viernes, 7 de diciembre de 2012

El juego: herramienta para formar lectores.



Eduardo Campech Miranda.

Guillermo Cabrera Infante escribió un divertido y polisémico texto titulado “Canción cubana”: “¡Ay, José así no sé!/¡Ay, José, así no!/¡Ay, José así!”/¡Ay, José!/¡Ay!” La ambigüedad es la columna vertebral de este juego de palabras. Muchas de las obras literarias están escritas con ese espíritu lúdico. Por tal motivo, uno de los mecanismos para entrar en contacto con niños, jóvenes y adultos que carecen o repudian el contacto con la lectura, y que más frutos da, es el juego. Sin perder de vista que éste es sólo un vehículo y no un fin mismo.

Las dinámicas y estrategias de animación a la lectura fundan su espíritu en ese ángulo juguetón del acto lector. A través del juego el ser humano deja prejuicios y su conducta es más laxa, claro, el ánimo es de divertirse. Piénsese en el siguiente ejemplo: una persona muestra cierta resistencia natural a ser tocada en cabeza, sin embargo, durante el juego, eso es posible y aún más, todo en una atmósfera de diversión. No obstante, toda actividad lúdica enfocada a acercar la lectura a la población debe encuadrarse en un marco de reglas (escuchar al que tiene la palabra, la más básica).

Piénsese cómo los expertos recomiendan cantar rondas, decir trabalenguas, retahílas durante la primera infancia. Todos ellos son juegos. Ya en la adolescencia, los albures y el doble sentido dan un toque de humor a ciertas conversaciones. El éxito de programas como La Tremenda Corte o Derbez en cuando, son muestra de la aceptación que se tiene por los juegos de palabras, juegos de lenguaje. Entonces deberíamos contemplar esta forma de tomar el lenguaje como un camino hacia la lectura, y en particular, hacia la literatura. Atrévase, piense y deje volar su imaginación, ¿qué está haciendo José, en el texto de Cabrera Infante?

Si se aborda la lectura (e insisto, la literatura concretamente), desde una mirada solemne, anquilosada, esclerótica, en contraposición con la libertad que posibilita el juego, siempre habrá más ganas de tomar un videojuego que un libro. Aquí entra la flexibilidad, de la que hacía referencia la colaboración anterior, y aquí se expulsan las preguntas absurdas que se pretenden responder en los reportes de lectura. Aquí, también, se observa la relación que tiene el mediador con la lectura: es un placer o una obligación con la cual hay que cumplir porque así está marcado.

En la denominada autopista de la información encontramos infinidad de estrategias, también hay una variada bibliografía, sin embargo, creo que lo más efectivo (por la creatividad y reflexión que conlleva) es la creación propia de esas estrategias. ¿Qué puedo hacer con este libro, este texto o este fragmento?, ¿qué fibras me movió?, ¿cuál pudiera ser mi versión? Jugamos a ser otros cuando somos niños. Necesitamos ser otros en la adultez, para salir de la monotonía, para sobrevivir a los embates del mundo, para entender el vértigo de la sociedad. Y la lectura, nos permite crear otra cosmovisión, distinta a la que los medios masivos de comunicación ofrecen. Podemos jugar ser otros para afianzar nuestro ser.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, noviembre 12 de 2012.

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