miércoles, 6 de noviembre de 2013

Libros de superación personal

Eduardo Campech Miranda

Concluyendo la lectura del libro La Vaca de Camilo Cruz, vino a mi mente la reflexión del por qué ese tipo de texto tiene tanta demanda y aceptación entre la población. Aclaro que no soy partidario de ese tipo de obras, pero que he leído algunas de ellas por diversas circunstancias. El título referido como –por citar sólo dos- ¿Quién se ha llevado mi queso?, o La búsqueda, explotan comercialmente alguna carencia emocional. Estos libros narran historias endebles, frágiles, anticipadas y predecibles, y en ocasiones, mal escritos. Pero no que exigen mayor esfuerzo intelectual por parte del lector.

La razón es simple: su propósito es ofrecer un aprendizaje práctico para la vida (como si ésta fuera un pastel que todos podemos hornear del mismo modo y con el mismo sazón). El lector de este tipo de textos es un lector que no ha encontrado una motivación de vida, que se encuentra en un momento de crisis (de cualquier índole), que es más cercano a las telenovelas que a las novelas, a los versos forzados de Arjona que al propio José Alfredo, a la televisión que a los diarios. El lector de este tipo de textos, muchas veces no ha sido auxiliado para leer otros libros.

También es cierto que en función de lo anterior hay un menosprecio (o desprecio) casi generalizado de los lectores de literatura hacia los lectores anteriores y sus preferencias lectoras (por muy cantinflesco y redundante que parezca esta última frase, así es). Las sentencias lapidarias de “eso no es literatura” resuenan en la cabeza del incipiente lector. En efecto, eso no lo es. Pero es el material que tenían para leer. El primer contacto placentero con la letra impresa, el primer eco a sus problemas (si leyera poesía, por ejemplo, el eco se multiplicaría).

Los libros de superación personal, no son “para jodidos”. Jodidos estamos todos, pero la manera como enfrentamos a nuestros demonios cambia y está condicionada por nuestras lecturas (del mundo y de textos), por el carácter que nos identifica, por las expectativas que nos planteamos.  Los libros de superación personal son un gran negocio, quien los escribe nos muestra que ganó celebridad, fama y dinero a partir de explotar una breve historia y llenarla de “enseñanzas”, de “mensajes”, de vender cuentas de vidrio para hacer gafas rosas.


Hay adultos que comparten y recomiendan estas lecturas a los niños y adolescentes. ¡Vaya manera de asumir responsabilidades!, ¿no sería más efectivo, creíble y contundente hacerles sentir en carne propia que son valiosos, autónomos y todas las virtudes que les dirá cualquiera de los autores del género abordado? Y aquí volvemos a los propósitos: que el libro (ese extraño objeto al que se le confieren tantas y tan positivas virtudes, tantas, que asusta a los lectores) asuma el papel educativo de los hijos, pero no cualquier libro, no. No es lo mismo leer Los Miserables que El monje que vendió su ferrari. El libro que lean, debe complementar los estereotipos televisivos.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, septiembre 30 de 2013.

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