miércoles, 13 de noviembre de 2013

La promoción de la lectura pirata

La colaboración anterior hablaba de los libros de superación personal y autoayuda. Planteé, lo que mi juicio son algunas de las características que los distinguen. En función de lo anterior, me permitiré plantear una postura ante algunas prácticas de promoción de la lectura, derivadas en este tipo de textos.

Hace años un joven me decía, ufano, que había leído la obra completa (hasta entonces publicada) de Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Cuando le mostré un título de la colección “Punto de Encuentro” de editorial Everest, lo devoró en los tres días que estaríamos en la capacitación y concluyó que le había agradado más que lo que había leído hasta entonces.

Si el joven en cuestión leía a Sánchez, es porque era el material bibliográfico y de lectura que estaba a su alcance. Igual que se entiende que quien no haya estudiado tenga una mala ortografía, creo que es comprensible que quien sólo acceda a un material de dudosa calidad crea que es un buen lector.

Un buen lector no necesariamente es quien se atiborra de libros para luego vomitar (sin digerir) los planteamientos. Puede tener buena memoria, pero nula capacidad de análisis. Un buen lector no necesariamente ha leído el canon literario occidental, pero tiene la disposición de hacerlo, y de dotarse de las herramientas necesarias para asimilar lo planteado. Un buen lector sabe que cada lectura es un reto intelectual, que cada libro es un diálogo inteligente con el autor, y no sólo un discurso de éste al lector.

Siempre me ha parecido odioso, y ocioso, dar consejos cuando no los piden; decir a otros cómo deben vivir cuando no he logrado solucionar mi vida; dar recetas para resolver conflictos cuando los propios siguen mermando mi salud mental. Me parece una práctica de promoción de la lectura pirata, hablar del gusto por la lectura cuando, teniendo una gran diversidad y riqueza bibliográfica –como puede ser una sala de lectura o una biblioteca pública- se sigan privilegiando y ofreciendo sólo textos de superación personal.

Los propósitos están confundidos. No buscan formar lectores, si no compartir su experiencia de vida (ellos han padecido en carne propia las torturas de este valle de lágrimas en que nos puso Dios) como argumentación. Intentan persuadir de las virtudes y los vicios. Advierten sobre la decadencia, cantan, aplauden, lloran. Y algún incauto dirá: “Qué buen trabajo, cómo hacen llorar a los adolescentes.”

No está mal, insisto, cada quien hace de su lectura un papalote. Pero que no se ostenten como promotores (y mucho menos mediadores) de lectura. Su trabajo va en otro sentido, hacia otros terrenos. Su trabajo se dirige en abrirse una oportunidad para el aplauso fácil, para tomar la palabra. Son predicadores de sus propias limitantes.


Si los textos de superación personal son literatura pirata, no podemos esperar que quien “promueva la lectura” con ellos, sea un promotor serio y comprometido, porque ni siquiera se ha otorgado a sí mismo, la oportunidad y el privilegio de encontrar, y enfrentar, a sus fantasmas desde la literatura. 

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 7 de octubre de 2013.


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