lunes, 1 de octubre de 2012

¿La literatura se hizo para enseñar?



Eduardo Campech Miranda

Rulfo no escribió Pedro Páramo para que los profesores y sus alumnos sacaran conclusiones. O para que los lectores aprendieran algo. Ningún escritor escribe para pasar mensajes, para cifrar información. El atentado que representa en la educación, la práctica de los profesores de obligar a los estudiantes a explicar los libros, es aberrante y cruel. Por más que pueda justificarse con el buen propósito de asegurar que los alumnos han leído el libro. Es mejor que no lean a que, leyéndolo o incluso sin leerlo, le tengan aversión y rencor.
Alejandro Aura

Alejandro Aura escribió un bello y reflexivo texto que tituló “¿Para qué se ve el crepúsculo?”, en el cual lúdica y críticamente cuestionaba la tendencia de algunos docentes (y mediadores de lectura) de preguntar, como instrumento de evaluación de la comprensión lectora, de qué trata tal o cual obra, o qué quiso decir el autor. A ellas agregaríamos una que me parece más grave: ¿qué aprendiste?

Por principio de cuentas la pregunta es abierta, con lo cual cualquier respuesta que pueda dar el alumnado debe considerarse correcta. Ahora bien, si el docente (o mediador) tiene la expectativa de que se responda lo que a su juicio se debe aprender, pues estaríamos ante un desconocimiento de cómo funciona la lectura y la polisemia inherente a la misma. Tal vez la intención del docente no sea manifestar draconianamente su autoridad dentro del aula, y por consiguiente, su interpretación como la más acertada o la única correcta. Es posible que lo que realmente pretenda es identificar el grado de apropiación de la lectura por parte del alumno. Sin embargo, el desarrollo de la promoción, y de la animación, de la lectura nos ofrecen nuevas modalidades para detectar dicha situación.

Por otro lado está el propósito del autor. La literatura se fundamenta en la ficción. No creo que el autor pretenda enseñar algo, simplemente quiere contar una historia, a su estilo, o manifestar un sentimiento o un punto de vista, también a su estilo. A excepción de las fábulas y de la incipiente literatura infantil (primordialmente en sus primeros textos, tanto a nivel mundial, como nacional), quienes buscan como cierre una moraleja o enseñanza, la literatura se hace, entre otras muchas razones, para darle sentido a la existencia, para explicarnos, para reflejarnos, por que sí, porque hay una necesidad de contar.

No me imagino a Homero llevando a la escritura La Odisea, sólo para enseñarnos o concluir que “aunque todo te sea adverso, al final vencerás”. De ser así, se tendría que catalogar este texto como un libro de superación personal o autoayuda y no como una obra de la literatura universal. O que después de leer el poema “Canonicemos a las putas” de Jaime Sabines, se tenga que responder lo aprendido (sin duda, además de cómico, resultaría un buen negocio para las aludidas y pésimo para los psicólogos).

Las reformas en la educación pasan y siguen pasando, sin embargo, prácticas como la descrita (que yo mismo experimenté hace más de veinte años), siguen estando vigentes. Quizá las reformas no llegan a los destinatarios en forma clara, quizá las reformas responden a intereses de todo tipo menos educativas, quizá sea mi corta e ignorante visión de la situación, como me la hizo saber un directivo escolar (que en cierta ocasión, le hacia ver que sus docentes, con las preguntas que formulaban a sus alumnos, no propiciaban una comprensión profunda del texto, sino solamente una localización de la información) cuando me preguntó, “¿y usted es maestro?, ¿de qué Normal egresó?”. Y yo sólo respondí, “de ninguna, soy economista”, mientras en mi cabeza rondaba una tonada que decía: “soy un pobre lectorcito que habita en la serranía.”

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacacatecas, septiembre 24 de 2012.

Propuestas para las próximas Ferias de Libro en Zacatecas




Eduardo Campech Miranda

Una semana antes de que iniciara la Feria Nacional Zacatecas 2012 (fenaza 2012), escuché una campaña publicitaria en favor de las corridas de toros. La intención era ofertar boletos para asistir a la fiesta brava. El pago de los mismos era a través de descuentos vía nómina, en varias quincenas.

En esa misma semana se llevaba a cabo la XII Feria Nacional del Libro en Zacatecas, una fiesta que varias personas esperamos con júbilo. De la misma manera que consideré un error la omisión de este evento dentro de la agenda cultural del año anterior, hoy veo con beneplácito que el programa fue retomado. Con el fin de que esta fiesta del libro y la lectura tenga mayor impacto, me permito realizar una serie de sugerencias para las siguientes ediciones.

1)    La fecha tal vez no sea la más apropiada. A finales de agosto aún se resiente la adquisición de útiles escolares y todas las erogaciones económicas que conlleva el inicio del ciclo escolar. Si a lo anterior le aunamos la proximidad de la fenaza, el presupuesto para comprar libros (primordialmente en aquellos que no acostumbran a hacerlo y ven en la Feria del Libro la oportunidad de hacerlo) se reduce drásticamente.
2)    Sin tener conocimiento del volumen de ventas, y con el antecedente planteado en el primer párrafo, creo que a nivel burocracia gubernamental se podría diseñar un mecanismo de compra de libros, como los boletos a los toros, y que existiera el descuento vía nómina en varias quincenas. Si en la tauromaquia se ofrecía una fiesta nacional y española, en la lectura los horizontes se amplían en espacio, tiempo y beneficiarios, con lo cual la fiesta se expande.
3)    Los fines de semana son de labores domésticas (surtir la despensa, realizar las compras de los alimentos, aseo de la casa, etc.), pero también de esparcimiento. La feria de libro puede ser ese lugar de convivencia y recreación. Es de celebrar la diversidad de eventos, presentaciones, lecturas y talleres programados, así como la instalación de la Sala de Lectura. No obstante, creo que es posible agregar una serie de talleres de promoción de la lectura, diversificados, enfocados a distintos públicos.
4)    Siendo utópico, también se podría integrar a la iniciativa privada. ¿qué tal que los medios de comunicación (impresos y electrónicos), así como algunas instancias gubernamentales (no necesariamente que tengan relación con el rubro) pudieran realizar trivias o alguna otra forma de sortear vales y bonos de libros.
5)    Invitar a los programas estatales de lectura para su promoción. Muchas personas no saben que existen diversos esfuerzos desde la entidad para formar lectores, ese sería un buen marco para difundir el trabajo realizado.
Las ideas anteriores, quizá suenen descabelladas, pero creo que la fiesta de los libros la podemos ampliar y democratizar. Entendiendo este segundo término, no sólo como que cualquiera (que quiera) pueda ir, sino además, de brindarles la disposición y accesibilidad de la oferta bibliográfica.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 17 de septiembre de 2012.