lunes, 2 de junio de 2014

Denuncia abierta a las campañas de lectura ante la PROFECO

Eduardo Campech Miranda
A quien corresponda:

Por este conducto quiero hacer de su conocimiento la siguiente relación de hechos, que me han llevado a un estado no considerado en mi panorama.

Primero: me formé como lector autónomo en toda la extensión de la palabra. No tuve la fortuna de contar con un mentor que guiara mis pasos por los senderos de la lectura. Porque este concepto era aplicable a aquello que podía leer sin tener que dar cuenta de nada a nadie. Y aún sigo ese trayecto.

Segundo: trabajar en la biblioteca pública, rodeado de libros, mediando actos de lectura, conversando de historias, autores, anécdotas, era sacarse la lotería. Empecé con la responsabilidad de atender Videoteca, fui pasando por Sala General, Sala de Consulta, e incluso, un año mi trabajo fue acomodar mochilas en el guardarropa (fue la época que más leí). Proyecté y diseñé el Departamento de Fomento a la Lectura de la Coordinación Estatal de Bibliotecas Públicas en Zacatecas, el cual encabezo desde sus inicios. La Dirección General de Bibliotecas Públicas del CONACULTA me ha distinguido al invitarme a ser parte de los festejos de Hans Christian Anderson en Dinamarca, y cursar el Diplomado en Promoción de Lectura bajo el sello de IBBY México. Además de publicarme en sus revistas, memorias de congresos y manuales de animación a la lectura.

Tercero: tuve el privilegio de acudir a una de las primeras capacitaciones del Programa Nacional Salas de Lectura en Morelia, Michoacán. En ese momento no tenía el convencimiento, la disposición, ni el compromiso con la lectura y su mundo. Así que no me integré al programa. Años después, quizá cuatro o cinco, teniendo la intención de joderme la vida, me mandaron a Jerez a una capacitación (ese fue todo el dato), debería de estar ahí al día siguiente. Me hicieron un favor, era un módulo de Salas de Lectura. Desde luego, me integré a sus filas. Participé en varios de los eventos auspiciados: Encuentros Nacionales, Coloquios, Revistas, Publicaciones. Sigo con mi Sala de Lectura. El Programa me abrió nuevos ángulos del acto lector.

Cuarto: he tenido el inmenso privilegio de compartir espacios de capacitación, como instructor, con mis maestros: Efraín Gutiérrez de la Isla, Carola Diez, Claudia Gaete, Alma Velasco, Gerardo Cirianni, Rubén Ávila Alonso, Rocío del Pilar Correa, entre muchos otros.

Quinto: nunca me titulé de la carrera que concluí: Economía. Sin embargo, he tenido oportunidad de impartir capacitaciones por casi todo el territorio zacatecano –incluyendo la UAZ-, en Aguascalientes, el Distrito Federal, y una charla en Pachuca. En un principio mucho de ese trabajo lo hacía gratis, por amor al arte. Después ya no. Las cuentas mensuales no se saldaban presentándome.

Sexto: veo en Facebook estados donde se describen ingratas situaciones similares a la mía (un reconocimiento y valoración del trabajo realizado en pro de la lectura, pero sólo de manera verbal). Trataré de explicarme con un ejemplo: meses atrás acudió a mí una maestra de un municipio cercano a la capital zacatecana. Me planteaba una problemática de lectura en su escuela. Le ofrecí, incluso le esbocé, un proyecto de capacitación de seis horas, destinado a treinta maestros. Todo iba bien hasta que le dije que serían tres mil pesos más IVA. La maestra salió despavorida. Una compañera que estaba presente me dijo que hubiera negociado el precio, pero yo respondí: “El costo es de cien pesos por maestro, ¿no vale eso mi trabajo?, es más ciento dieciséis, por el impuesto”.

Séptimo: si bien mi trayectoria en el rubro no es nada de otro mundo, tampoco creo que sea despreciable. Si un maestro gana más que yo, es porque a él lo avala un título académico que respalda el conocimiento. Si yo cobro por mis capacitaciones, es porque el trabajo que realizo (y los resultados derivados), también avalan mis conocimientos (adquiridos no en la escuela –siempre fui un pésimo estudiante-, sino en mis lecturas, conversaciones, en el registro y análisis de mis actividades). Porque me he interesado en profundizar en el fenómeno de la lectura, sí, de manera autodidacta, sí, y no en proponerme crear redes en ventas multinivel.

Octavo: intentando hacerme de unos ingresos extras, he enviado proyectos a diversas instituciones educativas nacionales. Hasta ahora las respuestas han sido negativas. Localmente no es bien visto que siendo trabajador de la Secretaría de Educación, cobre por mis servicios fuera de mi sede. De tal manera que es un campo que, toda vez que no cuento con un respaldo institucional académico, va siendo vedado.


Por todo ello y más, señores de la Procuraduría Federal del Consumidor, quiero decirles que leer no me ha hecho más feliz, ni mejor; que leo más de veinte minutos al día y no siempre es divertido, ni mucho menos un placer (sobre todo cuando llegan los recibos de luz, agua, hipoteca, etc.). Que esas campañas que enarbolan el paraíso de la lectura me han defraudado. Que estoy pensando seriamente en tirar la toalla de la promoción de la lectura y la formación de lectores, para dedicarme a cantar rimas sencillas, vulgares, agresivas, que le “lleguen a la gente”, y después me paguen miles de pesos, por invitar a leer.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, marzo 10 de 2014.

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