Eduardo Campech Miranda
La semana pasada mostraba algunas
cifras comparativas entre países, en los indicadores bibliotecas, número de
libros por hogar, número de préstamos, libros en bibliotecas por cada diez o
cien mil habitantes. Sería interesante tener a la mano cifras en torno a la
formación académica, conducta lectora, consumo cultural, por decir algunas.
Cifras que dicen mucho y no dicen nada, según el cristal con el que se miren y
los contextos en los que se citen.
Hacen falta nuevos indicadores
que permitan delinear un escenario de influencia de la biblioteca pública. Con
la finalidad de no generalizar, me limitaré al estado de Zacatecas. La
Dirección General de Bibliotecas marca la recopilación de información en
algunos rubros, tales como: préstamos internos, préstamos a domicilio, personas
que ingresaron a la biblioteca, quienes utilizaron los servicios
computacionales, los que acudieron en una visita guiada o a una actividad de
lectura.
Sin embargo, poco se sabe qué
pasa con el lector. Es decir, tener la certeza de que si una persona se lleva
un libro implica necesariamente su lectura. Y si es así, qué sucedió con él,
¿es el libro que esperaba?, ¿Cumplió con las expectativas? ¿Hubo un encuentro a
nivel psicológico, cognitivo, emocional? O por el contrario, no lo concluyó de
leer. Podría suceder, también, que el libro no fuera para él (cuántas veces no
se sacan libros para hacer un favor a un amigo o una amiga). Tampoco conocemos
el motivo por el que esa persona llega a tal o cual libro. No sabemos si es
iniciativa propia, si se lo pidieron en la escuela, si se lo recomendaron, o si
está pagando una manda.
Es por ello, que más allá de los
indicadores numéricos (que sirven para “demostrar” la necesidad de un
servicio), es importante poner la mirada en los procesos lectores. Es generar
otro tipo de instrumentos que permitan el encuentro, no sólo entre lector y
libro, si no también entre lectores.
Hace algunos años me atreví a
sugerir un catálogo de sensaciones, emociones y evocaciones, que se integrara a
los catálogos de “autor”, “título” y “materia” que existen en todas las
bibliotecas públicas. La idea es, porque aún sigo con ella, que cada lector
(que así lo desee) identifique qué emociones, sensaciones y evocaciones le
provocó una lectura. Sería un instrumento de mucha utilidad para quien quiere
iniciarse en la lectura y a menudo consulta qué libro leer.
Además, permitiría materializar
la polisemia de la lectura, mostrar de una manera palpable que una lectura
puede ser un caleidoscopio y que cada lector podrá ir configurando su lectura,
pero sin salirse de los límites del texto. Brindaría la opción de salvar ese
concepto de lecturas con un solo sentido y llanas.
Los invito, amables lectores, que
vayamos construyendo este catálogo. Envíenme sus opiniones al respecto al
correo electrónico ecampech@yahoo.com.mx
e iniciemos una aventura más en la lectura. Hasta la próxima.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, octubre 29 de 2012.
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