domingo, 20 de febrero de 2011

Crónicas desde el mercado I

Después de cinco años hemos vuelto al mercado Alma Obrera. Nuevamente el señor Raymundo Márquez es el conducto para llegar a este espacio. El equipo de trabajo esta integrado por Ma. de los Ángeles Valle López, José Luis Martínez Rodríguez y Eduardo Campech Miranda. Otro cambio es el horario. Ahora el trabajo se realizará los martes a las 13:00 horas. Con la incertidumbre propia de cada nuevo grupo, llegamos al mercado y buscamos al señor Raymundo en la tortillería. El joven que atendía el negocio nos comunicó que salió a buscarnos. Caras conocidas nos sonreían en el puesto de verduras y abarrotes de enfrente.

Fue muy grato encontrarnos con los anuncios que los propios locatarios, en particular el señor Márquez, habían hecho para dar a conocer el inicio de los trabajos. El 8 de febrero de 2011 no parecía una mañana de invierno zacatecano. El sol resplandecía, calentaba y quemaba cual verano. Hicimos un recorrido entre los locales y salimos hacia la fachada principal. Ahí nos esperaba don Raymundo. La incertidumbre comenzaba a perder terreno ante la desolación del paisaje. No había un sólo niño o niña dispuesto a participar en la actividad de la biblioteca (así se promocionó y así se nos conoce por la experiencia anterior). El reloj ya marcaba las 13:20 horas y nosotros esperábamos estoicamente bajo el astro rey.

Tímidamente se acercó una pequeñita. Las madres de familia nos veían pero no decían nada. Nosotros las invitábamos para que llevaran a sus hijos. De pronto y como si fuera un mago, don Raymundo llegó con una decena de pequeñines. Lo acompañaba una señora que acudió a las actividades en el 2005. No recuerdo su nombre. Familiarmente le hablé, le pregunté si se acordaba de mi. Por respuesta obtuve un "¡quién se acuerda de qué!, ¡nadie se acuerda de nadie!". Con la finalidad de que los niños no fueran presa de la desesperación y romper el hielo, José Luis inició con el juego de "Conejos y conejeras". Ante la necesidad de contar con un miembro más, invitó a la señora mencionada a jugar. El hecho de que dos adultos jugaran con una decena de niños en el mercado comenzó a llamar la atención de los transeúntes. La señora, argumentando mucho quehacer, se retiró.

Los niños siguieron llegando. Cuando ya tuvimos alrededor de unos veinte, inicié la lectura del primer capítulo del libro Las orejas de Urbano de Francisco Hinojosa. Aquí debo aclarar que llevábamos preparadas unas actividades con la monografía de Zacatecas, sin embargo, la variedad de edades era un inconveniente para llevarlas a cabo, por ello se apostó por la lectura en voz alta. Los infantes seguían llegando y el sol dejaba de ser un perrito faldero para convertirse en un cancerbero feroz. Los transeúntes, la clientela del mercado nos veían con curiosidad.

Se les solicitó que dibujaran al protagonista de la lectura: Urbano, el niño con una oreja más grande que la otra, con la más pequeña escucha los sonidos convencionales, pero con la grande, escucha los pensamientos. Cuando realizaban la actividad fui por unos pequeñitos, hijos de una señora que vende afuera del mercado. El mayor, que responde a Pancho, acudió con todo y chupón. Ángeles y José Luis distribuían hojas, lápices y crayolas. Al término de la actividad los niños nos pedían que nos quedáramos más tiempo. Las mamás se acercaban y preguntaban si eramos de la presidencia municipal y que cuándo íbamos a regresar. Concluimos esta primera expedición con una ronda tradicional mexicana: "Jugaremos en el bosque", coordinada por José Luis, con mucha satisfacción al ver que tuvimos más de veinte niños.




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