobrenatural de los sucesos y acontecimientos expuestos. Se trata de ser sumamente analítico y proceder no a la ligera, aprender a observar y asegurarse de que las facultades mentales de la inteligencia reflexiva trabajen con decisión y provecho hasta encontrar la satisfacción de todo aquello que puede poner en juego nuestro talento.

"Pétalos rebeldes: la mujer en la historia": Los asistentes conocerán y reflexionarán, por medio de la lectura, los cambios que a través de la historia ha tenido el papel de las mujeres en la sociedad, así como valorar sus aportaciones e identificar los aspectos que aún le faltan por descubrir y desarrollar.

"Un golpe de inventiv@"En el taller Un golpe de inventiv@, el participante:
1. Reconocerá la minificción como un género literario posmoderno, lúdico y experimental, que le ofrece una opción para la recreación y el uso de su tiempo libre.
2. Desarrollará habilidades y destrezas creativas para expresar con un lenguaje original y muy propio, sus impresiones de lectura.
3. Participará en una comunidad de aprendizaje a través de las redes sociales y se sentirá motivado para leer y escribir en diferentes soportes.

Edades: 13 años en adelante.

Horarios: 10:00 a 11:30 horas.

Instructor: Eduardo Campech Miranda.

Lugar: Hemeroteca.

  • Tradiciones y leyendas


Las tradiciones y leyendas son parte de la identidad de los pueblos. Es por ello que este taller pretende explorar el ámbito de las tradiciones y leyendas zacatecas. Conocerán, entre otras cosas, el origen y sentido de las Morismas de Bracho.

Edades: 6 a 9 años y de 10 a 12 años.

Horarios: 10:00 a 11:30 horas y de 12:00 a 13:00 horas.

Instructora: Ma. de Lourdes Gutiérrez Hernández.

Lugar: Colección Zacatecas.

  • Fotografía


Durante este taller se abordarán los principios básicos de la fotografía. La utlización de cámaras tradicionales y digitales será fundamental para explotar todos los contenidos.

Edades: 10 años en adelante.

Horarios: 10:00 a 11:30 horas.

Instructor: Manuel Rodríguez Villegas.

Lugar: Videoteca.




  • Bejuco

Algunas plantas trepadoras se conocen con este nombre. Con sus tallos largos y flexibles se elaboran diversos productos como: bastones, sillas, cuerdas.

Edades: 10 años en adelante.

Horarios: 16:00 a 17:30 horas.

Instructor: Baldemar González Uribe.

Lugar: Colección Braille.

  • Cine Debate


El apreciar películas se enriquece cuando compartimos puntos de vista. Ese es el objetivo de este taller: generar un debate sano y productivo.

Edades: 14 años en adelante.

Horarios: 16:00 a 17:30 horas.

Instructora: María del Socorro Luna Arellano.

Lugar: Sala de proyecciones.

  • Encuadernación


Los libros también necesitan de mantenimiento y reparación. Sin embargo, no siempre se encuentra el lugar donde se realicen. Es por ello que la biblioteca ofrece técnicas básicas, sencillas y económicas para reparar los libros.

Edades: 10 años en adelante.

Horarios: 16:00 a 17:30 horas.

Instructor: José Manuel Muñoz Hernández.

Lugar: Hemeroteca.


Cupo limitado de los talleres: 25 asistentes por grupo. 
Informes e inscripciones: Las inscripciones se llevarán a cabo del 4 al 8 de julio de 2011, en las instalaciones de la Biblioteca Pública Central Estatal "Mauricio Magdaleno", ubicada en  Calzada Cerro del Grillo nº 100, Complejo Urbano Quebradilla, Zacatecas, Zac. Tel. 9-24-05-62