Tomando como base la lectura de Querido Diego, te abraza Quiela, esta actividad propicia la recapitulación de la historia que nos narra Poniatowska. El inesperado final, muchas veces, causa indignación en el lector (y sobre todo en las lectoras), lo cual es propicio de una respuesta escrita. Es ahí donde se les pide a las participantes que redacten una carta asumiéndose como Angelina Beloff, ¿qué le dirían a Rivera después del final?, en caso de contar con varones, éstos tendrían que hacer lo propio pero personificando al pintor guanajuatense. Aquí algunos trabajos.
- Angelina: Mi sentir es por temor al recuerdo, a retumbar en tu espíritu ya muerto las andanzas que solíamos vivir con felicidad. Prefiero el silencio. (Anónimo).
- Diego: Espero que te encuentres bien. Esta será la última carta, pues ya no hay nada que decir entre nosotros. Serás ya una persona más en la calle. A partir de hoy sanar mi corazón es lo más importante. Tu amor me dio vida, te viví, te sufrí, te amé sin medida, pero reconozco, ¡se acabó!. Hoy termina, saco mi corazón, lo sacudo, eres un recuerdo, un paisaje de mi vida agridulce, al inicio el amor y al final un dolor inmensurable, pero mañana iniciará una nueva historia. Te deseo que seas feliz como lo seré yo. Tu amiga siempre. (Anónimo).
- Diego Rivera: Espero que tus años de silencio sean las respuestas a mis cartas y hoy decido apartarme de tu vida y el recuerdo hoy muere, y aunque el coraje en obsesión se vuelve por tu indiferencia de grandeza, y aunque seas pequeño ante mis sueños derrotados que tú mataste a tu amor, que no fue tan grande y te encerraste en tus recuerdos para ahogarte con los oídos sordos de tu engaño, ante la trampa que tú mismo cultivaste. No importa la sonrisa que un día escuchaste, ni me diste la oportunidad que anhelaste, por tus culpas hoy vives derrotado, y tu mirada dejó ese brillo porque nunca cambiaste, me negaste el derecho de ser madre por tu egoismo que fue más grande al quedarte encerrado en el olvido que tú mismo sembraste, y marcaste la distancia que fue más grande y por fin superé el abismo de tu encanto y después pude mirarte sin recelo, pero sí, con lástima, porque sólo te quedaste y siempre con un vacío que no llenaste porqu eso cosechaste. (María Anayeli Calvillo Velázquez).
- Querido Diego: te vi pasar y en un suspiro viajo al olvido, mi pasado que tanto amé, pero aun con el dolor guardado te dije adiós, un adiós con sabor amargo. No obstante en el sabor amargo encuentro la dulzura de un olvido sin fatiga. (Karina Ramírez Burciaga).
- Diego: Hola, soy una persona que ha leído el libro titulado Cartas a Diego, y al respecto me permito expresar mi percepción. Quiela (Bertam Wolfe), quien te escribió por 13 años, te amó tanto que dejó de amarse a sí misma, te veneró, tuvo un hijo tuyo y murió, te pidió otro hijo y tú no accediste, aguantó tus "aventuras", infidelidades, traiciones, etc, Y me pregunto, si esta mujer tenía tanto talento para pintar y estampar en sus cuadros cosas bellas, pensaba, pero no razonaba y fue autosuficiente para todo lo demás excepto para sus sentimientos, porque permitió que un ser humano como tú le hiciera sentirse miserable como se sintió desde tu partida. A principio percibí tu miseria y pensé en ti como despreciable. Pero NO!!, Quiela es quien eligió sentirse así, quedarse en su tristeza durante tantos años, pero eso no te quita tu parte de responsabilidad y de ruin. Alguien que ama de verdad Diego, protege, comparte, se comunica, cuida su relación al 110%, se procura feliz para transmitir felicidad. Eso que hicieron Quiela y Tú es ruin contra el otro y contra sí mismos. Qué difícil ser Quiela, trato de ponerme en su lugar y no lo logro. Quiela no necesitó enemigos, se fastidió sola y no quiso darse cuenta de su realidad. Ella se aferró a ti y tú lo contrario, abandonaste. Gracias a Dios hoy existen los psicólogos y mucha lectura de autoestima para no caer tan fácil en estas situaciones, o bien para salir de ellas. Diego, infeliz Diego, Dios te haya perdonado. Atte. MI. (Anónimo)
- Diciembre 22, 1922. Ha transcurrido mucho tiempo y al fin he decidido quitar tu blusón del clavo de la entrada. Me he acostumbrado tanto a tu silencio, que estoy segura ya no reconocerás mi voz. Eliz Faure insiste aún en que rehaga mi vida, argumentando como siempre, que soy una mujer de gran equilibrio. Pero ya vez, Diego, siempre estuve esperando unas líneas tuyas. He decidido dejar de insistirse para que me escribas unas palabras y aunque me ha dolido, me convencí para dejarte ir de mi pensamiento. Diego, Diego, Diego. Ya no repito tu nombre con el amor con el que lo hacía antes, me quedé sin ilusiones y aunque en el fondo de mi corazón duele saber que ya no me necesitaste más, que fui ignorada por ti y que a pesar de haber compartido diez años de mi vida contigo, no merecí una explicación. Te dejo ir de mis pensamientos y de mi corazón. Desde hoy, querido Diego, te dejo de abrazar. Quiela. (Anónimo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario