jueves, 13 de marzo de 2014

Las reformas estructurales y la lectura

Eduardo Campech Miranda

Las reformas estructurales aprobadas en el último trimestre del año confirman que las directrices de las políticas públicas responden, única y exclusivamente, a intereses económicos y financieros del capital transnacional. Como se ha mencionado en varias ocasiones en este espacio, los desastrosos resultados de la, muy cuestionable, prueba pisa fueron utilizados por los medios de comunicación oficialistas para golpear la lucha magisterial.

Descontextualizados y sin un análisis de su diseño y su pertinencia, se pretende que estos resultados sean un punto de comparación entre países miembros de la ocde. También en días pasados se dio a conocer el fastuoso incremento salarial a la clase trabajadora mexicana. Los medios que tanto se rasgaban las vestiduras comparándonos con otros países, esta vez callaron como los mariachis de José Alfredo.

Siendo la lectura uno de los rubros evaluados en la prueba mencionada, y siendo una de las actividades menos recurrentes entre la población de nuestro país, el pírrico aumento al salario mínimo tendrá, necesariamente, un impacto negativo y regresivo en las actividades de promoción de la lectura. Me explico:

Uno de los motivos más citados al momento de cuestionar por qué no se lee, es la falta de tiempo. No hay duda que el panorama económico de muchas familias traza su horizonte en la economía informal, venta por catálogo, etcétera. Todo ello, quiérase o no, otorga menos tiempo a la lectura (si es que se tiene la costumbre de leer).

Por otro lado, también en este espacio se ha dicho de la correlación que se da entre la satisfacción de las necesidades básicas y la apreciación gozosa y estética de la lectura. Es más fácil concentrarse en un texto, si no hay preocupación por pensar (y resolver) situaciones tan básicas como lo son la alimentación, el vestido y la vivienda.

México requiere lectores para crear ciudadanía. No necesariamente para estar de acuerdo, pero sí para argumentar posturas. La pasada campaña gubernamental, apologista, mentirosa y apegada a sus propios intereses, es muestra de ello. El discurso no dejó de ser una abstracción. En este país todo es una abstracción, hasta el acto lector (“Lee veinte minutos al día”, ¿lee qué?, ¿para qué?) y  la democracia lo son.


Ojalá y el próximo año los trabajadores y las instancias que les compete el formar lectores, el acercar la palabra escrita a la población en general, esté dispuestos a hacerlo, porque hay muchos planes, muchos proyectos, muchas manos que trabajan arduamente, pero también mucha gente que hace que hace. Hasta la próxima.

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