jueves, 30 de abril de 2015

Leyendo (y escribiendo) leyendas

Las leyendas, a diferencia de los mitos, mezclan hechos ficticios en un contexto real. Nuestro país es rico en ellas. Sin duda, una de las más conocidas es la de “La Llorona”. En sus distintas versiones ésta se remonta al Virreinato. Es precisamente en esta época cuando se gestan las leyendas que dan nombre a distintas calles y callejones de las ciudades coloniales: El callejón del beso, en Guanajuato, o El callejón del Mono Prieto, en Zacatecas, son ejemplos de lo anterior.
Antes de iniciar la actividad pregunta al grupo si les gustan las leyendas y si es que conocen alguna. De ser así, invítalos a que la narren, sin importar que sean precisos. Posteriormente, lee en voz alta alguna leyenda que se relacione con el nombre de alguna calle. Hay infinidad de ellas. Posteriormente solicita la opinión de los participantes, ésta debe ser voluntaria y privilegiando la apreciación estética.
Dependiendo del número de participantes, el grupo puede dividirse en equipos de hasta tres integrantes. Aunque es más conveniente que sea individual. Con la finalidad de no escribir sin ningún incentivo, pregunta, ¿qué eventos asombrosos pudieron suceder donde vives para que se llamara así?, a partir de ahí, cada quien (o cada equipo) deberá inventar la leyenda de su calle. A continuación algunos ejemplos:

Callejón de López


En 1857 vivían dos esposos de la tercera edad apellidados López, todas las noches los vecinos escuchaban ruidos desconocidos. Al cierto tiempo los viejitos desaparecieron. Un día, un niño curioso decidió entrar a ver la casa, pues al entrar a la casa se congeló, pues vio al señor López y la señora López colgados con una cuerda que colgaba del techo, el niño no pudo hacer nada para salvarlos, pues la cuerda era tan gruesa que nadie la puede cortar.
Carlos Rodríguez Perales
Armando Rodríguez Perales

Antigua Matamoros


Cuenta la leyenda que hace muchos años llegaban los moros a dormir a una larga calle, una cierta noche, notaron una extraña presencia, pero la ignoraron y se pusieron a dormir, pero al despertar, se percataron de que les faltaban compañeros. Comenzaron a buscarlos y poco a poco, los que caminaban iban encontrando sus cuerpos con señales de haber sido atacados con armas blancas. Desde entonces le llaman a la calle “Antigua Matamoros”.
María Fernanda Rodríguez P.
Karla Ericka Zapata V.

Río de la Plata


Hace ya bastantes años existió un río, el más hermoso a decir verdad. Todas las personas que lo veían creían que al fondo de éste había grandes tesoros. Un día, una hermosa joven de cabellos grises se adentró a éste y murió ahogada. Al poco tiempo todos sus cabellos se extendieron simulando plata. Misteriosamente el río se secó y el cabello permaneció así. Las personas se rehusaban a tocar los cabellos por miedo y sólo se resignaron a llamar la calle “El río de la plata”.
Dafne Álvarez
Lupe Juárez

Cerro Tequila


En el año de 1876 en el Cerro de las Antenas, los productores de tequila descubrieron que en el Cerro Tequila era donde crecía la mayor cantidad de maguey y agave. A los productores no les importó replantar más magueyes para poder producir más tequila, si no que gastaron todos los recursos y ganas. Pudieron producir más gracias a su desconocimiento del medio ambiente.
André
Judit

La Granja


Había una vez en Guadalupe una granja repleta de animales. Había decenas de trabajadores. En esa granja se acostumbraba a producir leche y carne. Como todos los días contaban el ganado, un día faltaron tres vacas y seis cerdos. Los trabajadores se quedaron en la noche, ellos a la medianoche percibieron un olor desagradable, el cual venía de donde guardaban los animales. Descubrieron que habían tres animales muertos, sin embargo, no tenían heridas. La causa sigue sin conocerse.
Gabriel Adame
Diego Saucedo

Calle Ojocaliente


Hace mucho tiempo, en la ciudad de Zacatecas, vivía una joven que siempre iba a jugar futbol y se convirtió en la mejor jugadora. Entonces, en un partido, le dieron un pelotazo en la cara y se le pusieron los ojos calientes. Y como era muy querida en su colonia, en conmemoración, le cambiaron el nombre a la calle a Ojocaliente.
Alejandro
Valeria

Salvador Vidal


Había una vez un señor llamado Salvador que, en plena noche de la Toma de Zacatecas, logró salvar a Pancho Villa de una bala que iba directamente a su corazón. Tras esta hazaña, Salvador fue conocido con el apodo de Vidal.
Emiliano Campech Correa
Omar Fernando Navarro Muro

Indio Triste


Hace unos años en un callejón, había un niño que se llamaba Quijote, que tenía una novia llamada Nazarette, después de tiempo tuvieron peleas porque él pelaba más a su perrito, le ponía más atención a sus problemas. Después llegó a su casa y le dejaron una carta de su novio diciendo: “Ya no quiero nada contigo”, después su mamá le dice que su perrito fue hechizado con un encantamiento donde se convertía en piedra y con un solo toque también él se convertía en piedra. La tocó y se quedó como piedra y quedó así con lágrimas.
Anette R. Ch.
Fer G.


miércoles, 29 de abril de 2015

Si leyéramos…

Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Miguel Hernández

Leer, como se ha repetido miles de veces, enriquece nuestro vocabulario, nos lleva por viajes interminables e increíbles, nos da la habilidad para jugar como el Barcelona F. C., o cantar con la cadencia y el ritmo de Margarita, la Diosa de la Cumbia, o ser exitosos como Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Pero también leer nos ofrece la posibilidad de estar en contacto con distintos discursos, de distintos tonos, con distintas intenciones. A medida que conocemos más de algo, tenemos una mejor capacidad de selección.

Si leyéramos más, como sociedad; si diversificáramos nuestras lecturas, como individuos; seguramente tendríamos más herramientas para identificar con claridad lo que se pretende decir desde los medios de comunicación, desde los gobiernos, desde los actos proselitistas, desde la visión crítica y de análisis que desarrolla una buena lectura. Entonces, sin que lo siguiente constituya una regla inquebrantable, la clase política de nuestro país se pondría a temblar. Lo saben, lo saben tan bien que nunca regalan libros en sus actos de campaña. Lo saben tan bien, que la gran mayoría de ellos no lee, corren el riesgo de descubrirse para sí mismos.

Insisto: si leyéramos más, más géneros, más libros, más autores, más tiempo, más convencidos, descubriríamos los engranajes de la maquinaria política de nuestro país, de sus oscuros nexos, su múltiple moral (moral flexible la llamarían los reyes del eufemismo). Para algunos es inconcebible que nadie en Iguala, en Guerrero, en México, se diera cuenta el currículum de Abarca Velázquez. Quizá, unos solicitaban a cien pinches locos zacatecanos; otros seguían exigiendo incrementar los índices lectores y defendiendo, a capa, espada y televisión, a la materialización del analfabeta funcional. Otros más, justificaban ecológicamente su interés por el verde, y otros, por los niños.

Si leyéramos, no nos sorprendería que hay latitudes en el mundo donde en lugar de destinar grandes presupuestos a las fuerzas armadas (o a la adquisición de costosos aviones), se destina a la educación de calidad y calidez. Que hay una fosa común que se llama ignorancia, a la cual la necesidad de unos y la avaricia de otros, nos están llevando a (casi) todos. Que hay un discurso de conciliación y de paz, pero también hay una política de enfrentamiento, exterminio e intolerancia.

Si leyéramos, tomaríamos ejemplo de los ciudadanos que aparecen en Ensayo sobre la lucidez, pero nuestro voto debe ser negro: por el luto que llevamos como nación, por la vergüenza de país que somos. Hagamos de la lectura un acto de rebeldía, de protesta, un acto que tenga eco a partir de nuestras acciones.
No hay extensión más grande que mi herida
Lloro mi desventura y sus conjuntos
Y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Miguel Hernández

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, octubre 13 de 2014.

lunes, 27 de abril de 2015

La lectura en Zacatecas

La semana pasada circuló una nota periodística que daba cuenta del estado de la lectura en Zacatecas. A más de un funcionario de educación, y quizá también de cultura, dicha publicación le hizo efecto de buscapiés. La nota, publicada en el medio electrónico Periómetro.com (http://www.periometro.com/info/?p=495), si bien pone el dedo en la llaga en algunos aspectos, también deja una laguna de dudas.

Vamos por partes. Primero, el aspecto que la nota quiere resaltar es que Zacatecas ocupa el último lugar en lectura, dato de Consulta Mitofsky. Sin embargo, en el sitio web de dicha consultoría (http://consulta.mx/web/) no aparece ningún mapa, documento, encuesta o estudio referente a la lectura, ni al consumo de libros. Luego el mapa, adjudicado a la empresa de Roy Campos, refiere como fuente a las siglas INE. ¿Instituto Nacional Electoral?, ¿Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación?, ¿Instituto del No Entiendo? Es decir, el documento a partir del cual se desarrolla la nota, tiene dudosa existencia.

Dos: después del mapa de Mitofsky, el siguiente texto al que se hace alusión es la Encuesta Nacional de Lectura (ENL) 2012. Se vuelve a la “escalofriante” cifra de 2.94 libros por mexicano, del poco avance con respecto a seis años atrás, y a datos que ocupan las primeras planas los días 23 de abril y 12 de noviembre, además de las fechas en que se da a conocer la ENL y otros estudios similares. Después, la vida sigue igual (Julio Iglesias dixit).

Tres: Supongamos que la encuesta Mitofsky es real (vayamos primero con la encuesta, después nos ocuparemos del mapa). Regularmente esta casa realiza sus sondeos vía telefónica y se aplica a adultos (sin que lo anterior sea una normatividad). Bajo la premisa anterior, ya hay un primer sesgo que necesariamente tiene una discriminación en función del ingreso familiar. Ahora bien. Contrario a lo que la nota refiere como: “El gobierno no tiene considerado ningún programa educativo de fomento a la lectura” (cierto, en la medida que no existe una política al respecto, y ya lo he mencionado en otras ocasiones) y “El único evento promocional con la que se cuenta es una pequeña feria del libro que se realiza en la capital del estado con tan sólo algunos puestos” (falso, el reportero ignora y minimiza los programas como Salas de Lectura, Bibliotecas Públicas, y en escuelas que se esfuerzan).

Siguiendo con el supuesto del párrafo anterior, tenemos otro sector excluido: el infantil (si es que la encuesta obtenía datos solamente del hipotético adulto que responde la llamada telefónica). Los esfuerzos y programas que se operan en la entidad, además de los esfuerzos independientes, tienen mayoritariamente como “mercado objetivo” al público infantil. Por lo tanto, y así lo respaldas investigaciones, los niños están leyendo más que los adultos. Finalmente, sería también bueno conocer cuál, o cuáles, fueron los soportes textuales para considerar el acto lector. 

¿Cómo está Zacatecas en lo referente a la oferta bibliográfica? Vayamos por espacios. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), para 2004, las cinco entidades federativas con mayor número de bibliotecas públicas eran: México (638), Puebla (579), Tabasco (563), Veracruz (477) y Oaxaca (427). En tanto, en el extremo opuesto estaban: Querétaro (60), Campeche (53), Baja California Sur (47), Colima (47) y Quintana Roo (47). Zacatecas se ubicaba en el lugar doce con 214 bibliotecas.

Para el año 2013 (último que refiere el INEGI) hubo pocas modificaciones: los cinco primeros lugares seguían ocupados por las mismas entidades federativas que nueve años antes, sólo que ahora con 663, 607, 563, 514 y 470, respectivamente. Sólo Tabasco mantuvo igual su número de bibliotecas públicas. En las antípodas encontramos también a los mismos cinco estados, quienes sí integraron nuevas bibliotecas a sus redes estatales: 62, 61, 59, 58 y 50, también respectivamente. Zacatecas escaló un eslabón, lugar once con 233.

Si consideráramos la proporción de habitantes por bibliotecas (considerando a la población según el dato de 2005, que es dato más próximo al año de referencia inicial), tendríamos los siguientes resultados para 2004: México, 21,955; Puebla, 9,297; Tabasco, 3,534; Veracruz, 14, 906 y Oaxaca, 8,212. Para nuestra tierra de cantera y plata, razón es de 6, 391 habitantes por biblioteca pública. Las entidades con menor número de bibliotecas presentaron las siguientes relaciones: 26,635 para Quéretaro; 14, 240 para Campeche; 10,897 para Baja California Sur; 12, 085 para Colima y 24,155 para Quintana Roo.

Nueve años después (y ahora considerando el dato poblacional del 2010), la cobertura era dada por las siguientes cifras: México, 22, 889; Puebla, 9,521; Tabasco, 3,976; Veracruz, 14,870 y Oaxaca, 8,089. En tanto el comportamiento de las cinco entidades con menos bibliotecas públicas fue así: 29,482 para Querétaro; 15,517 para Campeche; 10,443 para Baja California Sur; 11,026 para Colima y 26,511 para Quintana Roo. En Zacatecas la variación fue casi nula: 6,397.

Como se observa, los estados que encabezan la lista de la falsa encuesta, son casi los mismos en número de bibliotecas públicas. Sin embargo, no sucede lo mismo con las entidades menos lectoras. Al contrario, todas ellas (a excepción de Colima) manifiestan una mayor cobertura, incluyendo nuestra entidad. Desde luego que lo anterior no puede ser un parámetro único, ni mucho menos contundente. Una cosa es la existencia de bibliotecas, y otra muy distinta, su utilización, su penetración en la comunidad, el número de lectores que forma (por cierto, éste es un rubro que no existe en las estadísticas).

Conocer los presupuestos asignados a cada Coordinación Estatal de Bibliotecas implica solicitarlos a través de sus portales de transparencia. Por ello ese dato tardará un poco más para que sea un parámetro de comparación. Sin embargo, podemos seguir equiparando las bibliotecas públicas entre las entidades federativas seleccionadas.

Los soportes textuales, los medios de comunicación se han transformado provocando con ello nuevos mecanismos de acercamiento, difusión y promoción hacia la sociedad por parte de las bibliotecas públicas. De los estados comparados en estas entregas únicamente el Distrito Federal (Biblioteca Vasconcelos y Biblioteca de México) y nuestra entidad (http://www.seczac.gob.mx/bpmm/index.php, aunque es como si no existiera puesto que no está disponible) cuentan con página web registrada en la Red Nacional de Bibliotecas Públicas. Ambas bibliotecas defeñas manejan cuentas de Facebook, YouTube y Twitter. La Biblioteca Mauricio Magdaleno, además del portal que administra la SEDUZAC), difunde sus actividades y materiales en Facebook y un blog (http://bibliotecaestatalmauriciomagdaleno.blogspot.mx/).

No obstante lo anterior, es necesario implementar campañas mediáticas convincentes, creativas y persuasivas para captar lectores. Los espacios publicitarios nos bombardean con sugerentes mujeres e imágenes: desde la rubia que todos quieren hasta la mexicanización del mundo. Y los espacios para bibliotecas son inexistentes. Consuelo de muchos… Tampoco hay espacios para otros programas que día a día hacen su esfuerzo y, como muchas bibliotecas, recogen frutos a cuentagotas: bibliotecas escolares, bibliotecas de aula, salas de lectura.

De ahí que no sean extrañas las proporciones existentes entre el número de cantinas y el de bibliotecas. Siempre es más fácil, y tiene más convocatoria, un cartón de cerveza que un libro de veinticuatro capítulos. Y aquí nuevamente se muestra la falta de una política estatal gubernamental en pro de la lectura y las bibliotecas.

Próximamente la Biblioteca Pública Central “Mauricio Magdaleno”, pondrá en marcha un ambicioso proyecto de penetración en la población (sin albur). Esperamos la colaboración de las autoridades correspondientes. Porque hay ocasiones que la miopía de algunos es un obstáculo para otros. Ejemplifico: Hace algunos años un entusiasta poeta local realizó una serie de publicaciones emulando los carteles de lucha libre. La capital zacatecana lucía poesía en los postes, en los cuadros de cantera para tal fin. Un día recibió la llamada de atención municipal: debía quitar sus papeles “porque no tenía permiso”. Desde luego, el vate desprendió todos aquellos versos de las paredes y postes.

Otro botón: durante los llamados “Miércoles de Lectura”, acudíamos a hacer actividades de lectura en la Alameda. Un día, cuando recién habíamos instalado el equipo de sonido y hacíamos lecturas en voz alta, se apareció presta la autoridad, exigía que mostráramos nuestro permiso para leer. Sí, así, permiso para leer en la vía pública. Amenazaba con subirnos a la camioneta de la policía al personal bibliotecario que estábamos ahí, al mobiliario y a los libros. Finalmente accedió a llamar a sus autoridades para corroborar que no estábamos infringiendo la ley. 

En la nota aludida hay una gran verdad: la carencia de una política estatal de promoción del libro y la lectura. Los programas que se operan en el territorio zacatecano son extensiones de iniciativas federales. Recientemente se anunció un paquete de estímulos fiscales para la minería. Se ofertaban boletos de acceso a las corridas de toros, en el marco de la Feria Nacional Zacatecas 2014, cuyo pago se podría realizar en “cómodos descuentos vía nómina”. ¿Y la lectura, y los libros, y las librerías, y los lectores?

La menospreciada, por el anónimo autor de la nota periodística, Feria Nacional del Libro es un esfuerzo que puede mejorarse edición con edición. Lo ha venido haciendo así. Quizá, para algunos criterios –como el mío- es necesario más vinculación con otros programas de fomento a la lectura: que los responsables del desaparecido Programa Nacional de Lectura, de las bibliotecas públicas, se involucren y tengan un espacio. Finalmente, son dos instancias que crean mercado para los expositores.

Para el grueso de la población, las ferias del libro son el único espacio de contacto visual y físico con el libro, desde la espontaneidad y la autonomía. Porque ingresar a una biblioteca o una librería, no es parte de su itinerario anual. Lo anterior puede deberse a distintas circunstancias que no ahondaremos aquí. El número de librerías en el estado de Zacatecas es pírrico. Se concentran en tres municipios: Zacatecas, Guadalupe y Fresnillo. En otros, sólo aparecen con una distante regularidad ferias nómadas del libro. Si el gobierno estatal considera que la lectura es un eje fundamental del desarrollo humano, cimiento de la sociedad progresista de la que se habla en los discursos, ¿no sería urgente un paquete similar al del sector minero?

Otras acciones que se pueden realizar desde la cúpula gubernamental es incentivar la lectura y la adquisición bibliográfica. Si así como a los amates de la fiesta brava se les brinda la posibilidad de pagar los boletos en abonos, ¿no se podría hacer lo mismo con los lectores (potenciales y reales)?, ¿cuántas personas que no acostumbran leer se sienten tentadas a adquirir un libro durante la Feria? pero se viene saliendo de los gastos de inicio de ciclo escolar y entonces el libro es lujo. Hasta ahora, este par de propuestas han sido eso, no han alcanzado –siquiera- un leve eco en algún funcionario, de esos que toman decisiones.

En Hidalgo, cada año se lleva a cabo el Encuentro Estatal de Lectura. En él participan todos los programas y proyectos que comparten el interés por la formación de lectores. ¿es posible un símil aquí? Sí. ¿Qué hace falta? Voluntad, salir a conocer y no a turistear. Si no hay una pasión lectora, al menos que se cuente con la vergüenza de cumplir con cabalidad la encomienda otorgada. Mientras no se articule un programa global, donde participen expertos y no sólo funcionarios de escritorio, nos seguiremos rasgando las vestiduras, aún con datos falsos.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, los días 15, 22, 29 de septiembre y 6 de octubre de 2014.