miércoles, 13 de junio de 2012

# Yo soy 132 y la lectura

Eduardo Campech Miranda

La irrupción en la escena electoral del movimiento # Yo soy 132 ha generado tanto simpatías, como descalificaciones y suspicacias. Por un lado, los adversarios del candidato puntero se han congraciado que un sector poblacional cuestione y ponga en tela de juicio la imagen que de él se presenta masivamente. En tanto, los simpatizantes, cuestionan (ejerciendo un derecho) la legitimidad del movimiento, sin embargo, al interior de éstos hay quienes tildan, textual, de “mamada” la organización juvenil, o quienes, también con todo derecho, cuestionan a través de argumentos al #Yo soy 132. Mi comentario se centrará en el segundo sector, el de la descalificación fácil.

Hace unos años un matrimonio amigo me compartía, sin entrar en detalles, los constantes desencuentros con uno de sus hijos. Éste los cuestionaba con señalamientos contundentes, válidos, informados. Ante lo cuál ellos se sentían un tanto vulnerables. El hijo había estudiado Filosofía y tenía bien fundamentados sus argumentos. Cada desencuentro los padres salían con más dudas que certezas. Los planteamientos del hijo movían sus estructuras, eso los ponía en un dilema. La ocasión que me hicieron partícipe de la situación, la mamá me platicaba el desenlace de la última diferencia. El hijo acorraló a los padres y en un momento de ofuscación la madre reviró: “pues serás muy filósofo, pero yo seguiré siendo tu madre”. Frase lapidaria, sin lugar a dudas, pero de fácil salida. La charla conmigo concluyó con la siguiente reflexión: “Y le dije a su padre, primero los queremos críticos y luego no los aguantamos”.

Los programas de formación de lectores implementados desde el Estado tienen entre sus objetivos la formación de lectores críticos, autónomos. Objetivo que si bien no es inalcanzable, sí es de un esfuerzo constante, renovable y en constante evaluación. Los estudiantes de la Universidad Iberoamericana echaron a andar la denominada primavera mexicana. Por años, esa casa de estudios ha gozado de un prestigio ganado en la capacidad de sus egresados, y en general de una formación sólida que tiene en la lectura crítica y analítica uno de sus pilares.

Como promotor de lectura y ciudadano veo con muy buenos ojos las demandas juveniles del movimiento #Yo soy 132. Estudiantes bien informados que perciben las condiciones críticas de nuestra nación, la manipulación mediática a que es sometida la mayoría de la población, la verdad incuestionable que enarbolan las televisoras. Sus lecturas, del mundo, de textos, de otros seres humanos, les permiten plantear sus dudas y exigencias.

Nuevamente, y ahora sólo como hombre interesado en la lectura, independientemente de la filiación ideológica-partidista, o intereses personales que se persigan, en tanto promotores de lectura, creo, tenemos que exigirnos una coherencia y un respeto por esta labor. Brindar nuestro apoyo y confianza al analfabetismo funcional, es jugar al tío Lolo, es apoyar que las televisoras, los medios de comunicación, la sociedad, el Estado se dirijan hacia el movimiento #Yo soy 132 y de manera fácil, espeten: “Pues serán estudiantes muy informados, pero seguimos mandando nosotros”, mucho más grave es, como lo leí en alguna parte, que el movimiento es una mamada.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, junio 11 de 2012.

martes, 5 de junio de 2012

Corre, lee y dile


Eduardo Campech Miranda[1]

En el marco del VIII Encuentro de Problemas de la Enseñanza del Español en México “Dra. Marina Arjona Iglesias”, presenté la ponencia titulada “Del debo escribir con letra bonita, en el pizarrón, al me caga la gente que escribe como P3eENWdeja4Ah! :D, en el facebook”, exponiendo un caso donde los usos sociales del lenguaje (para el caso, las redes sociales) eran ignorados por un docente. Después de la lectura, en la ronda de preguntas y respuestas, una maestra universitaria me preguntaba cómo hacer uso de las tics para formar lectores. Cual candidato presidencial mexicano, el cuestionamiento me tomo indefenso. Podía intuir alguna estrategia, pero ni estaba convencido de su implementación, mucho menos de su resultado. Mis escarceos con el facebook apenas iniciaban.

Mi experiencia con clubes de lectura en línea, se concretaba a dar seguimiento a varios grupos del portal Yahoo!. En esa época me interesaba descubrir qué escribía la población en los grupos y foros virtuales. Me di de alta en un número considerable de ellos, las temáticas eran variadas: desde grupos de fans de algún artista televisivo prefabricado, hasta los de lectura, pasando por recetas de cocina, refranes, intercambios swinger, aspectos metafísicos, religiosos, políticos y de música. Para mi sorpresa dos eran las categorías que aglutinaban el mayor porcentaje de los comentarios y publicaciones: las esotéricas y las pornográficas. Precisamente, en un grupo de esta segunda, había una chica que compartía poemas eróticos, de su propia inspiración, con muy buena manufactura.

Los grupos de lectura y poesía contaban con escasa y distanciada participación, a excepción del llamado Pretextos. Este colectivo me dio la claridad y la enseñanza de cómo se puede moderar un grupo de estas características. En una plataforma virtual y con materiales digitales, la inclusión es parte fundamental. Los miembros son de distinta nacionalidad, hay incluso invidentes. Los comentarios son respetados aún que no sean compartido el punto de vista. Se prohíbe estrictamente publicar temas ajenos a la lectura en cuestión.

Bajo ese esquema, y debido al interés de varios contactos, nació en la red social Facebook, el club de lectura Corre, lee y dile, nombre tomado de una publicación de la Universidad Veracruzana. Apenas vamos en nuestra segunda lectura (Cien años de soledad de García Márquez), pero el abanico de perfiles académicos, de historias de vida, de experiencias, es un vitral que ilustra el proceso de comprensión lectora, y más aún, hace crecer a los lectores.

Ahora veo este grupo como una estrategia para formar lectores, de aprender a leer, de realizar una lectura colectiva y hasta andamiajes. La disciplina será compromiso de cada miembro (disciplina para seguir el cronograma, para no publicar situaciones ajenas, para respetar a los demás miembros). La moneda fue echada al aire, espero que caiga a favor de la lectura. Hasta la próxima.


[1] https://www.facebook.com/Libiuscocco

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 28 de mayo de 2012.

domingo, 3 de junio de 2012

De buenas intenciones está plagado el camino hacia la formación de no lectores.



Eduardo Campech Miranda

Los esfuerzos por formar lectores siempre serán bienvenidos. Es mejor iniciar algo que no hacer nada. Sin embargo, no son suficientes esfuerzos donde la buena intención sea el soporte de la acción. Ejemplos hay varios y los tenemos desde un nivel micro (en el hogar), hasta un nivel macro (los programas instrumentados desde las instancias gubernamentales): el padre preocupado por el porvenir de su vástago, que lo incita a leer, sin que él lea (ya hemos abordado este caso en varias ocasiones); el funcionario de mente brillante que ha descubierto que la lectura es una actividad muy poco practicada por los mexicanos, y fiel a la consigna “hágase la lectura en los bueyes de mi compadre”, lanza un proyecto al aire, total, “todos sabemos leer”, sin una planeación, con objetivos abstractos, y con el convencimiento de que la lectura brinda muchas bondades per se.

En ambos casos, y con frecuencia en la misma escuela, se olvidan de la naturaleza sociocultural de la lectura. Pasan por alto que no siempre se ha leído de la misma manera, ni en las mismas condiciones, con las mismas necesidades, propósitos, circunstancias. Están convencidos que se debe leer a cualquier precio, y que si un concierto de rock, una venta nocturna en tienda departamental, un partido de futbol, son capaces de convocar multitudes y voluntades, ¿por qué un acto de lectura, vaya, un evento de lectura debe ser diferente?

Un proyecto de lectura que busque generar lectores autónomos debe iniciar por el libre albedrío, sin acarreos, sin compromisos de amistad, y mucho menos sin que se usen puntos, en la calificación, a favor o en contra. No es un acto proselitista, a pesar de los tiempos electorales, donde se pueda llevar una gran cantidad de gente, ponderando el éxito de manera cuantitativa.

La implementación de un proyecto serio contempla la capacitación de los recursos humanos involucrados en el mismo, la consecución de metas y objetivos, partir de un propósito, diseñar un cronograma con actividades precisas y concretas, que apoyen a la difusión y promoción. En tanto no se cumplan, al menos, estas premisas, se seguirá simulando.

Las experiencias de formación de lectores han mostrado que el placer, la gratuidad, la libre decisión son fundamentales para tener éxito. El plantear la lectura desde el espacio íntimo que el lector crea y que sólo es de él, proporcionará seguridad y brindará la necesidad de repetir la experiencia. Los lectores formados bajo esos lineamientos saben que la lectura no es un acto aislado, que tiene muchos beneficios, pero que también depende de otras tantas variables.

Si el motor de fomentar la lectura es crear “buenos ciudadanos”, entonces la lectura seguirá siendo un castigo, y las bibliotecas el lugar de la condena. Un libro por sí mismo no cambiará la conducta, ni la realidad del lector. Es ingenuo pensarlo y sólo exhibe la relación que esa persona tiene con los libros y la lectura. Hay lectores que de inmediato prescinden del mediador, pero no son la mayoría. Mientras se siga pensando que sólo las buenas intenciones formarán lectores, seguiremos padeciendo lo que se quiere combatir.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas.