Eduardo Campech Miranda
Durante los últimos meses hemos sido testigos de una campaña de invitación a la lectura, llevada a cabo por el Consejo Coordinador Empresarial, y en la cual aparecen figuras públicas, del deporte y el espectáculo, hablando de las virtudes de la lectura. Como he mencionado en una colaboración anterior, el mensaje es muy general, de tal manera que una propuesta más personalizada quizá pudiera funcionar mejor (porque se promueve un libro en específico). He aquí la mía:
El ex presidente Vicente Fox podría recomendar El lector de Bernhard Schlink; el actual mandatario de la nación nos podría hablar de tres títulos: País de mentiras de Sara Sefcovich, Vivir y beber de Hugo Hiriart y Los mil y un velorios de Carlos Monsiváis; la sempiterna lideresa del SNTE, La peor señora del mundo de Francisco Hinojosa; Andrés Manuel López Obrador, Vida de un agitador de César Godoy; el todopoderoso asesor José Córdoba Montoya, El extranjero de Albert Camus; el gobernado veracruzano Javier Duarte, Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam; Enrique Peña Nieto dariá doblete y recomendaría Los disfraces del diablo de Félix Báez-Jorge y Que se mueran los feos de Boris Vian; el ex secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, Un mundo feliz de Aldous Huxley; el llamado “Jefe Diego” Fernández de Cevallos, Vivir para contarla de Gabriel García Márquez.
Pero, para hacer recomendaciones más personalizadas aún, daremos una vuelta por los prospectos estatales: el contralor Guillermo Huiizar anunciaría no un libro, sino un cuento de García Márquez: “En este pueblo no hay ladrones”, el director del Instituto Zacatecano de Cultura, Gustavo Salinas, El hombre ilustrado de Ray Bradbury; Arturo Nahle, Crónicas marcianas de Ray Bradbury; el ejecutivo estatal, Miguel Alonso, dos títulos: El tragasueños de Michael Ende y La Divina Comedia de Dante Alighieri; por vox populi el secretario de gobierno Esaú Hernández, De ausencia de María Luisa Mendoza; Jesús Pinto, desde la Secretaría de Seguridad Pública, comentaría Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe; Víctor Infante, después de acudir a un famoso noticiero radiofónico matutino, Confesiones de Paul Berlain; Claudia Corichi, El pozo de los ratones de Pascuala Corona; la ex titular de la Secretaría de Educación y Cultura, Lucero Medina, La excluida de Luigi Pirandello; el ex vocero oficial Mario Caballero, Pinocho de Carlo Collodi, y finalmente, la ex gobernadora y ciudadana a pie, Amalia García, también se haría presente en dos ocasiones, una con La muchacha que tenía la culpa de todo de Gustavo Sáinz y después con No me agarran viva de Claribel Alegría.
Ahora bien si lo que se quiere es ampliar la oferta y pensar en lectores colectivos, también hay sugerencias. Los priístas recomendarían La historia interminable de Michael Ende; los perredistas Puros cuentos de Juan Manuel Aurrecoechea; los panistas El libro de los desastres de Fernando Benítez; los petistas El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Federico Engels; los verdecologístas Una sarta de mentiras de Geraldine McCaughrean; los del panal, Un pacto con el diablo de Thierry Lenain y los convergentes, Guía de los perplejos de Maimónides y todos los aspirantes (y suspirantes) al 2012: ¡Ahí viene la plaga! de José Agustín.
Por último, para aquellos que están hartos de que los personajes aludidos aparezcan todos los días en su vida y busquen otros espacios de esparcimiento, también hay una lista: aprovechando la alta popularidad de sus tweets, Ninel Conde aparecería con El idiota de Fedor Dostoievski; a aquellos adolescentes que gustan de hacerse justicia a sí mismos, La mano derecha de Pablo Soler Frost; para los cosmopolitas, Silvio Berlusconi y Memoria de mis putas tristes de Gabriel García Márquez; y la más lamentable, la infancia mexicana: Hijos de la violencia de Doris Leesing.
Publicado en "La Gualdra", suplemento de La Jornada Zacatecas, octubre 17 de 2011.