miércoles, 19 de septiembre de 2012

La importancia de la conversación en la lectura




Eduardo Campech Miranda

Crecer como lector es una situación que cada persona que acostumbra leer debe tener presente. Muchas veces las personas que fungen como mediadores de lectura tienen mayor trayecto lector que el público con el cual trabaja. Sin embargo, su formación lectora también debe seguir apuntalándose. Una de las estrategias que más me han funcionado para los dos propósitos mencionados, son los círculos de lectura. La dinámica es sencilla: seleccionamos un texto entre el grupo (en ocasiones esta decisión cae en quien esto escribe), damos un tiempo o cronograma para leerlo y se comenta.

Como textos de arranque busco aquellos que sean accesibles tanto en lenguaje como en argumento. Lo anterior sin menoscabo de la calidad literaria, generalmente inicio con El cartero de Neruda de Skármeta, El lector de Bernard Schilk, Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco, Querido Diego, te abraza Quiela de Poniatowska o Canasta de cuentos mexicanos de Traven. Desde luego que no niego la posibilidad de incluir en esta lista algún libro que no sea de mi agrado. Sin embargo, también busco que los asistentes busquen otras lecturas que les planteen nuevos retos intelectuales. De ahí saltamos a cuentos de Paz, Arreola, poesía, pero a un nivel y ritmo que cada uno determinará.

Al momento de escribir estas líneas acudo a un Diplomado de mediación de la lectura. En él confirmo la importancia y trascendencia que tiene el conversar y expresar las interpretaciones de una obra literaria. La convergencia de conocimientos, creencias, cosmovisiones, enriquece y abre ventanas nuevas a una misma lectura.

La conversación, con el desacostumbrado acto de escuchar, junto con la lectura, son los elementos esenciales de la actividad planteada. Por ejemplo, en un círculo de lectura que coordino dentro de una dependencia gubernamental, leyendo el cuento “Sangalote” de Pascuala Corona. En el texto se menciona que Sangalote se encontró un tlaco, y no sabía qué podía comprar con él. No teníamos diccionario a la mano y decidimos inferir que se trataba de una unidad monetaria. Uno de los asistentes, con gran bagaje cultural, mencionó que tlaco era, en efecto, una moneda fraccionaria del real, con forma triangular. De ahí recordamos que el nombre del poblado de Tacoaleche pudiera tener un origen a partir de esta palabra. El contador, que fue quien nos habló de la moneda, también refirió que el pequeño jardín en la convergencia de las calles Guerrero y De Abajo, en la capital zacatecana, se le conoce como Jardín del Tlaco, por su misma forma geométrica.

En este caso la conversación sirvió para dar mayor exactitud a la comprensión del texto y adquirir nuevos conocimientos. En otras ocasiones sirve para llamar la atención sobre aspectos que para algunos no fueron importantes, pero que a partir de escuchar y detectar otras profundidades de lectura (las que van más allá de la lineal), se potencializa un crecimiento en la comprensión lectora. Hasta la próxima.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 6 de agosto de 2012.

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