miércoles, 19 de septiembre de 2012

Lectura en la escuela: breve inventario de lo que falta


Eduardo Campech Miranda

Dicen, los que saben, que para facilitar la formación de lectores en educación básica, es necesario cumplir con una serie de condiciones básicas. Por principio de cuentas, una biblioteca escolar. Entendiendo biblioteca tanto en espacio como en acervos. Desde el año 2000 la federación dota de libros a las escuelas públicas, a través del Programa Nacional de Lectura (pnl). De esta manera, hoy los planteles cuentan tanto con bibliotecas escolares como bibliotecas de aula. El programa que antecedió al pnl fue el de Libros del Rincón. Este último sirvió para que de manera jocosa se enviaran los libros al rincón del salón.

A pesar del esfuerzo de dotar de material impreso a las escuelas, y por ende a los alumnos, aún quedan muchas tareas pendientes: en muchos planteles la biblioteca escolar se encuentra ubicada, por cuestiones de seguridad y conservación, en la dirección. Es muy probable que ese sea el lugar donde menos desea acudir un alumno. Por otro lado, es común que los libros no se presten ni al alumnado, ni a los padres de familia. Y en algunos casos, incluso, no lleguen a las escuelas y se desvíen a algún domicilio particular de funcionarios o docentes.

Teniendo presente la carga laboral, el cumplimiento de todo tipo de convocatorias, festivales, además de grupos sobrepoblados, es difícil, más no imposible, diseñar un programa de promoción de la lectura en horas clase. Ahí es donde el promotor de lectura, su figura como un ente profesional y especialista en el área debe entrar a quite. Pero no como una actividad de entretenimiento o accesoria de la educación. Por el contrario, como unas sesiones que facilitarán el tránsito hacia la lectura utilizando diversas estrategias, las cuales no representen una evaluación que incida en un status aprobatorio, es decir, como una actividad extra curricular.

En este mismo sentido, la asignatura de Taller de Lectura y Redacción, que se imparte en los niveles Medio Superior y Superior, deberían privilegiar la escritura “libre de riesgo”, según concepto de Gerardo Cirianni, sobre las normas y reglas de escritura. Es más sencillo corregir en la práctica constante de la escritura, acompañada o precedida por una lectura con una finalidad estética o recreativa, que estar atado al temor de no saber si aquella palabra se escribe con “s” o con “c”, la cual al final se escribe con “z” o, incluso, con “x”.

Es bueno, indudablemente, invertir en computadoras, centros de cómputo, en colocar domos o techar canchas deportivas y patios cívicos, en construir oficinas administrativas del ámbito educativo. Es correcto, incentivar económicamente a quien se prepare día a día. Sin embargo, si decimos preocuparnos por la lectura y se privilegia todo (incluyendo unos sanitarios de varios millones de pesos), o si esos sesudos doctores no aportan o investigan (al menos su práctica docente) para abrir caminos y otorgar opciones a sus colegas, estaremos simulando. 

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 13 de agosto de 2012.

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