Eduardo Campech Miranda
En los últimos tiempos se ha
venido difundiendo por distintos medios la problemática (queja, justificación)
del abandono y muerte de las bibliotecas públicas, tal y como las conocemos
hasta hoy, debido a la proliferación de dispositivos y equipos con conectividad
a internet.
Hace apenas una década, las
bibliotecas eran los lugares por excelencia para resolver dudas, realizar
tareas e investigaciones. Hoy, la gran mayoría de los chicos acuden a Yahoo
Answers, Google, Rincón del Vago, entre otros sitios para solventar sus
inquietudes. Esta práctica es común entre alumnos y algunos docentes. Sin dejar
de lado a los padres de familia.
Las bibliotecas públicas deberán
aprovechar un vacío que existe en la búsqueda de información. Vacío que viene
dado en la medida de la poca o nula utilización de las bibliotecas virtuales. Y
es ahí donde, en términos de mercadotecnia, encontramos uno de los mercados
objetivos. Se puede ofertar a la sociedad capacitaciones en el manejo, no sólo,
de motores de búsqueda en la carretera de la información, sino en los acervos
de instituciones que los colocan en línea para su consulta.
Las políticas de extensión y
difusión de las bibliotecas, deben vislumbrar las necesidades de la comunidad,
y con ello propiciar que ésta acuda a sus instalaciones. Las bibliotecas
públicas tienen en su normatividad distintas actividades de promoción de los
servicios. La visita guiada es una de ellas. Desafortunadamente, la mayoría de
los casos va dirigida a grupos estudiantiles que en pocas ocasiones volverán a
ella por iniciativa e interés propios en los próximos doce meses.
Es por ello, que al margen de
estas posibilidades propuestas por el centro, cada biblioteca deberá explorar
sus desafíos ante las demandas sociales. De nada o poco sirve, ya no sólo
invitar, sino rogar a las escuelas que envíen a sus grupos, si la estancia en
la biblioteca no fue significativa (significativa, como la lectura que tiene
eco en el lector).
Las bibliotecas deben diseñar
programas de impacto en su entorno. Actualmente es urgencia abatir los
indicadores negativos en términos de la lectura y comprensión lectora. Si el
bibliotecario no es coherente entre lo que dice y lo que predica, tendrá la
batalla perdida, aún antes de iniciar. Esto es porque sucederá que se tendrán
cifras alegres de cientos y quizá miles de asistentes a la biblioteca… que
siguen sin leer un solo libro o que se quedan en el primer nivel de la
comprensión lectora.
El programa debe ser: i)
Sistemático (contar con planeación, ejecución, evaluación y registro), de tal
manera que permita desarrollar nuevas experiencias y, por qué no, aprendizajes;
ii) Regular, constante, de tal manera que genere arraigo entre la población;
iii) De impacto: ante el problema educativo y cultural planteado en el párrafo
anterior, será de mayor alcance un taller de comprensión lectora (que se valga
de algunas estrategias de animación a la lectura), que sólo de animación a la
lectura, y peor aún si la selección de textos está conformada por libros y
escritos de pobre calidad literaria.
Un programa diseñado desde estos
parámetros atraerá por sí mismo a la ciudadanía a la biblioteca, sin necesidad
de acarreos, o visitas como peregrinaciones.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 26 de noviembre de 2012.
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