El problema del libro no está en los millones de pobres que apenas saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir.
GABRIEL ZAID
La presentación de Enrique Peña Nieto en la fil 2011 inevitablemente nos hizo recordar a Vicente Fox. Las redes sociales de inmediato daban cuenta del suceso. Uno de los primeros portales en difundirlo fue el del diario español El País, bajo el título:”El candidato presidencial que no es capaz de citar tres libros que le han marcado”.
La burla, el escarnio, el ingenio y hasta la frustración hicieron su aparición en Facebook y Twitter. Siguiendo las publicaciones sobre el tema se pueden encontrar aspectos positivos y negativos. Por el lado de los primeros, pocas veces la lectura es un tema sobre el que hablen, escriban, opinen y lean un gran número de personas casi en un mismo tiempo. Es, asimismo, una muy buena oportunidad para que la clase gobernante que no lee (y que supongo que es una mayoría), lo haga. Ahora le tocó el turno a Peña Nieto, pero los demás candidatos, si no son lectores, no están exentos: cuando veas las lecturas de tu vecino postear, pon las tuyas a deletrear.
Durante la pasada campaña proselitista en la entidad zacatecana, fui testigo (y lector) de una discusión vía Facebook de dos políticos de partidos distintos (hoy ambos son diputados locales). Dejando de lado el nivel de debate, que además era paupérrimo (“pero tú votaste por….”, “y tu apoyaste a…”), la ortografía dejaba mucho qué desear. Metiche, como soy, se los hice saber y uno de ellos, el propietario del muro, ni tardo ni perezoso, me bloqueó, impidiéndome con ello seguir atormentándome la vista y el cerebro.
Si el mexiquense no fuera parte de la clase que gobierna esta nación (la cual, dicho sea de paso, pareciera que vive en otro país, si no lo cree, pregúntele a Pau), además de su deseo por ocupar la silla presidencial, tal vez el acto hubiera quedado como simple anécdota que engrasa el nada envidiable currículo de personalidades de la farándula. Sin embargo, las condiciones que vive el país exigen un estadista como tal. Y un estadista no es un analfabeto funcional.
Si leer, como se ha demostrado, ejercita y mejora la memoria, incrementa el lenguaje, agudiza la postura crítica, entonces las defensas que se puedan hacer del candidato tricolor son insustentables por naturaleza. Ahora bien, ¿cómo convencer a la infancia y a la juventud para que lean si los hechos muestran que la lectura no te lleva al éxito? Es decir, la imagen del éxito no es compatible con la lectura, situación que no se limita al ámbito político, pero es el que más nos afecta. ¿Cómo convencer de la importancia de la lectura en el desarrollo humano cuando se pueden publicar libros sin ser lector, y aspirar a conducir un país? En las respuestas a estas preguntas radica parte de la trascendencia del hierro de Peña Nieto.
Por otro lado, y tal como escribió un amigo: “Ahora resulta que todo mundo lee!! Y las bibliotecas y las librerías vacías!!” ¿Cuántos de los títulos parodiados fueron leídos en realidad? La gran mayoría de ellos corresponden a best sellers. De todas las publicaciones que leí (hasta el miércoles 7 de diciembre al mediodía), ninguna refirió La Gaviota de Fernán Caballero, mucho menos conocida que Juan Salvador Gaviota, el cual sirvió para jugar con el título y el incidente. Se reproduce así una práctica común en la promoción de la lectura: invitar a la lectura desde la condición de no lector.
Sirva pues este episodio para incentivar a la clase política a leer, a prepararse, a hacer de la alternancia democrática algo más que un simple tránsito, en ignorancia de primera clase, de León a San Mateo Atenco.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, diciembre 12 de 2011.