miércoles, 20 de julio de 2011

Biblioteca Pública Central de Zacatecas “Mauricio Magdaleno”: historias de vida, historias de la biblioteca

 La biblioteca, aparte de ser un lugar donde están los libros, un lugar donde se estudia, un lugar para reunirse, una segunda casa, es un lugar de reflexión, de comunicación.


…la biblioteca es un sustituto de Dios; si Dios existe, es una especie de biblioteca completa porque lo contiene todo: una suma del saber. De hecho, no es casual que muchas tiranías le teman. El califa destruye la biblioteca de Alejandría; los inquisidores nazis queman los libros; las dictaduras de Latinoamérica torturan y asesinan a muchos lectores de libros que movilizan el pensamiento. Hogueras de libros: destrucción de la verdad.
Silvia Adela Kohan


En 1986 México era sede del Campeonato Mundial de Futbol, morían Jorge Luis Borges, Juan Rulfo y Mauricio Magdaleno.También abría sus puertas al público la Biblioteca Central Estatal que llevaría el nombre de este último, en la capital zacatecana. Por esa época el señor José Antonio Carvajal Solís acudía al módulo de préstamo a domicilio y tramitaba la primera credencial que expedía la biblioteca. Dos décadas después, el Maestro en Desarrollo Regional, Carvajal Solís, comenta con ironía que aún conserva aquella credencial, pero que no cuenta actualmente con una que esté vigente. José Antonio Carvajal acude regularmente a la biblioteca desde su apertura. Ésta es importante dentro de su vida cotidiana porque es “una guía, el maestro más confiable es un libro, porque no tiene límites” y la biblioteca cuenta pues con alrededor de 47 mil maestros, casi 37 mil más que en sus inicios.

Heredera de la Biblioteca Pública del Estado de Zacatecas, fundada hacia 1832, la “Mauricio Magdaleno”, como se le conoce coloquialmente, abrió sus puertas en el verano de 1986 en un hermoso edificio que lo mismo albergó al mercado, que a la presidencia municipal o a la alhóndiga que fue en un inicio. Para el año 2004 estrena nuevas instalaciones albergadas en un moderno edificio construido ex profeso. En él se ofrecen los servicios básicos de una biblioteca pública y algunos servicios complementarios como lo son sala audiovisual, capacitación en promoción de la lectura y actividades de fomento a la lectura fuera de la biblioteca y asesoría institucional en procesos técnicos.

Mayoritariamente, la biblioteca pública y en general cualquier biblioteca, es concebida como un espacio exclusivo para el estudio, como el lugar sagrado de los libros y la pedante solemnidad que no rara vez acompaña a los consumidores de la República de las letras. Así lo manifiestan Sandra de la Cruz, Javier Gaytán, Gabriela Reza Esquivel, Fátima García Troncoso, Karina Rodarte Vázquez y Diana Muñoz Sánchez, todos ellos estudiantes de preparatoria y medicina humana. Las visitas frecuentes a la biblioteca tienen por objeto el estudio con su silencio, iluminación y conforto necesarios que no siempre se encuentran en los hogares.


Diana, de veinte años y estudiante de medicina, concibe como una segunda casa a la Biblioteca Central Estatal “Mauricio Magdaleno”.Y es que ella la visita de lunes a sábado, principalmente para estudiar, y utiliza la sala de Hemeroteca, que a su juicio es de las más adecuadas para realizar su labor.

En el segundo semestre del año 2002 la institución fue blanco de un atentado: el proyecto de “descentralizar” sus servicios y hacer de la Biblioteca Central Estatal cuatro bibliotecas municipales. No era la primera vez que la biblioteca pública de la ciudad de Zacatecas era embestida por acuerdos político-burocráticos, sin embargo, resultó gratamente confortante saber que la sociedad civil no estaba al margen en la defensa de su centro bibliotecario, identificándolo como el lugar donde se hicieron lectores.Valga de ejemplo un artículo que apareció en un diario local, escrito por un usuario frecuente:

Soy Tryno Maldonado.Tengo 25 años. Mi oficio: escritor. Mi herramienta básica, por lo tanto, son los libros. Me atrevo a confesar sin empacho que nunca me explico a ciencia cierta el origen de mi vocación: y es que en mi casa jamás hubo libros. Desde niño, a guisa del sucedáneo más inmediato, tuve siempre la costumbre de, apenas terminaba las clases, dirigirme sin variación al lugar donde, sabía, me aguardaba un tomo de Stevenson, Hsuekin,Verne, Poe, Lovecraft o Bradbury durante la primaria; de Dickens a Kipling, llegada la secundaria; y Joyce, Proust, Borges, Cortázar, Kafka y Schopenhauer durante mi preparatoria. Me refiero, claro, a la Biblioteca Mauricio Magdaleno, que ha valido lo mismo que un segundo hogar para mí desde 1986. (Tryno Maldonado: "Carta de un usuario frecuente", Imagen: el periódico de los zacatecanos, diciembre 9 de 2002).
Y es que la biblioteca, aparte de ser un lugar donde están los libros, un lugar donde se estudia, un lugar para reunirse, una segunda casa, es un lugar de reflexión, de comunicación, así lo manifiesta la señora Orayla Loera López. Ella es originaria del Distrito Federal, con 53 años actualmente trabaja en el Departamento de Limpieza del Municipio de Zacatecas, aquí se les conoce como “hormiguitas”, y como ellas trabaja de sol a sol dejando pulcras las calles de la capital zacatecana. Orayla estudió hasta la preparatoria. Tiene tres años acudiendo diariamente a la biblioteca. El área que más frecuenta es el Módulo de Servicios Digitales. Sabe sacarle provecho a las nuevas tecnologías.Vía Internet se comunica con amigos y familiares, se informa de la realidad mundial y aprovecha las ventas por ese medio. Su experiencia le hace ser contundente: “la biblioteca ofrece oportunidades de desarrollo personal. Es importante porque se pueden consultar libros y en un mundo globalizado viajar por el ciberespacio”.

Historias de vida que se han ido forjando en la biblioteca pública, historias de vida que se comparten con la “Mauricio Magdaleno”, historias, otras, donde es seguro que, aparte de formar lectores, la biblioteca haya formado amistades, romances, familias, historias todas de nuestra condición humana, historias de nuestra memoria colectiva.

Eduardo Campech Miranda

(Publicado en El bibliotecario, revista de la Dirección General de Bibliotecas del CONACULTA, año 5, número 59, mayo de 2006.)

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