Eduardo
Campech Miranda
Las reformas
estructurales aprobadas en el último trimestre del año confirman que las
directrices de las políticas públicas responden, única y exclusivamente, a
intereses económicos y financieros del capital transnacional. Como se ha
mencionado en varias ocasiones en este espacio, los desastrosos resultados de
la, muy cuestionable, prueba pisa
fueron utilizados por los medios de comunicación oficialistas para golpear la
lucha magisterial.
Descontextualizados
y sin un análisis de su diseño y su pertinencia, se pretende que estos
resultados sean un punto de comparación entre países miembros de la ocde. También en días pasados se dio a
conocer el fastuoso incremento
salarial a la clase trabajadora mexicana. Los medios que tanto se rasgaban las
vestiduras comparándonos con otros países, esta vez callaron como los mariachis
de José Alfredo.
Siendo la lectura
uno de los rubros evaluados en la prueba mencionada, y siendo una de las
actividades menos recurrentes entre la población de nuestro país, el pírrico
aumento al salario mínimo tendrá, necesariamente, un impacto negativo y
regresivo en las actividades de promoción de la lectura. Me explico:
Uno de los motivos
más citados al momento de cuestionar por qué no se lee, es la falta de tiempo. No
hay duda que el panorama económico de muchas familias traza su horizonte en la
economía informal, venta por catálogo, etcétera. Todo ello, quiérase o no,
otorga menos tiempo a la lectura (si es que se tiene la costumbre de leer).
Por otro lado,
también en este espacio se ha dicho de la correlación que se da entre la
satisfacción de las necesidades básicas y la apreciación gozosa y estética de
la lectura. Es más fácil concentrarse en un texto, si no hay preocupación por
pensar (y resolver) situaciones tan básicas como lo son la alimentación, el
vestido y la vivienda.
México requiere
lectores para crear ciudadanía. No necesariamente para estar de acuerdo, pero
sí para argumentar posturas. La pasada campaña gubernamental, apologista,
mentirosa y apegada a sus propios intereses, es muestra de ello. El discurso no
dejó de ser una abstracción. En este país todo es una abstracción, hasta el
acto lector (“Lee veinte minutos al día”, ¿lee qué?, ¿para qué?) y la democracia lo son.
Ojalá y el próximo
año los trabajadores y las instancias que les compete el formar lectores, el
acercar la palabra escrita a la población en general, esté dispuestos a
hacerlo, porque hay muchos planes, muchos proyectos, muchas manos que trabajan
arduamente, pero también mucha gente que hace que hace. Hasta la próxima.
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