Eduardo Campech
Miranda.
Guillermo Cabrera Infante
escribió un divertido y polisémico texto titulado “Canción cubana”: “¡Ay, José
así no sé!/¡Ay, José, así no!/¡Ay, José así!”/¡Ay, José!/¡Ay!” La ambigüedad es
la columna vertebral de este juego de palabras. Muchas de las obras literarias
están escritas con ese espíritu lúdico. Por tal motivo, uno de los mecanismos
para entrar en contacto con niños, jóvenes y adultos que carecen o repudian el
contacto con la lectura, y que más frutos da, es el juego. Sin perder de vista
que éste es sólo un vehículo y no un fin mismo.
Las dinámicas y estrategias de
animación a la lectura fundan su espíritu en ese ángulo juguetón del acto
lector. A través del juego el ser humano deja prejuicios y su conducta es más
laxa, claro, el ánimo es de divertirse. Piénsese en el siguiente ejemplo: una
persona muestra cierta resistencia natural a ser tocada en cabeza, sin embargo,
durante el juego, eso es posible y aún más, todo en una atmósfera de diversión.
No obstante, toda actividad lúdica enfocada a acercar la lectura a la población
debe encuadrarse en un marco de reglas (escuchar al que tiene la palabra, la
más básica).
Piénsese cómo los expertos
recomiendan cantar rondas, decir trabalenguas, retahílas durante la primera
infancia. Todos ellos son juegos. Ya en la adolescencia, los albures y el doble
sentido dan un toque de humor a ciertas conversaciones. El éxito de programas
como La Tremenda Corte o Derbez en cuando, son muestra de la aceptación
que se tiene por los juegos de palabras, juegos de lenguaje. Entonces
deberíamos contemplar esta forma de tomar el lenguaje como un camino hacia la
lectura, y en particular, hacia la literatura. Atrévase, piense y deje volar su
imaginación, ¿qué está haciendo José, en el texto de Cabrera Infante?
Si se aborda la lectura (e
insisto, la literatura concretamente), desde una mirada solemne, anquilosada,
esclerótica, en contraposición con la libertad que posibilita el juego, siempre
habrá más ganas de tomar un videojuego que un libro. Aquí entra la
flexibilidad, de la que hacía referencia la colaboración anterior, y aquí se
expulsan las preguntas absurdas que se pretenden responder en los reportes de
lectura. Aquí, también, se observa la relación que tiene el mediador con la
lectura: es un placer o una obligación con la cual hay que cumplir porque así
está marcado.
En la denominada autopista de la
información encontramos infinidad de estrategias, también hay una variada
bibliografía, sin embargo, creo que lo más efectivo (por la creatividad y
reflexión que conlleva) es la creación propia de esas estrategias. ¿Qué puedo
hacer con este libro, este texto o este fragmento?, ¿qué fibras me movió?,
¿cuál pudiera ser mi versión? Jugamos a ser otros cuando somos niños.
Necesitamos ser otros en la adultez, para salir de la monotonía, para
sobrevivir a los embates del mundo, para entender el vértigo de la sociedad. Y
la lectura, nos permite crear otra cosmovisión, distinta a la que los medios
masivos de comunicación ofrecen. Podemos jugar ser otros para afianzar nuestro
ser.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, noviembre 12 de 2012.
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