Eduardo Campech Miranda
Aprender a
leer, a descifrar el código
lingüístico, no es sinónimo de formarse
como lector.
Pedro Cerrillo C. y J. García
Padrino
Muchas personas a menudo
preguntan ¿cómo puedo iniciarme en el gusto por la lectura?, ¿cómo puedo hacer
para que mis hijos, sobrinos, familiares, amigos, alumnos, lean? Creo que la
respuesta a estas y otras cuestiones se obtendrán a partir de la concepción del
acto lector, es decir, de definir ¿qué es leer? Iniciemos pues con una serie de
posturas frente a este acto.
Hay quienes, por un paradigma que
predominó en la escuela durante muchos años, que leer es sólo asignar un sonido
a una grafía, vaya, decodificar. Hay también uienes ven en la lectura un
mecanismo que pone en juego más habilidades de la mera decodificación,
entienden que la lectura trastoca esferas no visibles, y en ocasiones
intangibles:
Ejercer el poder de leer no implica solamente el acto
de decodificar el significado de las letras impresas; tiene que ver con el deseo de descubrir y sorprenderse con el
contenido de las páginas, con la significación afectiva que las historias
encierran para el lector, con la búsqueda de respuestas a dudas propias, con
actos fisiológicos como el desplazamiento visual, con la capacidad de atender y
concentrarse en un material impreso, con la habilidad de evocar imágenes, con
la comprensión del multisentido del lenguaje, con el interés por interpretar la
realidad en la que se encuentra la persona y, muy en especial, con el deseo de querer leer. (Arenzana, Ana y Aureliano García (1995);
1; el subrayado es mío).
La lectura no es un acto natural,
sino una práctica sociocultural delineada en tiempo y espacio. Creer que no se
lee, que no se acostumbra a leer por incapacidad para hacerlo o por pereza, es
desconocer el cúmulo de procesos implícitos en la lectura y desconocer la
conformación de la misma:
Manejar las reglas básicas de la escritura no es lo
mismo que incorporar la lectura como conocimiento y práctica habitual. Son dos
procesos cognitivos consecutivos; subordinado el segundo al primero, pero no
irremediablemente su consecuencia. Se puede aprender a leer o descifrar
rudimentariamente, pero nunca llegar a ser lector, puesto que para eso es
necesaria además la mediación de una práctica cultural. (Plan de Lectura:
“Docentes que dan a leer. Material de reflexión para desarrollo curricular en
escuelas de nivel secundario”, p. 1).
El no entender esta situación es
una de las explicaciones del por qué no es correlativo el número de profesionistas
con el número de lectores en nuestro país. El sistema educativo mexicano toma
como parámetro la alfabetización para cumplir con objetivos de formación de
lectores. En otras palabras: la enseñanza de las matemáticas, desde los
primeros conocimientos de las operaciones básicas, se apoya en ejemplos
ilustrados, como las famosas manzanas. A medida que se van ascendiendo grados
académicos, la explicación se apoya más en el pensamiento abstracto. Sin
embargo, con la lectura, ese acompañamiento, esa mediación se deja en el
momento en que el alumno se alfabetiza. Dejándolo solos.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, núm. 58, julio 9 de 2012.
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